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Ana 'Nita' Carmona Ruiz, con la equipación de fútbol.
La historia de 'Nita', mujer en la calle y hombre en el campo

La historia de 'Nita', mujer en la calle y hombre en el campo

'Nita' Carmona Ruiz se disfrazó de hombre para poder jugar a fútbol a principios del siglo XX. Ella es la primera mujer futbolista de nivel de la que se tiene constancia en España

ITSASO ÁLVAREZ

Jueves, 11 de julio 2019, 19:28

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Jesús Hurtado, periodista deportivo en Málaga y coleccionista de artículos deportivos, se topó con la historia de Nita casi por casualidad cuando se puso a escribir la historia del Vélez Club de Fútbol, club Decano de la provincia de Málaga, que está a cuatro años de cumplir cien años. «Empecé a datar todos los futbolistas que jugaron ahí desde sus inicios. Busqué en archivos, hemerotecas digitales, crónicas... Di con fotos y empecé a recopilar datos de todos ellos. Me resultó especialmente complicado cuando llegué a los años 20. Algunos jugadores figuraban solo con un mote o con nada más que el apellido, así que consulté a los jugadores, ya muy mayores, que quedaban de la época. Vi que había un futbolista al que siempre se referían como 'Veleta', pero por mucho que buscaba no daba con su nombre. 'Veleta era un futbolista muy particular', me decían, y después se echaban a reír. Al final me lo contaron. 'Veleta' era una mujer y no podían decir nada porque hicieron un conjuro para mantener el silencio sobre este asunto durante años», explica el propio Hurtado, autor asimismo del blog Velezedario.

'Veleta' era el nombre que sus compañeros de equipo pusieron a Ana Carmona Ruiz, conocida desde niña como Nita, «porque para jugar se transformaba en hombre». En esos estaba terminantemente prohibido que las mujeres jugaran al fútbol, ya solo ponerse un pantalón corto era una temeridad, y para poder salir al campo sin que nadie se percatara de su condición Nita se cortó el pelo, se ponía la típica boina que utilizaban los jugadores para no llevarse cortes con las correíllas de cuero del balón, se aplastaba el pecho bajo unas cintas de algodón, como si se tratara de 'Víctor o Victoria', la película protagonizada por Julie Andrews en 1982, pero al estilo futbolístico. Con calzones largos, medias altas y camisetas holgadas resultaba imposible distinguir sus curvas. «Entraba al campo como mujer, saltaba al campo como hombre y luego salía otra vez como mujer. Cambiaba como una veleta», de ahí el apodo, evoca Hurtado. «Aparece en alineaciones e incluso en crónicas deportivas de la época en las que destacan su juego por encima del de los demás compañeros. Su pericia con el balón le hizo incluso protagonista de himnos de entonces. '¿A dónde vas, club veleño, con 'Veleta' de delantero? Voy al campo de tu equipo a meterte cinco a cero'». Nita jugaba en el centro del campo, aunque en ocasiones también se incorporaba al ataque marcando algún que otro gol hasta el final de su carrera deportiva, que finalizó con la Guerra Civil. De la trayectoria deportiva de Nita Carmona se conservan dos fotografías. En una de ellas aparece caracterizada como un varón con el equipo completo del Vélez CF de 1922. Alta, recia, seria, con el ceño algo fruncido y el pelo oscuro corto, parece uno más, ella está situada en el centro de la imagen. En la otra se la distingue bien como mujer y lleva puesta la equipación del Sporting de Málaga, donde también jugó. Nita aprovechó unos carnavales para tomarse esta imagen, «como si fuera un disfraz, parece ser que vio que era el único momento en que podía fotografiarse libremente de jugadora de fútbol».

Jesús Hurtado, periodista y coleccionista de artículos deportivos, descubrió la historia de Ana Carmona cuando se puso a escribir la trayectoria del equipo de fútbol de Vélez, decano en Málaga.
Jesús Hurtado, periodista y coleccionista de artículos deportivos, descubrió la historia de Ana Carmona cuando se puso a escribir la trayectoria del equipo de fútbol de Vélez, decano en Málaga. E. C.

Porque Nita sufrió lo suyo, teniendo en cuenta que entonces solo las mujeres de la jet set hacían algo de deporte (vela, hípica...) porque imperaba el absurdo cliché de que el fútbol, un deporte más bien «bruto», era cosa de hombres. Ella se aficionó viendo jugar y crecer el fútbol en las amplias explanadas que había en el puerto de Málaga, donde muchos marinos ingleses se ejercitaban propinando patadas a una reluciente pelota redonda. Hubo quien se enteró de que Nita jugaba y por atreverse a salir al campo (ella solía entrenar sola, cuando no había partidos) fue perseguida, le raparon el pelo, la metieron en comisaría... «Calamidades no pasó, pero sí castigos morales y numerosas descalificaciones, cuando ya en edad juvenil participaba en los partidos que se disputaban en la explanada cercana al cuartel de Artillería, hoy día popular campo de Segalerva», sostiene Jesús Hurtado. A veces llegaba a casa con arañazos y magulladuras, por los golpes que se llevaba entre tantas patadas y empujones con los chicos, y sus padres la castigaban durante días sin poder salir de casa. Los vecinos no ayudaban, no paraban de repetir a la familia de Nita que su proceder no era el de una dama y, para colmo, un tío suyo que era médico reprobaba su afición descarada por un deporte propio de hombres y «aseveraba constantemente que lo que hacía era perjudicial para la estructura corporal de la mujer». «Si en aquellos tiempos ver a una persona sudorosa correr tras una pelota ya estaba mal visto imagínense a una mujer», explica el periodista Jesús Hurtado.

Pero Nita, que había nacido en un barrio muy popular de Málaga, Capuchinos, contó con dos grandes cómplices. Su abuela Ana, que era la encargada de lavar la ropa de los jugadores, y el sacerdote Francisco Míguez Hernández, un gallego que llegó a Vélez en el año 1921. Míguez era un enamorado del fútbol y, al amparo de las directrices educativas salesianas, fundó el Sporting de Málaga. El club tenía un terreno de juego amurallado y un lema: «El deporte fortalece el cuerpo y el espíritu se entrena en el estadio de la Santa Misión». En ese campo se disputaban partidos de forma ininterrumpida todos los domingos. Cobraban una entrada simbólica a quien se acercara a verlos y el dinero se destinaba a los niños más necesitados del barrio. Nita y Míguez enseguida congeniaron, a él lo mismo le daba que fuera chica, sólo veía en ella a una jugadora que se dejaba la piel. Le dejaba entrenar allí cuando no había nadie e intercedió por ella siempre que pudo. Al final Nita tuvo que irse de Málaga y acabó en Vélez. «A ella la persiguen en Málaga de tal manera que, por mediación de un futbolista que era primo suyo, Quero, que jugaba en Vélez, acabó en ese equipo. La aceptaron y no dijeron que era una mujer. Ella entraba al vestuario como limpiadora, salía al campo como futbolista y, al terminar el encuentro, salía otra vez como mujer». Se ganó su puesto poco a poco. Primero fue colaboradora del masajista del equipo, Juanito Marteache. Luego se encargaba de limpiar la equipación de los jugadores en su casa, con su abuela Ana. Hizo amistad con la hermana de Juan Barranquero, el capitán del Vélez, y le convenció, a él y a su primo, para poder jugar. Y resultó. Incluso la apodada como 'Veleta' llegó a participar en la inauguración del primer campo de fútbol de la ciudad, haciendo primero de dama de honor junto a la madrina del campo, Dolores Castaños Monleón, y después jugando unos minutos cuando tuvo que sustituir por agotamiento a su compañero Vivar.

«Aquí estuvo jugando dos o tres años, a veces le llamaban los jugadores del Sporting. En aquellos tiempos el fútbol no era profesional, era lo que llamaban el profesionalismo marrón. Había jugadores que jugaban por unos metros de tela para hacerse un traje, a cambio de un trabajo o por unas pesetas... Por lo que fuera». Dejó de estar tan perseguida, hasta que «con el nacimiento de la Federación Sur y la Junta local de árbitros», la prohibición de poder jugar una mujer en una competición para hombres limitó su presencia en los campos de fútbol. «Algunos guardias urbanos controlaban, a demanda de la Federación, los partidos que se disputaban por si ella salía a jugar», revela Jesús Hurtado. Ana Carmona Ruiz murió muy joven, con 32 años, víctima de una fiebre exantemática, la conocida por entonces como «piojo verde». Fue enterrada con las camisetas del Sporting de Málaga y del Vélez FC en el cementerio de San Rafael de Málaga, en presencia de muchos jugadores y compañeros que compartieron con ella partidos y alineaciones «secretas». Su valedor, el Padre Míguez, había muerto cuatro años antes, en agosto de 1936, tras ser maltratado y fusilado por tropas milicianas. Fue beatificado por Benedicto XVI junto con otros 497 mártires en 2007 en Roma.

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