Beethoven pone banda sonora a un 'heroico' Tour
El tempo fijo de la primera fuga, la 'marcha fúnebre' de Powless en Jaizkibel y el 'scherzo' revolucionario de Lafay ponen música a la segunda etapa
Hay cimas que solo unos pocos elegidos logran alcanzar. Cumbres que están reservadas para aquellos que un día conjugaron la receta del esfuerzo, el talento y la suerte. Fue un mes de julio de hace exactamente 223 años cuando sucedió que Beethoven halló esa fórmula, la de la sinfonía más extensa escrita hasta el momento, su 'Heroica'. Cuatro movimientos que ayer se podían escuchar en el sonido del rotor y el pedalier de la que fue la etapa más larga de esta 'Grande Boucle'.
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Fueron 208,9 kilómetros en mi bemol mayor, con una extrovertida sección de cuerdas que protagonizó el 'allegro con brio' de la salida en Gasteiz. El tempo estable de la orquesta mantuvo la monotonía de un pelotón en el que apenas tres intrépidos se atrevieron a ser protagonistas, uno de ellos, quien ya se había alzado líder en la montaña bilbaína. Un sencillo arpegio que monopolizó los primeros compases de la fuga que, hasta el alto de Alkiza, no parecía sonar con el heroísmo que se le había presupuesto al inicio.
Fue ahí, en el tercer ascenso, donde cayó Cavagna, y luego en Gurutze donde el noruego Boasson-Hagen abandonó a su suerte al maillot verde de EF, tan enérgico y entusiasmado como esa 'anticipada' trompa que suena en la melodía. Esa quimera, sin embargo, iba a dejar demasiado abierta la puerta para que los fantasmas del compositor entraran a derribarlo todo.
Bajaban las revoluciones de los violines y la atmósfera se volvía cada vez más opresiva con el do menor de la 'Marcha fúnebre'. Cada pedala de Powless se hacía más densa a lo largo de los 7,2 kilómetros de subida, mientras la cima de Jaizkibel parecía alejarse con el fondo de un oboe llorón. Mientras tanto, los 1:40 minutos de ventaja que aún mantenía sobre el pelotón caían a plomo y la música de caza aumentaba su volumen en las rodaduras de los hermanos Yates, de Pogacar y de Vingegaard, eternos aspirantes. Las apuestas volvían a ser seguras una vez se escucharon las campanas del Santuario de Guadalupe.
Sin dedicatoria
En aquel 1803 Beethoven había dedicado su 'Heroica' a Napoleón pero, tal y como hizo al enterarse de su auto coronación como emperador, del mismo modo desapareció el nombre del estadounidense Powless de la dedicatoria de esta partitura, tras cuatro horas llevando la batuta y a falta de solo 19,2 kilómetros para dar el acorde final. El gernikarra Pello Bilbao se animó a interpretar un valiente 'Scherzo' en el rápido descenso hasta Pasaia, pero el auditorio de la Zurriola quería dirigir un final que ya parecía anunciado.
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Fue entonces cuando la espídica reacción de 'un tal' Lafay le otorgó el papel de concertino ante la sorpresiva mirada del resto de músicos que, en formación de 'tutti', apenas pudieron seguir el 'allegro molto' que marcaba el de Lyon. Una coda 'in crescendo' apretó el final de obra sin poder evitar el grito al aire de esta sinfonía ciclista que fue 'Heroica', revolucionaria y con los aires de 'La Marsellesa'.
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