La potencia de Murua y Elizegi deja casi inédito a Julen Egiguren

Inédito durante muchos minutos, Julen Egiguren emergió gracias a una reacción a la que contribuyó Murua al enfrascarse en un tiki-taka con quien fuera su compañero de pareja infantil y cadete. El azpeitiarra encontró la manera de limar la desventaja y acercarse a cinco tantos, 15-10. La diferencia, de cualquier manera, seguía siendo grande.

En realidad, fue un espejismo. Un intento de defender a cargo de Gartzia terminó con la pelota en el colchón de arriba. Murua cambió de pelota y restableció el orden en compañía de Elizegi. Nada de enredarse con Egiguren. Atacaron el flanco débil de la pareja rival. El delantero arrasatearra se lució incluso con un par de paradas al txoko bien ajustadas. Lució menos su gancho pese a que lo domina.

Elizegi facilita el trabajo a su delantero. Torpe en apariencia, quizá por su corpulencia -mide 1,90 y pesa 92 kilos-, posee un buen encuentro con la pelota. Sus derechazos botan continuamente detrás del cinco. Como si nada, como si fuera lo más normal del mundo. Alcanzó su momento culminante en el pelotazo que mandó al rebote en el 12-1, ante el delirio de sus numerosos y ruidosos seguidores. Hasta sus errores, tres pelotazos arriba, tuvieron gracia.

La progresión de este pelotari no ha pasado desapercibida para los técnicos de Asegarce, que hace unas semanas le llamaron para tomar parte en entrenamientos de pelotaris de la empresa en Beasain. Apostar por el mejor zaguero de esta categoría, por un muchacho nacido en 2000 y en evidente progresión durante el último año, tiene lógica.

De todas maneras, debe madurar. No por mucho madrugar amanece más temprano. Tenemos cerca casos de debutantes de 19 años a los que la empresa les retira la confianza con 21. Paciencia y tranquilidad no están reñidas con acierto. Cada cosa a su tiempo.

Los pelotazales abandonaron Zarautz con la pena de haber visto media versión de Julen Egiguren, sin amparo suficiente del oñatiarra Gartzia, dominado y más bien fallón. De todas maneras, el azpeitiarra apareció con una dejada, un pelotazo que cruzó de zurda mientras se deslizaba de rodillas, voleas, ganchos desde lejos y habilidad para buscar los pies de un Murua adelantado. Quizá su acción más brillante fue la del 20-11, cuando muñequeó de zurda al ancho desde el txoko. Con clase.

Si algún pero hay que apuntar al azpeitiarra es que no encontró la manera de frenar los violentos saques de Murua. Sus restos de aire crearon dudas. Otra faceta a mejorar en su labor de aprendizaje. Aspe cree en sus aptitudes para el futuro. Compromisos tortuosos como el de ayer también sirven de aprendizaje. La pelota no es solo lucimiento.