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El objetivo más común del inversor individual

La mayoría de los inversores se enfrentan al reto de de acumular un capital suficiente como para afrontar su jubilación y este debería ser su objetivo

Enrique Marazuela

Jueves, 31 de marzo 2016, 14:48

El seguimiento de las tendencias de mercados, su conexión con la evolución de la coyuntura económica, el análisis de los distintos instrumentos existentes, etc. nos alejan de lo más relevante para los ahorradores, que consiste en que debe realizar las inversiones de acuerdo con los objetivos fijados previamente.

Este tema de los objetivos puede parecer muy abstracto y propio de académicos, pero no lo es. La mayor parte de los inversores en activo -entendiendo por tales los que no están jubilados- tienen como objetivo alcanzar un capital en el momento de la jubilación tal que les permita mantener el nivel de vida deseado hasta su muerte.

Una vez está claro el objetivo, comienza la planificación financiera. Y para dicha planificación, lo primero que tenemos que hacer es cuantificarla. Existe un modo sencillo de estimar este objetivo aproximadamente y consiste en multiplicar por 30 la cantidad que estima el inversor que va a necesitar cada año para mantener el nivel de vida deseado. Como toda solución sencilla, tiene la ventaja de que es ilustrativa e intuitiva, pero tiene el inconveniente de que es demasiado aproximada y tomarla como dogma de fe y no como un punto de inicio de una discusión puede llevar a graves errores.

Esa cifra de 30 no es otra cosa que el número de años que suponemos que el inversor va a vivir una vez haya empezado a vivir de ese capital que ha acumulado. Normalmente el momento en que empezará a utilizar ese capital es el de la jubilación. Si ponemos esta cifra de 30 en el contexto de la realidad española desde luego es una estimación conservadora. La esperanza de vida a los 65 años de la población es de 21 años, 19 para los hombres y casi 23 para los mujeres.

Para ilustrarlo con un ejemplo sencillo, supongamos que necesitamos un suplemento de 500 euros mensuales -6.000 euros anuales- para tener el nivel de vida deseado. El capital necesario es entonces de 180.000 euros, que resulta de multiplicar los 6.000 euros anuales por 30.

El inversor ya jubilado se enfrentará a tres riesgos que conviene destacar. El primero es el riesgo financiero; cuando hemos fijado en 30 el multiplicador no hemos supuesto que fuéramos a obtener rendimiento alguno de ese capital -recordemos que queremos dotar a esta previsión de grandes dosis de cautela-, lo cual es absurdo, sobre todo si se tiene en cuenta que su dilatado horizonte temporal permite incurrir en inversiones cuyo precio puede fluctuar en corto plazo, pero a cambio de un mayor rendimiento en el largo (estamos pensando en renta variable, bonos high yield, etc.).

El segundo es el riesgo de supervivencia, que consiste en que el agotamiento del capital acaezca antes de la muerte del inversor -en nuestro caso, que viva más de 30 años tras su jubilación-. Podemos mitigar ese riesgo aumentando el multiplicador de 30 o bien externalizándolo contratando con una entidad una renta vitalicia.

Y el tercero es el de inflación; esta tiene un tratamiento un tanto peculiar. Evidentemente, y en una primera aproximación, la inflación merma la capacidad del capital para que este sea suficiente como para que cumpla los objetivos del inversor -dar ese complemento de renta durante toda la jubilación-. Pero una mayor inflación suele ir acompañada de un nivel de tipos de interés más alto que pueden no solo mitigar sino incluso neutralizar el nocivo efecto de la inflación.

En síntesis, la mayoría de los inversores individuales se enfrentan al reto de acumular un capital suficiente como para afrontar su jubilación y este debería ser su objetivo. Con el fin de gestionarlo es necesario cuantificarlo, para lo cual proponemos una indicación numérica. Y una vez logrado, no acaban ahí los retos, porque además del riesgo financiero propio de cualquier inversión, el inversor que está viviendo de su capital se enfrenta a dos riesgos adicionales, el de supervivencia y el de inflación.

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