Rahm, un pura sangre reina en Europa
Con 25 años y tres de oficio, Orden de Mérito, cuatro Rolex Series, tercero del mundo, cada vez más reconocible el legado de Seve en él... quien atisbe el techo de Jon Rahm que lo diga
Jon Rahm acepta que existe el destino. Especula con que las cosas pasan por algo y se declara como un individuo al que la ... vida le va poniendo en lugares imaginados. En lo que ha dejado de creer es la ensoñación. Todo parte del trabajo en justa combinación con el talento. El don se lo detectaron precozmente, aunque su caso no fue el de uno de esos chavales que ya juegan con palos mientras las paletas abiertas confirman que aún muerden con dientes de leche. El método le entró con disciplina. En la Blume y en Arizona State. Hace tres años y medio se zambullía en el golf como profesión. Ayer fue coronado rey de Europa. Y mira de reojo el momento de vestirse con galas de emperador.
Las velas de su 25 cumpleaños aún están humeantes. A la vuelta de la esquina Jon Rahm tiene dos bodas. La tradicional, para nosotros, en tres semanas en la Basílica de Begoña. La versión americana la celebrará el 29 de febrero en San Diego. Sarao californiano en la fecha menos repetida del almanaque. Nupcias con Kelley Cahill, su prolongación, compañera desde tiempo universitario. Banquete de perdices como buen augurio deseado.
Hablamos de un joven que en las distancias cortas es eso, un chaval jovial, infantil en algunas reacciones, divertido. Un proyecto de hombre de bien que disfruta con el 'dolce far niente'. Ese es su bien más preciado, el que no puede comprar con los millones que engordan su cuenta corriente. Casi treinta semanas al año surcando el mundo, concentrado en dar el mejor uso posible a los 14 palos que custodia para él Adam Hayes, su caddie. Debería haber un sistema para aislar la esencia de ambos, una combinación química perfecta. Jugar a la 'Play', bailar, algún deporte acuático si tercia, estar con los amigos que mantiene desde que aterrizó en Scottsdale más perdido que un pulpo en un garaje.
Las claves
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Para 2020 Sus siguientes techos a romper: ganar un 'Major', ser número uno mundial y colgarse el oro olímpico
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Mezcla exacta Ha nacido para esto. El talento venía de serie y la disciplina se la inocularon en la Blume y Arizona State
Pero su ADN le delata. Un pura sangre. Jon Rahm ha nacido para esto. Se barruntaba que sólo para reventar la bola. Error. O 'fake', que queda mejor en estos tiempos de postureo que corren. Ayer fue entronizado partiendo de trazos sublimes, delicados, apenas roces del pincel en el lienzo. Ascendía en el desierto dubaití una colina imaginaria, un muro. Lo hizo como va todo en él, con el garbo de quien avanza con calzas de siete leguas. Con jugadores como Txema Olazabal, Sergio García o Miguel Ángel Jiménez -es un pecado limitar la lista a ellos, pero hay que concentrar apellidos ilustres- abriendo huella, ha sido él quien recupera el testigo de Seve Ballesteros, 28 años después, como número uno del continente. Juega poco por estos pagos -aunque también puntuan los 'Majors' y Mundiales-, pero es que su rango de victorias es bestial. Jon Rahm ha superado con la muesca de Jumeirah a su idolatrado astro de Pedreña en precocidad para abarcar seis victorias en 40 citas del European Tour. Reduciendo la lista a las Rolex Series, la marca Premium, cuatro títulos en diez torneos, nueve entre los 10 mejores con un decimoquinto puesto en Italia como 'peor' resultado.
El año pasado Jon Rahm ya se asomó con descaro a los 'Grandes', el Masters lleva su huella impresa, y dispuso de tres torneos de ultramar en California para proclamarse número uno del mundo, lo que también fue Ballesteros el único en conseguir en su país. En España LJon Rahm ha logrado acercar a un campo de golf a 50.000 personas en Madrid para verle en acción. Su lloro más sentido se lo dedicó como homenaje de respeto a Tiger Woods al ganarle el partido individual en la Ryder Cup de las afueras de Versalles.
Hoy, al levantarse para cruzar el mundo de regreso a casa, ha visto que sólo hay dos rivales que se le resisten en el ranking mundial, Brooks Koepka y Rory McIlroy. Al resto les distingue por el retrovisor. O ni eso. Y conviene recordarlo, pecando de pesadez. En tres años y medio, lo que en cualquier otro oficio se necesitaría para prescindir del calificativo de aprendiz o meritorio.
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