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El Coro Monteverdi y The English Baroque Soloists, dirigidos por Jon Eliot Gardiner, inauguraron anoche la Quincena en el concierto del Kursaal. USOZ
Concierto de John Eliot Gardiner

La Quincena recupera su esplendor

Tras dos años con restricciones por la pandemia, el festival congregó a 1.500 personas en el Kursaal en el exquisito concierto de Gardiner

María José Cano

San Sebastián

Martes, 2 de agosto 2022

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Decía John Eliot Gardiner que el sacrificio y el consuelo eran el hilo conductor de su concierto, que este martes inauguraba la Quincena en el Kursaal, y resultó difícil encontrar un sentido más adecuado. Tras el sacrificio derivado de las dos anteriores ediciones, marcadas por la pandemia, llegó el consuelo de las almas con la pureza sonora y la exquisitez del Coro Monteverdi, bien apoyado por los English Baroque Soloists, en esta ocasión en formación de quinteto. Y si bien el Kursaal no llegó a llenarse, faltó poco para ello y fueron muchos los que acudieron a una cita que supuso una especie de reencuentro con el glorioso pasado del festival. Autoridades como el alcalde de la ciudad, Eneko Goia, junto a algunos concejales, el diputado de Cultura, Arkaitz Millán, o el consejero de Cultura del Gobierno Vasco, Bingen Zupiria, entre muchos otros, acudieron a la velada y pudieron disfrutar de un encuentro impecable y cargado de simbolismo.

Había mascarillas entre el público, pero eran minoría, por lo que dos años después se podían observar las sonrisas, los incondicionales de cada verano se saludaban esta vez con abrazos y besos y se respiraba esperanza y sosiego. Había ilusión por escuchar cantar al Coro Monteverdi, recibir con un largo y cálido aplauso a su alma máter y dejarse hipnotizar por el sonido puro, la delicadeza y la expresividad de un coro que parece de otro mundo. Todo pareció haberse puesto de acuerdo para hacer del concierto inaugural de la 83 edición de la Quincena una jornada inolvidable.

Y realmente fue un encuentro muy especial. Gardiner decidió variar el orden del programa para ofrecer las piezas siguiendo un orden cronológico, lo que tenía cierta lógica y permitía terminar con la partitura más conocida, el 'Stabat Mater' de Scarlatti. Comenzaron con las 'Exequias musicales SWV 279-281' de Schütz. Para las tres partes de la obra el maestro británico dispuso de manera diferente el coro, dividiéndolo en dos para el número central y regalando unos efectos sonoros y tímbricos casi inhumanos, situando a cantantes fuera del escenario, ofreciendo una especie de eco.

Utilizó esa misma fórmula en algunas partes de la 'Historia de Jephte' de Carissimi, en el que intervinieron como solistas el tenor Graham Neal y la soprano Charlotte La Thrope. El 'Stabat Mater' de Scarlatti volvió a regalar la indescriptible belleza sonora del coro, de clarísima dicción, perfecta emisión, cálido, dúctil y riquísimo en matices. El público supo valorar el tesoro musical y arrancó una propina del compositor que inspiró a estos grandes artistas: Monteverdi y su 'Coro in cielo' de 'Il Ritorno d' Ulisse in patria'.

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