Residencias artísticas en lugares «a los que nunca imaginarías ir»
El proyecto Moving Artists fomenta el intercambio entre artistas vascos y creadores procedentes de zonas marcadas por el conflicto
Entre los desastres de la guerra también se cuelan, más a menudo de lo que parece, el arte y la solidaridad. Se demostró ayer en ... la sala Kubo-Kutxa del Kursaal con motivo de la presentación del proyecto Moving Artists, que promueve el intercambio entre artistas vascos y creadores procedentes de lugares en conflicto.
La presentación se enmarca en las actividades paralelas organizadas con motivo de la exposición 'El sueño de la razón'. La muestra, que tiene su origen en el 200 aniversario del inicio de la serie de las 'Pinturas negras' de Goya, quiere aproximarse a la influencia que el pintor ha ejercido entre los artistas de nuestro tiempo.
De los artistas surge, y a ellos se dirige, Moving Artists. Aprovecha una fórmula muy extendida en el mundo del arte, la residencia -en este caso de dos meses-, para fomentar la movilidad y el conocimiento entre artistas que, de otra manera, tendrían pocas posibilidades de compartir experiencias vitales y artísticas.
En el origen del proyecto se encuentran la fotógrafa vizcaína Ixone Sádaba (Bilbao, 1977) y un viaje que modeló su manera de ver las cosas. «Todo comenzó en 2008, con una invitación de la Fundación Delfina Entrecanales. Me invitaron a realizar una residencia artística en Londres y estando allí, casi por casualidad, acabé viajando con ellos al Kurdistán iraquí», recuerda Sádaba.
Carencias comunes
Tras aquel primer contacto, «seguí viajando y establecí muchas relaciones con artistas de zonas en conflicto o en post conflicto. En todos los lugares me daba cuenta de que los artistas estaban culturalmente aislados del resto del mundo. Consecuentemente, también nosotros estábamos aislados con respecto a ellos. Había carencias por ambas partes».
Después de muchos viajes y de muchas experiencias que le sirvieron para confirmar aquellas primeras impresiones, empezó a dar forma jurídica, junto con el abogado Ignacio Rodríguez Tucho -«también ha viajado mucho y conoce muy bien la realidad de esos lugares»-, al proyecto Moving Artists, configurado como una organización independiente sin ánimo de lucro que nació con la idea era favorecer la movilidad, el intercambio y el diálogo entre artistas vascos y creadores procedentes de países con los que habitualmente no hay muchas relaciones culturales.
«Los artistas en zonas de conflicto o post conflicto están aislados del resto del mundo, y nosotros estamos aislados respecto a ellos»
«'Tenemos un problema con el terrorismo, pero no somos terroristas', dicen. Y, salvando las distancias, es algo que nos suena...»
«Es como un antes y un después. En 2018 Niga vino con la cabeza cubierta y volvió a casa con el pelo rapado al uno y azul»
El proyecto se gestó y nació aquí pero, en palabras de Ixone Sádaba, en realidad «viene de allí». Los artistas que conoció en sus viajes «no podían conseguir visados, se sentían aislados, y me decían 'trae a tus amigos. Tenemos un problema de terrorismo pero no somos terroristas'. Y, salvando las distancias, es algo que nos suena...», recuerda.
El primer intercambio tuvo lugar en 2018. Dos artistas del Kurdistán iraquí pasaron seis semanas en Bilbao y, como contrapartida, dos artistas vascos realizaron una residencia de la misma duración en Solimania, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí. Los 'socios' locales en una ciudad «que en la actualidad tiene una enorme vitalidad cultural» son Tobacco Factory (una fábrica de tabaco dedicada en parte al arte y la cultura) y Metrography Agency, una agencia de fotógrafos independientes.
Del Kurdistán iraquí vinieron, por su parte, Azar Othman, que basa su trabajo en la creación de arte visual a través de las nuevas tecnologías, y la fotógrafa Niga Salam. Les devolvieron la visita Begoña Zubero (Bilbao, 1962), también fotógrafa, y el artista navarro Taxio Ardanaz (Pamplona, 1978).
Un choque positivo
Los principales apoyos de un proyecto que también ha solido recurrir al crowfunding son la Diputación de Bizkaia y el Ministerio de Asuntos Exteriores, y los espacios en los que se materializan las residencias Bilbao Arte y Matadero de Madrid. En el caso de Madrid, los intercambios se producen con artistas palestinos.
«De momento, nos ceñimos a esos lugares y a las artes plásticas, pero nos encantaría poder llegar a otros países y a otras disciplinas», admite Ixone Sádaba, añadiendo que «estaría muy bien encontrar apoyos también en las instituciones de guipuzcoanas».
Puede decirse que Gipuzkoa ha estado presente en la edición de 2019 a través de la fotógrafa Idoia Montón (San Sebastián, 1969) , que junto con Zigor Barayazarra (Bilbao, 1976) permaneció durante dos meses en Solimania. Quienes están ahora en Euskadi son Gashbin Othman, que participó ayer en la presentación del proyecto, y Ahmed Mohmed. La primera, una estudiante de Estadística de 19 años, reside en Solimania. Ahmed es de Mosul. «No sabíamos si iba a poder venir -dice sobre él Sádaba-, porque aunque Solimania y Mosul, devastada por la guerra, no están demasiado lejos, son dos mundos completamente distintos».
Ixone Sádaba asegura que el viaje está lleno de incertidumbres en ambos sentidos: «Los de aquí van con un poco de miedo, porque no saben con qué se van a encontrar, aunque a la vuelta todos coinciden al afirmar que no es lo mismo una beca o una residencia en París, en Londres o en Nueva York que una que te lleve a un sitio al que nunca habrías imaginado ir».
Los que vienen también se encuentran con un mundo y un estilo de vida que no les resultan familiares, sobre todo porque «intentamos seleccionar gente que no haya salido antes». Por lo tanto, «el choque cultural se produce en ambos sentidos, pero es un choque positivo, y la experiencia supone un antes y un después. Por ejemplo a Niga, la chica que estuvo en Bilbao el año pasado, le costó mucho venir, porque en casa no le querían dar permiso. Llegó con la cabeza cubierta y volvió con el pelo rapado al uno y azul. Y así sigue».
Gran parte del éxito de la iniciativa, dice Ixone Sádaba, radica en la confianza, aunque no niega que hay prejuicios arraigados en las dos partes. En este caso, sin embargo, «la recepción es buenísima porque se basa en relaciones entre artistas, sin intervención de otros elementos que, sobre todo allí, generan cierta desconfianza». Alcanzar ese clima de confianza es, junto con las complicaciones relacionados con los trámites administrativos como la obtención de visados, «que se le dan muy bien a Tucho», la principal dificultad de un proyecto que, por lo demás, «no resulta particularmente costoso» y aporta mucho a todos los participantes.
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