Problemas y desasosiegos que daría la inmortalidad
llargi Guztiak. En su cuarta semana el rodaje se ha tenido que parar, pero Igor Legarreta continuará en cuanto se pueda su segundo largometraje en escenarios de Gipuzkoa y Navarra
Iba a cumplir su cuarta semana de rodaje pero el director Igor Legarreta (Bilbao, 1973) tuvo que proclamar el viernes pasado un «corten» con eco indefinido. La producción de su segundo largometraje 'Ilargi Guztiak. Todas las lunas', como tantas otras cosas, tuvo que ser interrumpida. «En los días previos ya nos iban dando indicaciones de la productora para tener cuidado y evitar contagios, pero el viernes con el estado de alarma tuvimos que parar, claro», explicaba ayer por teléfono el cineasta. «Y así estamos, cada uno en su casa cumpliendo el aislamiento y a la espera de que esto se arregle».
Con más resignación que preocupación, Legarreta no oculta que «interrumpir un rodaje es algo insólito, ocurre muy pocas veces y no por un motivo como este. Es complicado, porque interrumpes toda la dinámica de trabajo, las localizaciones están todas concretadas para unas fechas en función de cada escena, el equipo de arte va trabajando en avanzadilla en las siguientes localizaciones... Se interrumpe el trabajo de un montón de gente que tiene estar coordinada con un plan muy establecido y con unos plazos muy concretos, para que en cuanto termine el rodaje empiece el montaje, la banda sonora, los efectos especiales... Más de cien personas implicadas en un proceso de producción que de pronto se interrumpe». Profesionales que además tenían luego comprometidas otras películas y series, que también se retrasarán.
Una huérfana en el bosque
Pero como todo se reanudará tarde o temprano, «confío que sea dentro de cuatro semanas», Legarreta sigue con el mismo convencimiento de contar la historia de una niña huérfana de 12 años que al final de la tercera guerra carlista sufre un ataque en el orfanato en el que vive y queda malherida. Cree que va a morir, y aparece una mujer extraña a la que la niña toma por un ángel, y le pide ayuda. La mujer se la lleva a una cabaña en el bosque y le ofrece la posibilidad de evitar la muerte a cambio de su compañía.
«El planteamiento de la película es que conseguir la inmortalidad puede ser una condena en sí misma», apunta Legarreta, también guionista del filme junto a Jon Sagalá. «Así que vivimos todo un viaje con la niña mientras intenta revertir de alguna forma ese proceso. Habla de que la vida y la muerte forman parte de lo mismo, se complementan, la muerte nos da perspectivas respecto a la vida. Y quitar la muerte de la ecuación nos abre la puerta a algo que no sé lo que es pero no es vida. No le veo gran interés a eso de vivir eternamente».
Además de la guerra como nexo entre las tres épocas de finales del siglo XIX y comienzos del XX en que se desarrolla la película, está el trasfondo de la religión. «Entiendo que la promesa de la vida eterna que da la religión es como una proyección de los deseos de la humanidad. Supongo que el miedo a morir es lo que nos lleva a seguir los dictados de una religión que nos promete que después de la muerte podremos seguir viviendo, y además eternamente. El problema de la religión es que muchas veces te lleva a olvidar la vida terrenal».
Rodada en euskera, y con el impulso de una de las productoras más potentes del reciente cine español, Arcadia ('Madre' de Rodrigo Sorogoyen, 'Blancanieves' de Pablo Berger) y la asociación de la donostiarra Kowalski Films entre otras firmas, 'Ilargi Guztiak. Todas las lunas' tiene como protagonista total a la niña Haizea Carneros, reclutada en un arduo 'casting' y a los actores Itziar Ituño y Josean Bengoetxea. Y cuenta con técnicos de primera, muchos de ellos ganadores del Goya por 'Handia o 'La trinchera infinita': Laurent Dufreche en el montaje, Mikel Serrano en la dirección de arte, Pascal Gaigne en la música, Alazne Ameztoy en el sonido...
Ya habían rodado en Mutriku, Orozko, Artikutza y Urbasa. «Está siendo un rodaje muy duro», asegura el cineasta. «Teníamos muchos exteriores, bosques, cuevas, lagos, el caserío... En Artikutza, durante tres días de los cuatro que estuvimos no paró de llover ni un solo minuto. Estuvimos bajo la lluvia y metidos en el barro todo ese tiempo. La película pedía un clima de invierno, ¡pero no tanto!». Ahora el tiempo que esperan es el de rodar.
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