El mamarrachismo como virtud

El adjetivo mamarracho suele ser utilizado casi siempre en términos peyorativos y denigrantes para intentar rebajar la importancia y la seriedad de cualquier propuesta audiovisual para calificarla como indigna de ser vista. Pero tenemos casos como 'Emily in Paris' donde puede ser considerado como una virtud, al buscar y permitir un escapismo total y de lujo, que es lo que muchas personas necesitan en determinados momentos en estos tiempos tan complicados.

'Emily in Paris' es como un cuento de hadas ambientado en un París donde todo el mundo es perfecto y guapísimo. Un marco ideal para las aventuras de Emily, una joven de Chicago, que aterriza en la capital francesa dispuesta a comerse el mundo con su cuenta de Instagram por bandera, en un puro entretenimiento ideal para pasar unas horas soñando con nuestros recuerdos o nuestros deseos de conocer París.

La trama. Una importante empresa de marketing y comunicación de Chicago compra Savoir, una prestigiosa empresa francesa de mercadotecnia para empresas de lujo. Como parte de la adquisición, Madeline, una ejecutiva estadounidense que domina a la perfección el francés, debe desplazarse a París durante un periodo de un año para coordinar la fusión y la cultura empresarial del conglomerado.

El problema surge cuando Madeline queda embarazada y debe renunciar al viaje, por lo que es sustituida a toda prisa por su asistente Emily, una joven veinteañera tan llena de entusiasmo como desconocedora del idioma francés y de la idiosincrasia parisina.

'Emily in Paris' tiene la estructura clásica de un historia de 'pez fuera del agua', en este caso el desplazamiento de la joven Emily a un lugar completamente nuevo y desconocido para ella como París. Un lugar que tiene mitificado en su imaginario interno y que sueña con descubrir y compartirlo para todo el mundo a través de su cuenta personal de Instagram, su ventana al exterior.

Ese aterrizaje va a tener dos lineas principales de desarrollo: la laboral en el seno de Savoir, donde es recibida con una animadversión total por parte de la directora y jefa Sylvie, que no entiende el valor añadido que puede aportar esa niñata estadounidense sin hablar ni jota de francés ni conocer a los franceses. En paralelo iremos descubriendo su vida personal, con sus devaneos amorosos de todo tipo en la capital francesa. al estilo de las comedias de enredo.

El vestuario es una parte muy importante de 'Emily in Paris', con cambios de modelitos a cada escena, que son un atractivo muy importante para los amantes de la moda, que van a poder opinar y discutir sobre cada nueva combinación que exhibe Emily, tanto en el trabajo como en las calles de París.

La ficción es una historia aspiracional para soñar con ese París ideal, donde no vamos a ver ni rastro de los chalecos amarillos ni de los problemas de todo tipo que tiene la ciudad parisina, pero que funciona a la perfección como una evasión de lujo.

Su creador: Darren Star (Sensación de Vivir, Sexo en Nueva York) había viajado en su juventud de mochilero por Europa y quedó deslumbrando en su visita a París, donde residió por un tiempo en el barrio del Marais, empapándose de la experiencia parisina, a pesar de no tener ni idea de francés. Su fascinación por París ha sido una constante en todas sus series anteriores, hasta que decidió dedicarle esta serie como su particular carta de amor, y siempre fiel a su estilo particular.

La actriz: Lily Collins (la hija del gran músico Phil Collins) es la interprete perfecta para Emily, consiguiendo gracias a su gran naturalidad y empatía hacer creíbles todas las cosas tan increíbles que le suceden en París. Su actuación eleva mucho la superficialidad inicial de su personaje, y eso es un mérito absolutamente suyo, lo que le llevó a la gran sorpresa de ser nominada para los Globos de Oro como mejor actriz de comedia.