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Nerea Sarriegi
Martes, 12 de noviembre 2019
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Dobla la edad a la mayoría de los participantes; en muchos casos, la cuadriplica... pero eso no le asusta. Ignacio Muriel volvió a ponerse en la línea de salida el domingo, para correr su Behobia - San Sebastián número 40. Todas, consecutivas en el año en el que ha soplado 80 velas. Es un 'runner' atípico. No lleva ropa fosforescente ni un reloj con GPS, tampoco zapatillas carísimas. No sube fotos a las redes sociales contando los tiempos parciales de sus kilómetros, no le hace falta. Lo que le gusta es correr. Sin embargo, este guipuzcoano por adopción (nació en Erandio pero lleva en Donostia desde los 18 años), no se puso su primer dorsal hasta los 40.
«La primera Behobia que corrí fue la segunda de la era moderna, en 1980. Fue un poco por casualidad, vi un anuncio en el periódico y decidí apuntarme, aunque no estaba muy convencido, no me había entrenado. Se lo conté a un amigo de Egia y le dije 'me he apuntado, pero no sé si llegaré'. Y él me respondió: '¡Cómo no vas a llegar, claro que vas a llegar!'. Si me hubiese dicho que no en vez de que sí, seguramente no me hubiese atrevido. Yo no corría, el deporte que me ha gustado siempre es la pelota. De hecho, cada vez que voy a un pueblo lo primero que hago es visitar su frontón y aún doy algunos golpecitos. Pero desde aquella Behobia he corrido todas, sin excepción. No he fallado ni una en los últimos cuarenta años».
Marcó su mejor registro en esa primera carrera, 1h27. Y aunque ahora el tiempo le importa menos, hay un objetivo que se obliga a cumplir: cruzar como sea la línea de meta. «No he hecho una buena marca esta edición, pero he cumplido y he entrado en el tiempo que da la organización. No terminarla hubiese sido un fracaso, la Behobia lo es todo. Los últimos años he corrido con una lesión en la pierna y este año también, de hecho fui con una venda. Pero me preparo para terminarla y así lo hice».
Mucha gente no le cree cuando les asegura que ya ha cumplido 80 años. «Algunos me dicen que tengo menos años de los que tengo», ríe. Pero él está convencido, si la salud se lo permite, de que volveremos a verlo en Behobia. «Quizás el año que viene esté incluso mejor que este. Mi familia no quiere que corra más, este año me han dejado de casualidad». Tiene cinco hijos y cinco nietos, que en alguna ocasión han compartido zancadas con él, también en la Behobia. Y aunque le digan que pare, disfrutan de ver a su padre feliz. Una de sus hijas, Dafne, compartía estas palabras en sus redes sociales: «Es un ejemplo para toda la familia de que con esfuerzo y confianza todo se logra en la vida. Es un ejemplo para mí, de que no hay nada imposible. Siempre ha sido luchador y trabajador. Aupa Aitona!».
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