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Ha sido un éxito de público, pero ya solo queda de plazo hasta este domingo para descubrir las nuevas revelaciones sobre el pasado de la Parte Vieja y el puerto donostiarras. La asociación Áncora, responsable de esta exposición incluida en la bienal de arquitectura Mugak, pide ahora que las instituciones aprovechen todos los «hallazgos inéditos» incluidos en la muestra, así como que se edite una publicación con sus contenidos.
La muestra, instalada en el Instituto Vasco de Arquitectura, en el convento de Santa Teresa, «podría haberse prolongado por la demanda de público, pero nos dicen desde la Diputación que tienen que empezar ya las obras para acondicionar el edificio como sede de diferentes servicios del Koldo Mitxelena antes de que empiece la rehabilitación del centro cultural», dice Alberto Fernández-D'Arlas, de Áncora, que recuerda que la exposición «pone el énfasis en el valor de nuestros edificios civiles, más allá de los religiosos, más estudiados». Entre las revelaciones de la muestra figura «descubrir la autoría de tres edificios de Silvestre Pérez en San Sebastián, dato novedoso que tiene interés dada la relevancia del personaje, uno de los arquitectos académicos más brillantes del siglo XIX».
Las lagunas de los archivos
Desde Áncora recuerdan que la exposición «aporta en gran medida datos inéditos, ya que apenas existen estudios sobre los edificios particulares que componen el casco histórico de San Sebastián. El centro de interés de los historiadores siempre fue el patrimonio religioso, y la arquitectura residencial permanecía prácticamente ignorada. Esta falta de atención venía inducida por la penuria documental, puesto que son pocos los planos de construcción que se conservan en el Archivo Municipal».
Explica d'Arlas que «hemos identificado por vez primera a arquitectos y promotores, y estudios posteriores irán perfilando la biografía de estos profesionales que son los verdaderos artífices de la Parte Vieja, como José Antonio Betelu, Manuel Aramburu, Eustaquio Díez de Güemes, Joaquín Antonio de Elósegui, los Aguirresarobe y los Osinalde, padre e hijo».
Paralelamente se ha ensanchado la nómina de obras realizadas por autores conocidos, «empezando por el propio Ugartemendía, director de la reedificación de la ciudad durante dos décadas». «Esta aportación contrasta con pérdidas documentales que se denuncian en la exposición, como el extravío de los planos de la antigua Casa Consistorial, hoy sustituidos por vulgares fotocopias. Sus trazas originales fechadas en 1819 se prestaron al Colegio de Arquitectos y no fueron devueltas. Se trata de un patrimonio de todos los donostiarras que debería ser reclamado por el Ayuntamiento y restituido con urgencia».
El autor de esa Casa Consistorial, Silvestre Pérez, «es uno de los arquitectos más brillantes del neoclasicismo, difusor en España de la Ilustración». Por su condición de afrancesado radical se exilió en París y regresó como arquitecto municipal de San Sebastián «gracias a su prestigio y el apoyo de su discípulo Ugartemendía», inciden en Áncora.
Hoy viernes la exposición puede visitarse de 17.30 a 20.30. Mañana sábado y el domingo, de 11.00 a 14.00 y de 17.30 a 20.30. Hay visitas guiadas hoy viernes y mañana a las 19.00 (en castellano) y también mañana sábado a las 12.30 en euskera.
Un gran número de los proyectos de Silvestre Pérez (1767-1825) se custodian en la Biblioteca Nacional de España y la Academia de San Fernando. Tras acudir a ambas instituciones, los investigadores de Áncora identificaron nuevos edificios de su autoría en Donostia. Se trata de residencias particulares: el palacio Tastet (calle San Jerónimo, 20), las viviendas para los hermanos Bermingham (calle Puerto, 14 esquina calle Mayor, 16) y, ya fuera de la Parte Vieja, la casa de campo de Errondo Aundi (Errondogaña, 25).
La residencia principal de los Tastet «es un edificio de una monumentalidad y calidad constructiva excepcionales, al que el Gobierno Vasco no reconoce interés arquitectónico individual, catalogándolo en su nivel de protección más débil». Las casas contiguas de los Bermingham en el ángulo de las calles Mayor y Puerto «se encuentran profusamente documentadas en la Biblioteca Nacional» pero solo cuentan con protección básica. Errondo Aundi es la finca de recreo más antigua de la ciudad «y ni siquiera se encuentra catalogada». Erigida hacia 1820 «es ajena a la eclosión del pintoresquismo».
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