Finalistas con juego y aureola de campeones

Olaizola II y Urrutikoetxea certificaron su pase a la final del Campeonato de Parejas gracias a un convincente triunfo ante Ezkurdia y Martija por 22-13. La cátedra tropezó por segundo día seguido en la liguilla de semifinales.

Pero la división de opiniones entre una parte del público -la mayoría ni silbó ni aplaudió- confirma que la mano profesional no atraviesa un periodo de normalidad. Y el coronavirus no es la única causa. Es público que Olaizola II, Urrutikoetxea y Ander Imaz están al margen del colectivo de pelotaris críticos con la dirección de Baiko convocante de la huelga. El ambiente está enrarecido.

Señaló Olaizola II que «el comentario es el mismo todos los días. Estaba claro que debíamos seguir con nuestro trabajo. Hemos estado al margen, centrados. Espero que se solucione. Me daría mucha pena que el partido de Agirre y Albisu no se jugara y una pareja quedara fuera por no presentarse. Las dos partes saben lo que pienso y no me corresponde a mí hacer de mediador».

Por lo visto en la catedral de la mano, el conflicto no repercute en el juego de Olaizola II y Urrutikoetxea. Un rendimiento próximo al cien por cien por parte de ambos les convierte en los primeros finalistas de la edición más larga y extraña de esta competición. Empezó en noviembre y culminará en octubre. Once meses con un paréntesis de casi seis.

A sus 40 años, a las puertas de los 41, es la octava final para el de Goizueta en el Parejas. Ha ganado tres y disputó la primera en 2003, señal inequívoca de su longevidad. Suma 26 entre las tres grandes competiciones de Primera, ya que tiene diez en el Manomanista y ocho en el Cuatro y Medio. Pelotari de leyenda.

Mikel Urrutikoetxea alcanza la segunda en el campeonato de Parejas, con un detalle imposible de pasar por alto: delantero, ha llegado a las dos como zaguero.

Había jugado su último partido como zaguero el 29 de febrero, hace seis meses. «No te voy a engañar. Venía con mucho miedo», confesó Urrutikoetxea pocos minutos después de acabar el partido. «Había hecho buenos entrenamientos, pero no sabía cómo iba a responder».

También Aimar Olaizola alabó a su compañero. «Sabía que Mikel iba a jugar muchísimo si tenía un poco de continuidad. Ya se ha visto. He defendido una barbaridad, no ha fallado, ha quitado pelota con la izquierda. Lo de Mikel es increíble».

Lo bordaron de tal manera que numerosos pelotazales salieron del Astelena con la sensación de que habían visto a los futuros campeones de la presente edición. Salvo en un error de entendimiento en el 8-4, demostraron claridad de ideas y una estrategia clara, adaptada a sus condiciones actuales.

Dominaron más el juego que el peloteo gracias a un empleo riguroso de sus armas. Rozaron la perfección desde el punto de vista defensivo. Ver cómo se desenvuelve aún Olaizola II en la pared izquierda es una delicia. Técnica acompañada también de arrojo. Detrás suyo, Urrutikoetxea levanta una muralla. De zurda llevó a buena con sencillez pelotas que se le envenenaron en el ocho y, al estimarlo oportuno, adelantó su posición para conectar indistintantemente el sotamano o la izquierda de aire con una seguridad a prueba de bomba.

Cerraron espacios y provocaron la desesperación de un Ezkurdia con las ideas nubladas. Al final del partido, arrojó la pelota. Martija se refirió así al material. «No era malo, pero tampoco cogía la velocidad que queríamos nosotros. Se para con los tantos y no se puede hacer nada».

El de Arbizu jugó a empujones, a ráfagas. Todo lo contrario de un Aimar Olaizola letal. La efectividad de sus remates se movió entre el 80% y el 90%. La mayoría de oportunidades que pilló acabaron en la cazuela. La pelota le salió rápida de la mano. «Creo que he dado un nivel muy bueno. La pelota me salía de la mano. Hasta hoy no había recuperado la chispa que tenía en marzo».

La segunda plaza en la final corresponderá al ganador del choque entre Ezkurdia-Martija y Agirre-Albisu... si se juega.