Ni una sola plaza de aparcamiento en los alrededores, los taxis dejando viajeros frente a las puertas, donde se agolpa un numeroso público. ¿Quién torea ... en Illunbe? ¿Qué cartel de toros y toreros propicia semejante entrada? Enseguida la realidad se impone y no son festivos espectadores sino sufridos donostiarras en busca de una vacuna. El toro que se va a lidiar no está en el ruedo, está en el ambiente; ha demostrado ser un bicho de aviesas intenciones al que hay que ir de frente y por derecho. De encaste desconocido, carifosco, cuajado y bien rematado.
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La pasada temporada había saltado al ruedo, barbeando las tablas. Agresivo y tobillero, hubo que atarse los machos. Se intentó un quiebro, un pase por alto para darle salida, pero el marrajo no se encelaba ni en fármacos de brega ni en cuidados habituales. Imposible escurrir el bulto. Científicos, sanitarios: lidiadores de lujo, y los responsables públicos como primeros espadas, se calaron mascarillas, guantes y epis. Se paró la primera acometida tapándose tras el burladero, aunque las voces de alerta eran órdenes, pero se percibían como lamentos. Todos estaban al quite. Se intentó templar su embestida con lances no siempre ortodoxos…. el desconcierto aumentaba. Se produjeron revolcones, se intuían las cornadas y éstas llegaron. Muchas y con trágicos resultados.
Esta temporada, las vacunas han hecho el paseíllo. Con faenas de aliño, estos espadas, van controlando la lidia. Si aciertan, vuelta al ruedo. Pero ojo, falta acertar con la puntilla. Hasta el rabo, todo es toro.
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