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Encadenados a la temporalidad

Fernando, Maite y Rosa son tres de los miles de guipuzcoanos que se ven obligados a sobrevivir con contratos temporales y muy esporádicos Siete de cada diez contratos firmados en julio en Gipuzkoa apenas rebasaron el mes al quedarse por debajo de los 35 días

PILAR ARANGUREN

SAN SEBASTIÁN

Lunes, 18 de septiembre 2017, 09:53

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Ya ni recuerdan lo que es tener un trabajo estable o medianamente estable. Por recordar, ya casi ni recuerdan lo que suponía tener garantizado un sueldo a final de mes. Ahora se tienen que conformar con empleos que en muchos casos no superan varias semanas o que incluso se agotan en el mismo día. Forman parte de esos miles de trabajadores, en este caso guipuzcoanos, que tienen que conformarse con un empleo temporal, el que engrosa la gran parte de los nuevos contratos que se formalizan. Porque el otro, el que te permite tener un plan y un proyecto de vida, escasea, y solo unos pocos afortunados logran hacerse con uno de ellos.

Los datos de afiliación del mes de agosto volvieron a poner en evidencia la montaña rusa en la que se ha convertido el mercado laboral guipuzcoano, al igual que el vasco y el estatal. Así, gran parte del empleo creado en nuestro territorio durante la primavera y el comienzo del verano se borró de un plumazo a finales de dicho mes. En concreto, se destruyeron 4.114 puestos de trabajo respecto a julio, lo que supone todo el empleo generado desde mediados de mayo. Una realidad que pone en evidencia una vez más que gran parte del empleo que se crea en determinadas épocas del año -Semana Santa, verano y Navidades- tiene fecha de caducidad.

Basta con mirar las estadísticas de empleo para constatar que 91 de cada cien nuevos contratos son temporales. Además, una cuarta parte no llegaron al mes de duración (24 días) y el 72% estuvo por debajo de los 35 días. En concreto la duración media de los contratos realizados en julio en Gipuzkoa -último dato de Lanbide- fue de 41 días. Pero mientras en los puestos directivos (94) y la industria (63) es más elevado, en los servicios apenas supera el mes (33 días), al igual que en el caso de los técnicos (37 días) y técnicos de apoyo (35). En los empleos no cualificados, que acaparan junto a los servicios el grueso de la contratación, la duración media desciende hasta las 24 jornadas.

Y si se tiene en cuenta a toda la población trabajadora, algo más de un cuarto cuenta con un empleo temporal.

DV ha querido poner una vez más cara y ojos a una realidad que es el pan nuestro de cada día para miles de guipuzcoanos. Una situación que contrasta con esas cifras macroecómicas que indican que la recuperación se está consolidando -hablamos de PIB, producción industrial, ventas, exportaciones, recaudación...-, pero que en materia laboral avanza a un ritmo menor y con grandes desigualdades.

Fernando, Maite y Rosa son algunas de las personas que engrosan las cifras de Lanbide y que se tienen que conformar con esos empleos esporádicos, cuando llegan, porque la inmensa mayoría de las veces las ofertas de trabajo pasan de largo.

Fernando Freitas, 52 años

«Se acaba el verano y todos a la calle»

Imagen principal - Encadenados a la temporalidad

Fernando José Freitas lleva un mes en el paro, el mismo tiempo que le duró su último contrato, el de limpieza de portales que logró en la empresa Dai. Fue también uno de los miles firmados al calor del verano. Pero no le hizo ascos, porque venía de una época de sequía laboral. Ni más ni menos que diez meses en el dique seco. «Estaba sin trabajo desde el 31 de septiembre del año pasado».

Su anterior contrato le duró tres meses y fue también estival. Trabajó como ayudante de cocina en el bar-restaurante Txalupa, de la Parte Vieja donostiarra. A sus 52 años, este oiartzuarra, nacido en Portugal pero que vino a Gipuzkoa con dos años, ha tenido que dar un giro a su vida laboral. Y es que al igual que miles de trabajadores, Fernando se curtió en la construcción en Murcia, aunque previamente trabajó en una fábrica de mármol durante un quinquenio. «He estado 22 años fuera de aquí». Y como todo el mundo conoce, la construcción se fue a pique con la crisis y con ello miles de puestos de trabajo. «Era peón especializado y trabajé para la misma empresa muchos años, aunque cambiaba de nombre al pasar de un familiar a otro».

Las cifras

  • 4.114 empleos se destruyeron de un plumazo en agosto respecto a julio en Gipuzkoa, lo que supuso todos los puestos de trabajo creados desde mediados de mayo.

  • 91% temporales. Nueve de cada diez contratos que se realizan cada mes en nuestro territorio son de carácter temporal y solo uno es indefinido.

  • 24 días es lo que duran como mucho una cuarta parte de los contratos que se realizan. Los poco cualificados y los del sector servicios son los menos duraderos.

  • 1/4 de los ocupados. De toda la población trabajadora guipuzcoana y vasca algo más de una cuarta parte tiene un contrato con fecha de caducidad.

Y al quedarse en paro volvió a Oiartzun. Durante la recesión hizo, como muchos, chapuzas, y en la economía sumergida, sin cotizar. «Era la única manera de sobrevivir». Ante la falta de perspectivas laborales realizó un curso de ayudante de cocina de 250 horas. Pero no se limita a eso porque está dispuesto a trabajar de lo que sea. Pero se lamenta que cada vez te exigen más. «Para ser peón en el Ayuntamiento necesitas euskera. ¡Menuda tontería! Ya me dirás para qué hace falta».

Pero se se ha puesto manos a la obra y está aprendiendo euskera. Y seguirá estudiando también cocina con la esperanza de encontar algo, «porque la esperanza -dice- no se pierde». Aunque es consciente de que «el empleo que se crea es sobre todo temporal. Termina el verano y todos a la calle, con lo que vuelve a subir el paro. Además, este año se ha incrementado más que otras veces», remarca. Fernando no le hace ascos a nada. «Voy a todo lo que me llaman, sea asegurado o no».

Vive con su hijo mayor en casa de su madre tras separarse el año pasado. Los otros dos lo hacen con su exmujer. Su vástago tampoco tiene trabajo estable y a sus 25 años se agarra también a lo que le va saliendo. «Estudió cocina, pero este año no le ha salido nada. Así no se puede vivir», reconoce.

Sobrevive como puede con el subsidio de desempleo. Encontrar un trabajo estable es un sueño para Fernando, aunque señala que «tampoco te garantiza nada porque te echan cuando quieren y es barato despedir a alguien».

Maite Arnoso, 55 años

«Si hace falta te llaman para un solo día, son contratos basura»

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Fernando está a punto de abandonar las oficinas de Oarsoaldea en Errenteria, que se ha convertido casi en su segunda casa, y llega Maite Arnoso. Escucha con atención las últimas palabras de Fernando, que se despide con un «no sé si llegaremos a tener una jubilación con lo que estamos cotizando». Esa es su otra gran preocupación, aunque todavía le queda mucha vida laboral por delante, casi la misma que a Maite, que tiene 55 años. «La edad pesa mucho a la hora de econtrar un trabajo», suelta de golpe mientras se sienta.

Ha perdido la cuenta de los currículums que ha entregado a lo largo de su vida laboral y al igual que Fernando «estoy a lo que me llaman». Hace poco logró un trabajo para tres semanas, una sustitución para la limpieza de portales. También ha realizado sustituciones en Alcampo, en la charcutería. «Si hace falta te hacen contratos para un solo día, son contratos basura, pero no los puedes despreciar». Recuerda que antes era diferente, «no terminabas de dejar un empleo y ya te salía otro. Eran otros tiempos».

Empezó a trabajar cuando era joven como empleada de hogar, cuidando niños, a lo que se dedicó bastante tiempo. Posteriormente encontró un empleo en un supermercado, de charcutera, hasta 2011.

Pese a estar mucho tiempo en el desempleo no ha permanecido parada, ya que ha realizado un curso de informática. «Me gusta y de ese modo estoy distraída. Además, te puede abrir más puertas». Comparte piso con su hermano y cuñada, «porque es de una herencia comparatida», aclara.

Asegura que el trabajo estable escasea, a pesar de que es barato despedir. Ella se tiene que conformar por ahora con empleos temporales. «Este año no ha habido mucho, pero no me puedo quejar, porque el año pasado fue peor». Ha trabajado tres o cuatro semanas -señala- en Alcampo, otras tres semanas limpiando portales y ya le han dicho que en octubre le llamarán otras dos semanas. «Dentro de lo malo no me puedo quejar. No es mucho, pero voy cotizando».

Eso sí, admite que el sueldo no es muy bueno. «Las horas te las pagan a una miseria. Cuando oigo decir a los políticos que las cosas van bien, me entra la risa. Y es que además del poco empleo que hay, es temporal y encima a veces te tratan de engañar».

Maite relata que en una ocasión le ofrecieron un trabajo en una ETT y que al leer el contrato figuraban 40 horas semanales, pero solo se cotizaban doce. «Me mira la de la oficina y me dice: 'no te veo muy convencida'. Yo le señalo que realmente no lo estoy. Y le contesté que no aceptaba el empleo. Necesito trabajar, pero quiero que sea legal, y algunos se aprovechan de la necesidad que tenemos. Si hubiera ido a trabajar en dichas circunstancias sería con desconfianza, y no quiero hacerlo con esa inseguridad. Quizás hace años lo hubiera aceptado, cuando era más joven, pero ahora la experiencia te enseña cosas».

No cree que las circunstancias laborales vayan a cambiar mucho a corto y medio plazo. «A lo mejor en el futuro, pero no en mi caso». Maite considera que no sirve de nada quejarse, «porque nadie te escucha», se refiere a los políticos, a las instituciones... «Nadie te da nada, ¡Y no llores....! Yo me preocupo de mi, me tengo que sacar yo las castañas del fuego».

Rosa Terroso, 44 años

«He estado todo el invierno parada y en verano he hecho sustituciones»

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Rosa Terroso también ha encontrado algunos trabajos al calor del verano después de estar todo el invierno en el desempleo. En junio empezó a trabajar «en cosas que me iban saliendo, como ayudante de cocina, limpieza de pisos de obra, de un laboratorio. También en ocasiones me llaman para limpiar ambulatorios desde el Grupo Norte, una ETT donostiarra», relata. Contratos, señala en este último caso, que no pasan de uno o dos días.

Con otras empresas, como Garbialdia, ha tenido más suerte y pudo trabajar un mes entero en agosto. Aunque destaca que en la mayoría de los casos son sustituciones por vacaciones. De hecho, la próxima semana le han llamado para realizar una. Comenta que en septiembre y octubre suelen salir también trabajos para cubrir bajas, lo que es más imprevisible.

Cuenta con estudios básicos y durante muchos años, desde los catorce, se ha dedicado al servicio doméstico sin cotizar a la Seguridad Social. Sin embargo, en los últimos seis ejercicios ha trabajado para empresas de limpieza, lo que le garantiza estar asegurada y cobrar en el futuro una pensión. «Hay que pensar en la jubilación», remarca.

Divorciada y con dos hijos de 19 y 16 años asegura que los gastos son muchos y que es difícil que salgan las cuentas cuando el trabajo es temporal y muy esporádico. «Sin una estabilidad laboral no puedes hacer ningún plan en tu vida, ni vacaciones».

Respecto al futuro, Rosa quiere ser optimista, «porque siempre lo soy, aunque todo el mundo lo ve un poco negro. Espero que vaya mejorando».

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