Una luz se enciende y otra se apaga

Era un partido en el que estaba prohibido fallar. Y quienes más lo hicieron fueron Ezkurdia y Galarza. Lo pagaron caro. Y eso que comenzaron mandando a pesar de un inicio descorazonador del zaguero de Baraibar. Para el 5-3 ya había cometido tres errores claros y había dejado de restar un saque que no tenía ningún misterio.

Pero Altuna III y Martija tampoco se encontraban a gusto en la cancha. El amezketarra no encontraba el hueco para hacer el tanto y el de Etxeberri tampoco daba la sensación de estar enchufado. La presión podía con las ganas. Los tantos fueron cayendo a uno y otro lado más por errores que por aciertos.

Ezkurdia y Ladis Galarza parecieron marcharse antes del primer descanso obligatorio (8-11), pero en ese momento llegó el punto de inflexión que cambió por completo el desarrollo del duelo. Altuna III paró la pelota en el txoko con maestría. Era su primer tanto de cosecha propia. Hasta ese momento, sus remates no habían encontrado premio. Ni él ni Martija tenían las ideas claras. Pero lo que son las cosas. Esa parada fue una inyección de autoestima para el campeón manomanista, que contagió a su zaguero en busca del objetivo común: la victoria.

A la vez que Altuna III y Martija crecían en la cancha, Ezkurdia y Galarza se diluían. Ese poderío inicial se transformó en una fuente que solo manaba errores. Con un parcial de 10-0, los jóvenes le dieron la vuelta al marcador y al partido. El delantero amezketarra entró en ebullición y comenzó a carburar. Martija también lo hizo. Fue de menos a más. Su apertura al ancho con la que cerró el 12-11 tras llegar a una parada en el txoko de Ezkurdia fue decisiva para venirse arriba.

Y esa misma jugada fue decisiva en la transformación negativa del delantero de Arbizu. Se volvió loco, comenzó a entrar sin ton ni son a todas las pelotas que llegaban a sus dominios y su porcentaje de aciertos fue mínimo. Acabó desquiciado. Para colmo de males, la txapa también se cruzó en su camino con todo a su favor en el 20-14. Perdió los papeles y no le quedó otro remedio que asistir al triunfo de sus rivales, que se defendieron como gato panza arriba para conseguir el tanto que les daba la victoria. Un punto que vale su peso en oro.