Decir Carmina Burana es casi lo mismo que decir Orfeón Donostiarra y quizá esta analogía es la que hizo anteayer que se agotaran las entradas ... el Kursaal. Eso y quizá un cierto optimismo que se empieza a respirar y que se sentía entre el patio de butacas nos hizo vivir un ambiente más festivo que el de los últimos conciertos. Y más con la obra de Orff, aunque como en el caso del domingo se optara por la versión para dos pianos y percusión que, dicho sea de paso, funciona perfectamente en una composición como esta en la que el ritmo se impone ante las melodías.
Disfrutamos de una más que notable lectura de una obra que atrapa hasta al aficionado más neófito. El coro regaló su seguridad y sus matices; funcionó y pudo emitir con brillantez a pesar de las incómodas mascarillas. Sainz Alfaro consiguió una destacable precisión ajustando bien los cambios de ritmo y marcando los necesarios acentos. Los solistas regalaron una magnífica actuación, desde el barítono José Manuel Díaz, con perfecta emisión y tremendamente expresivo, la soprano Ana Otxoa, de preciosa voz y dueña absoluta de su bellísimo vibrato y el tenor Aitor Garitano, convincente en su rol de pato asándose. Mención aparte los instrumentistas: extraordinarios los pianistas Teodora Oprisor y Jon Urdapilleta, seguros, firmes, percusivos como corresponde y perfectamente compenetrados, y el grupo de percusionistas liderado por Jorge Pacheco, eficaz, claro y contundente.
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