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«Nos gusta ser protagonistas del proceso productivo»

Las eibarresas Mari Carmen Seara y Vanesa Cordeu trabajan juntas en Cadenas Iris y se muestran encantadas con la labor que desempeñan

Mikel Madinabeitia

San Sebastián

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Domingo, 7 de julio 2019, 07:40

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Son dos de las pocas mujeres que desempeñan tareas técnicas en la industria de Euskadi. Lo hacen en Cadenas Iris, una factoría eibarresa que suministra cadenas de alta calidad para motocicletas. Una atesora más de quince años de experiencia en este tipo de trabajos y la otra acaba de aterrizar procedente del mundo del comercio, pero ambas construyen un discurso optimista y positivo. De lo que dicen y cómo lo dicen se deduce que están contentas. Les gusta su trabajo, han ganado en calidad de vida y quieren seguir progresando.

Mari Carmen Seara (Eibar, 1970) prolongó sus estudios de educación básica con la FP y empezó a trabajar en 1993 en Hijos de Balenciaga -luego se llamó Mendiguren-, donde permaneció hasta 2009, cuando se trasladó a Azpeitia para trabajar en Burniker Machining, del sector de la automoción. Allí estuvo hasta 2014 y, tras una etapa en la que pasó por varios trabajos, arrancó su última etapa en su actual empresa, Cadenas Iris, en noviembre de 2018, tras pasar por Debegesa, la sociedad para el desarrollo económico de Debabarrena.

Allí adquirió más conocimientos para adaptarse a la nueva realidad, el clásico «reciclarse o morir» que esta eibarresa considera imprescindible para sobrevivir en el competitivo mundo del siglo XXI: «Sucede en cualquier ámbito. Me puse a estudiar idiomas y más tarde en la Escuela de Armería de Eibar, donde hice un curso de CNC (control numérico). Hice las prácticas y antes de que se acabaran ya me cogieron en Cadenas Iris».

A la hora de explicar por qué le gusta este trabajo, responde que la industria le gusta: «Es interesante, sobre todo, ver todo el proceso productivo de las piezas, meter mano, montar y desmontar, todo el trabajo en cadena con los compañeros...». Ella realiza lo que antaño se denominaba polivalente, es decir, tan pronto está en el almacén, como en prensa o en el torno. «Es un entorno en el que siempre he estado a gusto y hay que reconocer que las salidas laborales son buenas. Al final, tienes que ser práctico si quieres hacer frente a los gastos cotidianos», recalca.

A modo de consejo para aquellos que se quieran animar a trabajar en este mundo, les pide que se especialicen y que no pierdan la oportunidad de aprender todo lo que puedan: «Es fundamental que te guste lo que hagas. Si haces las cosas con cariño, con interés, es gratificante. Hoy en día, tener un trabajo relacionado con tu formación, estar cerca de casa e ir a gusto a trabajar es un lujo».

Seara atesora un bagaje suficiente como para haber sito testigo de la evolución de su oficio, donde para ciertos trabajos siempre se ha optado por mujeres: «Cuando yo empecé, las chicas en la industria eran requeridas para trabajos manuales, para trabajar en cadena. Las cosas han cambiado pero es verdad que para ciertas funciones siguen queriendo hombres. Para trabajos relacionados con la fuerza bruta, por ejemplo, sí creo que los chicos son más válidos. Pienso en tareas en las que haya que golpear con un martillo».

Otro aspecto que ha vivido en sus propias carnes es la reducción del personal. Lo dice porque la proliferación -y evolución- de las máquinas ha provocado que la mano de obra sea menos necesaria para una serie de trabajos. «Yo trabajé en hornos tanto en Balenciaga como en Mendiguren, la primera mujer que se dedicó en esa empresa a esa función», comenta.

Ante ese estereotipo que aún permanece de que se trata de un trabajo sucio, contesta con franqueza: «No me importa mancharme. Es más, me encanta (se ríe). Mi compañera y yo somos de las que nos gusta meternos de cabeza como sea. Hay gente que sale impoluta y otras, en cambio, salimos manchadas hasta las orejas. Pero nunca nos ha importado. Es como los niños cuando juegan en el parque, que chapotean felices».

De una frutería a la industria

Al lado de Mari Carmen, en la misma empresa, en el mismo taller, con unas funciones similares, trabaja Vanesa Cordeu (Eibar, 1978), que acaba de incorporarse a este mundo procedente del sector de la alimentación -viene de una frutería-, donde estuvo quince años. Cansada de unos horarios intempestivos, que le obligaban a trabajar incluso en muchas jornadas festivas, aprovechó el cierre de esa empresa para formarse en un curso de mecanizado. El siguiente paso fue entrar en Cadenas Iris: «Estoy encantada. Me gusta aprender cosas nuevas y este gremio es totalmente novedoso para mí. Además, la vida me ha cambiado de arriba abajo porque he ganado en calidad de horarios, sobre todo». Trabaja de lunes a viernes de ocho de la mañana a cuatro de la tarde -con un tiempo que dedican a comer- y los fines de semana lostiene libres.

Sobre los aspectos que más aprecia de su nuevo trabajo, destaca el movimiento: «Es un trabajo entretenido, porque hay muchas tareas manuales. He aprendido a desenvolverme con las máquinas y estamos en constante movimiento. ¿Ensuciarnos? Bueno, tampoco es para tanto. Quizá cuando engrasamos las cadenas es el peor momento, pero nada exagerado».

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