Impulso femenino a la lucha por las pensiones
Las mujeres están liderando en gran medida las concentraciones y protestas del movimiento, que cumplirá el 15 de enero dos años
El 15 de enero se cumplirán dos años desde que el movimiento de pensionistas de Euskadi echó a andar con la primera concentración ante los ... consistorios. Son desde entonces más de un centenar de 'lunes al sol', en los que las mujeres –sin desmerecer a los hombres– han tenido un papel protagonista, porque ellas tienen pensiones más precariedas y una realidad social más sangrante. Un papel que les ha llevado en muchos casos a coger el micrófono, la pancarta y liderar las diferentes asambleas y colectivos. En este reportaje hemos recogido cuatro de esas voces, algunas de las más significativas en Gipuzkoa, sus experiencias personales y lo que les llevó a esta lucha que, en gran medida, tiene nombre de mujer, de mujeres, de muchas mujeres. La mayoría anónimas y unas cuantas con nombre y apellidos.
Shole Agirre de Bidasoa
«Tienes que tener una ética profunda, porque la gente cree en nosotros»
Tras pasar 42 años detrás de un mostrador –regentaba un comercio en Irun– Shole Agirre se jubiló hace cinco años, con 65. Momento que aprovechó para entrar en el movimiento de la Memoria Histórica y también en la Asociación de Vecinos. «Luego surgió esto y allí me fui, a las plazas», señala siempre risueña. Pero como se trataba de un mundo muy distinto, no en vano ella había sido autónoma, empezó a estudiar. «Realicé en la UPV dos cursos de oratoria, porque tenía que hablar delante de la gente, y llevo además dos años y medio yendo todos los miércoles a Donostia a unos cursos sobre empoderamiento de un grupo denominado de Genios, para aprender entre otras cosas técnicas de lectura rápida, cómo memorizar cosas...
«Me ha servido un montón para saber cómo llevar un grupo. Desde el momento que coges el micrófono tienes una responsabilidad, porque la gente cree en nosotros y tienes que tener una ética muy profunda, ya que el movimiento es transversal». Admite que a las reuniones preparatorias acuden más hombres que mujeres, pero que en las concentraciones la realidad se invierte. «Y es que las mujeres pensionistas están en general peor. Muchas están pasando verdaderas calamidades, porque con 684 euros no da para mucho. Cuando te vienen con esas angustias se te hace muy duro, pero tratas de ayudarles contactando con servicios sociales».
En este punto, Shole se pone muy seria. «A las instituciones vascas se les llena muchas veces la boca diciendo que tenemos unos servicios sociales muy buenos, pero deberían ser proactivos y enviar una carta a cada una de esas personas –o ir a sus domicilios– diciéndoles los servicios a los que tienen derecho, porque muchas lo desconocen».
Señala que Irun es una plaza «muy motivada», con una alta participación, ya que acude a las concentraciones el 3% de los pensionistas, «uno de los sitios con el porcentaje más alto». Y remata. «Es emocionante observar cómo te ven los demás, porque yo nunca me había visto así».
Pilar Etxaniz de Antzuola
«Están tomando conciencia de la deuda que la sociedad tiene con ellas, de sus derechos»
La vida profesional de Pilar Etxaniz se desarrolló en la enseñanza pública y desde joven estuvo unida a distintos movimientos y causas sociales, por lo que no le costó nada integrarse hace cinco años –cuando se jubiló– en la asociación de pensionistas de Antzuola, Landatxope, que junto a otras diez de la comarca forma parte de la asociación provincial de Agijupens. Pilar Etxaniz ha sido una de las impulsoras de este movimiento en la comarca. Con todo quiere hacer un reconocimiento a todas esas personas que «no han puesto carteles o pancartas, que no han protagonizado manifestaciones, pero que están ahí todos los lunes. Sin ellas el movimiento no tendría la fuerza que hoy tiene».
Asimismo, quiere poner en valor la presencia de las mujeres que no han tenido un empleo, que se han ocupado del bienestar de su familia, del cuidado. «Percibo que con su participación en esta lucha están tomando conciencia de la deuda que la sociedad tiene con ellas, conciencia de sus derechos. Son las mujeres que, comparativamente, tienen las pensiones mas bajas, porque el trabajo que han realizado ha sido gratis».
Pilar Etxaniz resalta la «diversidad» del movimiento y destaca que tiene dos retos importantes: integrar las distintas formas de participar, cohesionando el movimiento, y evitar el desgaste poniendo en valor pequeños logros, buscando además, nuevas formas de participación, quizás también más creativas.
Maritxu Serrano de Donostia
«El movimiento ha ayudado a las mujeres a salir de su aislamiento y a activarse
Maritxu Serrano es una de las caras más conocidas de la asamblea de pensionistas de Alderdi Eder. Un activismo que ya practicó cuando trabajaba en Bianchi, donde realizó tareas sindicales hasta que se cerró 1985. Después estudió Trabajo Social y estuvo 24 años empleada en una contrata para la Diputación, en protección a la infancia con familias multicarenciales. Se jubiló en 2015 y en 2018 comenzó en el movimiento de pensionistas. Casi un suma y sigue, porque admite que «el tema de la justicia social siempre ha estado muy impregnado en mi vida».
Explica que acuden una media de unas 200 personas todos los lunes, a partes iguales entre hombres y mujeres, aunque detrás de la pancarta las féminas ganan por goleada. Y es que insiste, al igual que sus compañeras, en que las mujeres pensionistas viven una realidad más precaria, porque tradicionalmente se han dedicado a los cuidados y han tenido carreras de cotización más cortas. Pero indica que «este movimiento les permite salir del aislamiento y de la soledad y sentir que pertenecen a un grupo, que comparten temas comunes. Todo ello es muy terapéutico, porque ha ayudado, entre otras cosas a crear conciencia entre las mujeres y a que tengan un mayor protagonismo, a ponerse en una situación más reivindicativa y a desarrollar factores resilientes». Pero sobre todo, destaca que el movimiento de pensionistas «ha servido para poner de manifiesto la injusticia que sufren las mujeres por las desigualdades, como la brecha de pensiones».
Arantza Corrales de Zumarraga-Urretxu
«Las mujeres ya no se avergüenzan de reconocer que no les llega»
Arantza Corrales es uno de esos ejemplos de activismo social que impregna y contagia todo lo que toca. A sus 61 años lleva 21 jubilada con una discapacidad. Un retiro muy temprano que le llevó gracias a su inquietud a participar en el movimiento de voluntariado tanto a nivel local, como comarcal y provincial. «Ahí empecé a ver nuevas realidades y conocí a los pensionistas prejubilados. En esa etapa tomé parte en la fundación de Sareginez, la coordinadora de asociaciones de Gipuzkoa, donde confluían la Cruz Roja, la DIA, colectivos de mujeres....». Así comenzó a participar en charlas organizadas por asociaciones de prejubilados y también en los hogares de jubilados. «Interactuamos con muchas asociaciones y pude ver una realidad de muchas pensiones de miseria, aunque la mía es digna».
Hace dos años surgió el movimiento de pensionistas y ¿cómo no? se implicó de lleno en ello. «Vimos que había mucho descontento, primero por las congelaciones y luego por esa subida mínima del 0,25%. Había que hacer algo y ya llevamos 103 lunes concentrándonos y movilizándonos». Arantza Corrales explica que la ilusión de ese primer lunes no se ha perdido. «Aunque hay que ser realistas, nos va a costar conseguir lo que pedimos. Sabemos que va a ser duro y así lo transmitimos a la gente en las concentraciones».
Arantza es de las que coge el micrófono en la mano para hablar y dar la palabra a los que cada lunes se concentran en la Plaza del Pirulo, entre Zumárraga y Urretxu. Se reúnen entre 200 y 250 personas, comenta. «Suelo empezar a hablar yo dando las gracias a los que vienen, y algunas personas que no pueden abren las ventanas para escucharnos».
La portavoz del movimiento en Zumarraga-Urretxu explica que son pocos los que han fallado desde aquel primer lunes y los que lo han hecho es en su mayoría porque han fallecido. «Somos como una gran familia. La gente acude con esperanza, con ilusión, sobre todo las mujeres porque este movimiento les ha permitido dignificar la situación de pobreza que padecen», una pobreza, recalca, que es mucho más evidente entre las mujeres. «Les ha permitido decir 'ahí estoy yo'. No se sienten avergonzadas de decir no me llega». Ha facilitado, añade, que esas mujeres que nunca habían estado en un movimiento, cojan el micrófono, se pongan detrás de una pancarta y se conviertan en activistas. «Están haciendo política de calle, de mejorar las condiciones de la gente. Se sienten orgullosas de ir a las manifestaciones y de participar en un movimiento que se caracteriza por la unidad y la solidaridad» .
En su contexto
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244.247 mujeres pensionistas había en octubre en Euskadi frente a 264.694 hombres. Un total de 96.319 mujeres cobran pensiones de viudedad y 3.125 hombres. La percepción media en el caso de ellas es de 885,43 euros.
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189.585 mujeres perciben una prestación inferior a los 1.000 euros, según UGT, lo que supone dos de cada tres mujeres pensionistas, y tan solo el 7% tiene una pensión superior a los 2.000 euros frente al 30% de los hombres.
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39,6% es la diferencia entre la pensión media de jubilación que cobran las mujeres en Euskadi frente a la de los hombres. Ellas perciben 1.000 euros frente a los 1.654 de ellos. En el régimen de autónomos la diferencia es algo menor, del 32,6%, al percibir 636 euros frente a 885.
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La segunda brecha más alta del Estado Las pensionistas vascas cobran un 39,4% menos que los hombres, convirtiéndose en la segunda mayor brecha del Estado, solo por detrás de la de Asturias (44,07%), según un reciente estudio de UGT de Euskadi. Una brecha que se traduce en 610 euros menos al mes, ya que perciben de media 939 euros frente a los 1.549 euros de ellos. La brecha media del Estado se sitúa en el 34,6%. El sindicato propone varias medidas para paliar esa diferencia, entre ellas repartirse las cotizaciones entre la pareja cuando las mujeres pidan una reducción de jornada para cuidados.
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Una pobreza de las mujeres que se palpa Arantza Corrales subraya que «esa mayor precariedad de las mujeres pensionistas, esa pobreza, se palpa en el día a día». Y pone unos ejemplos muy ilustrativos. «Desde que se instauró el copago, en las farmacias no se llevan todas las medicinas que necesitan porque no pueden abonarlas;adquieren la fruta en las tiendas más baratas cuando pueden; casi no compran ropa y solo consumen la cultura y el ocio que es gratuito». Por eso, dice que «no queremos flores –en alusión a los homenajes– sino dinero, que suban las pensiones mínimas y servicios de atención de mayor calidad».
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