Pau Gasol, el deportista moderno

El talento de Gasol iba más allá de la pista, pero siempre tuvo muy claro que todo empezaba en la pista. Dotado de unas condiciones naturales impresionantes que le llevaron a la cima, una vez allí nunca confundió el orden de los factores. La fama, el dinero, la influencia, los contratos publicitarios... Todo partía del baloncesto. De ahí su obsesión por el juego, la preparación y la competitividad. Sin eso, todo lo demás es humo. Pero Gasol entendió también desde el principio que el trabajo de un profesional de máximo nivel no acaba en la pista.

Es un rasgo de inteligencia, natural, al que su llegada a Estados Unidos dotó de contenido y fundamentos teóricos. La cultura americana tiene interiorizado el sentido del espectáculo, el contacto del deportista con el aficionado. La dimensión pública de su trabajo es algo que se asume como parte inseparable de su tarea junto al juego. Algo que en Europa no se tiene tan claro, pese a que los departamentos de comunicación de los grandes clubes de las modalidades principales son verdaderos ejércitos. Aún hay reticencias a la exposición pública abierta.

Es contraproducente, porque los deportistas que pasan a la historia son los que trascienden los límites de su especialidad. El deporte es cultura popular y sin eso decae. La simple exhibición de cualidades técnicas o físicas fuera de lo normal es insuficiente. El deportista encerrado en sí mismo, también. Es en ese sentido en el que Gasol ha sido un deportista moderno. Y ese es su legado.