Hace un año, en Zinemaldia, viví una de las experiencias más bonitas e inolvidables de mi vida. 'Suro', mi primer largometraje, se estrenó en el ... Kursaal en la Sección Oficial. Aquella fue la primera vez que compartimos la película con los espectadores y todo el equipo pudimos sentir el cariño que se nos regaló en forma de aplausos. Allí estaban compañeras y compañeros de profesión, nuestras familias, amigos y, en mi caso, la gente de la ciudad que yo llamo nire etxea.
Ese día, aquí en Donostia, la película dejó de ser nuestra y pasó a ser de todo el mundo. Desde entonces, la película es de quien la vea, de quien la comente y de quien la comparta. Esa dimensión, la de compartir el cine con la gente, la de hacerlo con la gente, se me revela de forma intensa en las proyecciones de Zinemaldia. Se hace visible cuando miro los rostros de cineastas y espectadores en presentaciones y coloquios, cuando escucho las conversaciones en bares, calles e incluso en la playa.
Yo pienso que el cine es un acto colectivo. Es comunidad. Y un festival de cine también lo es. Eso no contradice poder ver films en la intimidad. Yo mismo he visto películas cruciales en la soledad de una habitación, pero la experiencia de verlas en la sala es irreemplazable y este festival amplifica la fuerza de hacerlo juntos. Y ya que mencionamos a quienes lo hacen, quiero hablar de todas las personas que trabajan para sacar Zinemaldia adelante.
El año pasado pude comprobarlo de primera mano. Desde las que tienen la tarea más invisible a la más protagónica, levantan el festival con energía, con eficacia, con talento y con mucho cariño. Creo que ese cariño es el mismo que estaba en los aplausos de aquellos espectadores. Es el que da alguien que se sabe y se siente parte de un conjunto, en este caso, consagrado al cine. Por eso, a todas las personas que trabajan en Zinemaldia: Eskerrik asko.
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