Rahm cede en la última jornada ante McIlroy
El de Barrika llegaba como líder a los hoyos finales de The Players en Florida, pero una mala decisión y la presión le dejaron sin título
Le sobraron cuatro hoyos. O le faltó una buena decisión en el 11, cuando asomó su espíritu de tahur y empujó todas sus fichas al ... centro del tapete. Tampoco se dio de bruces Jon Rahm con el día soñado y pasó de la magia del sábado con un -8 a claudicar ante el campo, cediéndole al TPC Sawgrass cuatro golpes a los que hubiera necesitado añadir uno más para ponerse a la altura de McIlroy, el ratoncito que fue haciendo acopio de fuerza, fe y pegada para asestar el hachazo al The Players en lo que los amantes del boxeo llaman la línea del dinero, esa frontera imaginaria que se pasa cuando uno sabe que tiene dinamita en los puños.
Cruel moraleja para el jugador de Barrika, que en cuatro horas de juego pasó por todos los estados imaginables, desde una arrancada en falso con tres bogeys en los cuatro primeros hoyos, a resarcirse entre su mejoría y los males ajenos para mantenerse en el liderato en solitario y compartido, hasta que comenzó a descolgarse con un bogey al 15 que abrió la veda de su desgraciada traca final.
Tras su mal comienzo y un par de birdies que lo mantuvieron en la brecha, el momento clave para Rahm llegó en el hoyo 11. Un par 5 al que había reventado las costuras esta semana con dos birdies y un eagle previos. Salivaba imaginando otra heroicidad. la bola se le escapó al búnquer por la izquierda. Fleetwood golpeó antes que él en busca de green y acabó en el agua. El vizcaíno no lo tomó como un aviso. le pudo la ambición, la obsesión por romper la baraja, y su bola también acabó a remojo. Ahí sí surgió su queja, como un animal herido culpándose de haber caído en una trampa que hasta tenía anuncios de neón.
Se puso con -13 a rebufo de Pepperell y Vegas, y resistió hasta que con un birdie al 13 se enganchó al vagón de cabeza en el que ya viajaban Furyk y McIlroy. Hasta la bandera 14 no se descolgó. Quedaban cuatro hoyos, una hora. Todo o nada. Y salió cruz. En el 15 una escapada le hizo pegar el segundo golpe desde el asfalto de una vía de servicio e impactó con una rama. Otro bogey y dos golpes de demora para su sueño. Volvió a visitar la pinaza en el 16, que era su última bala y otro árbol le cerró el paso con la pelota a plomo hundida en el enésimo arenal de Sawgrass. El mal ya estaba hecho. Era injusto que se esfumara todo en tan poco espacio de tiempo y campo. Es golf.
Por buscar el imposible apuntó a un puñetero trapo en el 17 y remojó la segunda bola del día para que la cicatriz del doble bogey le recordara un axioma tan viejo como el deporte. Lo que pudo haber sido y no fue.
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