En un mensaje publicado hace unos días en su cuenta de Twitter, Dani Carbonell escribía: «Música y conciencia, fiesta y actitud». Son, efectivamente, las principales ... señas de identidad de Macaco, el grupo que el músico catalán lidera desde hace ya dos décadas. Sólo cuatro años después de actuar en Sagüés, el sábado regresó al mismo lugar para 'mancharlo' con sus ritmos mestizos y protagonizar una buena juerga.
Macaco
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Fecha: 17/08/2019. Lugar: Explanada de Sagüés (Donostia). Asistencia: Lleno.
La banda, completada por seis músicos de diversas procedencias, comenzó con la introducción que lleva el título de su último álbum, 'Civilizado como los animales' (2019). Desde el primer momento quedó claro que el reggae sería el ingrediente esencial del potaje sonoro de la función, que continuó con 'Vívela' y su ración de vientos sintetizados. No habían sonado ni dos canciones y el artista ya tenía a la gente comiendo de su gorra y atendiendo a sus múltiples requerimientos: el más habitual fue la orden «¡Esas manos en el aire!»
Ni siquiera le importó quemar en tercer lugar uno de sus más importantes cartuchos, el himno 'Moving', dedicado a quienes luchan contra el cambio climático y, en especial, a Greenpeace, «porque no hay planeta B». Entonces comenzó la ristra de alusiones a causas justas que convierten los conciertos de Macaco en una sucesión de reivindicaciones. A veces corre el riesgo de caer en la caricatura, especialmente cuando se transforma en un expendedor de proclamas o defiende la multiculturalidad chapurreando en inglés, portugués, francés o con acento mexicano. Quizá a los más cínicos o descreídos su concienciada propuesta les parezca 'buenrollismo' ramplón del tipo 'United Colors Of Benetton', pero resulta difícil estar en desacuerdo con mensajes como el que lanzó antes de 'Seguiremos'. En ese instante se acordó de Proactiva Open Arms, la ONG cuyos miembros luchan por salvar vidas en el Mediterreáneo. «Todos hemos sido refugiados en algún momento de nuestra historia. ¡Nadie es ilegal!», proclamó antes de impregnar con ritmos arábigos y dub 'Valientes', con quejíos flamencos sampleados. «¡Somos hijos de la mezcla!», recordó varias veces.
Sin embargo, también cantó letras consagradas al más universal de los temas como 'Love Is The Only Way', que podría traducirse al euskera como 'Maitasuna da bide bakarra', o 'Lo quiero todo', composición sobre «la aceptación en el amor», algo que, según advirtió, no debería confundirse con el conformismo. Pero ante todo, abundaron los momentos festivos como 'Bailó la pena', fruto del amor de Macaco por los juegos de palabras, o 'Tengo', una rumba divertidísima y llena de coros, coreografías y sorpresas: el guitarrista eléctrico tocó mientras se deslizaba por el escenario sobre sus zapatillas con ruedas y Carbonell imitó con la voz el lamento de una trompeta de jazz.
Uno de los pocos momentos de introspección fue 'Blue, diminuto pequeño azul', una pieza inspirada por el astrónomo Carl Sagan que en el último disco cuenta con la ayuda de Serrat y Drexler, pero la sandunga regresó con brío rumbero en 'Somos la fiesta', auténtica declaración de principios que reactivó la jarana. Al acercarse al final, alardeó de los 140 millones de visitas que tiene su vídeo 'Coincidir' -«No son números, son personas, son ustedes»- y fundió esa canción con 'Volar'. El último tema de este año en Sagüés fue el conocido éxito 'Con la mano levantá', que incluyó un portentoso solo de Muchacho, «capo de la rumba catalana», para desembocar en un final hipnótico con Dani musitando el mantra «El mundo de los sueños no tiene dueño, el mundo de los sueños no tiene techo». «¡Seguiríamos tocando pero no nos dejan!», lamentó ante los insistentes gritos de «Beste bat, beste bat!». Resultó evidente que para la muchedumbre que abarrotaba la plaza valió la pena bailar con Macaco.
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