El cine nuevo sabe a sopa de langosta y suena post-punk

Sin rencor. Lo vital es que tenemos cine nuevo y bueno a punta pala. Hecho por gente que vendería su alma al Diablo por seguir filmando, caso de Joao Paulo Miranda María y su 'Casa de Antiguidades'. Y que certifican que hay una Polonia que ha dejado de lamerse las heridas del pasado para plantarle cara al presente, 'I Never Cry'. Cine borracho y feroz. Coreano y sureño, naturalmente, 'Gull'. Cine con niños fieros a los que defienden bestias muertas, 'Chupacabra'. Cine de género con marca de autor, 'Hil Kanpaiak'. Cine servido crudo y saboreado a fuego negro, 'Ane'. Prestidigitación cinematográfica. Seguro que en un duelo con la cámara, Xingyl, el maestro de 'Slow Singing', vencería sin aspavientos a la directora de 'Begining' y su plano fijo de 12 minutos. A veces, el plano secuencia y el travelling no son chulería sino la materia de la que está hecho el (buen) cine.

Y luego tenemos todas las Américas. Porque Fernanda Valadez podría sacarles los colores, en la misma frontera entre México y USA a Iñarritu y Arriaga. Su 'Sin señas particulares' es, sin más, impresionante. El cine tiene futuro. De Vasconia a Islandia y más allá. Para celebrarlo, deberíamos tomarnos una sopa de langosta. Porque 'Lobster Soup' es prueba de que el celuloide de la 68 supo más que sabroso.