La poesía de la perdición

El existencialismo sombrío de 'Abolir el alma', inspirada en Ciorán, contrastó con el tono más luminoso de 'Las tornas cambian', muestra del brillante pop que preside el álbum. No tardó en retroceder a los años de Deriva con 'Algo delicado y difícil', primera colaboración de su inseparable Virginia Pina a los coros, e incluso a los tiempos más remotos de Amor a Traición con la gema 'Somos siempre principiantes'. Al frente de un supergrupo, también desgranó melodías recientes: 'Arcadia en flor', 'Sé libre, sé mía', 'Como Cortés', 'Mis ayeres muertos'...

A partir de este rabioso himno rock, mejoró un sonido que debió pulirse más para degustar sin obstáculos «la poesía de la perdición» que Berrio cita en 'Dadme la vida que amo'. Entre trago y trago de vino, hubo instantes de humor ('Considerando'), baladas románticas ('Tu nombre'), más pop radiante ('Mi álbum de nubes del cielo') y dos momentos íntimos: 'El mundo pende de un hilo', que tocó él solo con la guitarra eléctrica, y 'Niente mi piace', interpretada a dúo con el bajista. Se despidieron todos con 'No solo de amor' (Deriva) y regresaron con el bis 'No pienso bajar más al centro' (Amor a Traición), un clásico escrito hace 25 años por un autor en plena forma que hoy tiene nulos rivales como músico y letrista en español: es una suerte tenerle tan a mano.