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Iker Urmeneta es pelotari aficionado –ganó el Interpueblos con Donostia en 2014– además de profesor en el Centro Integrado de Formación Profesional Tolosaldea. Conoce de primera mano la cantidad de esparadrapo y material que pasa por los vestuarios de los frontones y acaba en la basura una vez utilizado. Le preocupaba reciclar los desechos.
Por fin vio la oportunidad de dar un paso y ha ejercido de coordinador del proyecto. «Todos los años se plantea en nuestro centro educativo un reto para convertir en papel distintos productos. En ocasiones anteriores hemos trabajado con elementos que tienen fibra, con raíces de maíz, restos de alcachofa, incluso con pantalones vaqueros rotos... Esta vez propuse intentarlo con el esparadrapo usado por los pelotaris».
Diez alumnos de 1º de Química Industrial de Tolosaldea Lanbide Heziketa Ikastetxea y dieciocho de 2º se pusieron manos a la obra en busca de encontrar la fórmula para dar una segunda vida al esparadrapo de los manistas. El primer paso fue entrar en contacto con clubes de pelota para obtener material. Cuenta Urmeneta que «han colaborado con nosotros Eple de Errenteria, Behar Zana de Villabona y la escuela de pelota de Añorga. Colocamos contenedores en los vestuarios de los clubes para depositar los restos y poder recogerlos».
160 Grados Celsius
Temperatura en la se mantiene el material durante un par de horas
«El esparadrapo pesa poco pero coge mucho volumen», aclara el manista de Añorga. «Hemos empleado el mismo proceso que para fabricar papel. Consta de distintos pasos. El primero consiste en eliminar la cola. Cortamos los esparadrapos y se colocan en una máquina llamada digestor para eliminar el pegamento».
«Se trata de una especie de olla exprés donde se mantiene el material a 160 grados de temperatura durante un par de horas. Añadimos sosa cáustica. Así se consigue separar la fibra de la cola. El esparadrapo pierde el color carne durante el proceso. Triturado en un desintegrador, se obtiene una pasta vertida posteriormente a una formadora de hojas, paso previo a colocarlo en una secadora».
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Ya con el papel en las manos, el objetivo final consistía en darle uso. «Para ello, hablamos con la Federación Guipuzcoana de Pelota, que este año celebra su centenario. Planteamos serigrafiar en el papel el logotipo del centenario para que durante el próximo curso pueda emplearse como premio a los pelotaris ganadores o participantes en las competiciones. Es la manera de devolverles aquel material con el que han podido practicar su deporte y alcanzar éxito en algunos casos. También cerramos así el círculo de reciclaje».
«Hemos comprobado que el papel adquiere el grado de resistencia mínimo y que es posible hacerlo», añade Iker Urmeneta, satisfecho con el resultado obtenido. El laboratorio LabPaper de Tolosa ha colaborado con ellos a la hora de evaluar la calidad del producto obtenido.
Dar uso industrial a los restos de esparadrapo de los frontones puede ser un objetivo a medio plazo. «Tenemos intención de llevar a cabo nuevas pruebas con una máquina más grande», señala Urmeneta, que a sus 39 años sigue en activo dentro del campo aficionado en las filas del club Eple. «Quizá no sea con esparadrapo al cien por cien, pero sí con un porcentaje importante».
Iker Urmeneta ve incluso otras posibilidades al reciclaje del esparadrapo, también relacionadas con la pelota. «El propósito sería ampliar el proyecto del papel al textil. Es otra vía de investigación. El esparadrapo posee una textura similar a la de la ropa. Tiene viscosa, elemento utilizado para la fabricación de prendas. Creemos que con esos restos se pueden crear muñequeras y camisetas para los pelotaris». En caso de avanzar en esa línea, la colaboración de los clubes sería imprescindible para obtener mayor número de restos con los que poder trabajar y devolverles la aportación de materia prima con la obtención de distintas prendas para sus pelotaris.
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