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Glad Is The Day: Egia tropical
Cerca de 10.000 personas asistieron ayer a la quinta edición del festival en Cristina Enea
Las dos agujas del reloj de Tabakalera descansaban sobre el número 12 cuando daba inicio puntualmente la quinta edición del festival Glad Is The Day ... , que ayer reunió a cerca de 10.000 personas para disfrutar de los ritmos más variopintos: desde el ska-reggae de Potato hasta el R&B exótico de The Limboos, pasando por los sonidos urbanos más refrescantes. El ambiente en Cristina Enea fue bochornoso a ratos, aunque las nubes brindaron la mejor sombra para disfrutar de las 14 funciones programadas.
Los miembros de Susmara fueron los primeros en saltar a escena. Con apenas unos meses de vida, los donostiarras demostraron arrojo e ímpetu con un rock and roll en español en la onda de La Fuga -no en vano, versionaron su 'P'aquí p'allá'- con temas marchosos, medios tiempos y alguna balada «para los más moñas». Después fue el turno de Bloody Magic Nails, otro joven grupo local del servicio Musikagela con integrantes de No Wolf, Tenpera y Albert Cavalier que sorprendió muy gratamente con su poderosa y furiosa dosis de rock noventero.
Mice, el proyecto en solitario de Miren Narbaiza (exNapoka Iria), se presentó en formato reducido, y la eibartarra contó con la sola compañía del gran Joseba B. Lenoir. Dos guitarras eléctricas y un manojo de bases programadas bastaron para hacer volar bien alto dos versiones maravillosas -'Xoxo beltza' (Mikel Laboa) y 'Laino ilunak' (Delirium Tremens)-, y estupendas interpretaciones de canciones propias como 'Ausardiarik ez', 'Buelteri eusten' o 'Biziraun'. Además de seducir al parque con su vozarrón soul, Miren fue la primera en nombrar a Gladys del Estal. La ecologista de Egia muerta hace justo 40 años por disparos de la Guardia Civil en una protesta antinuclear fue también objeto de una exposición de fotos en el parque cuyo nombre oficioso es, precisamente, Gladys Enea; de él deriva también la denominación del festival Glad Is The Day.
El cuarto protagonista del escenario principal fue Buffalo, que a última hora sustituyó a Grande Days. Uno de sus miembros tuvo un percance patinando y ante la imposibilidad de tocar, llamaron a los zarauztarras, que solucionaron la papeleta con la solvencia habitual. Su música instrumental, entre el jazz, el post-rock, el funk e incluso el surf, llenaron de paisajes evocadores Cristina Enea, donde, quien más y quien menos, se las arreglaba para comer sobre la hierba: pizzas por encargo, bocatas caseros, platos preparados…
De manera paralela a los citados conciertos se fueron sucediendo también las actuaciones del escenario pequeño, Ruina Sónica, así bautizado por estar ubicado entre los restos de las edificaciones del parque. Allí, muy cerca del Mercadabadillo, calentaron el ambiente Joven Mata y Bellaca, alias de la fotógrafa Irene Mariscal, que no tomaría la cámara hasta finalizar su sesión. Les siguió Le Parody, una de las propuestas más estimulantes de la jornada. La andaluza colocó sobre la mesa de mezclas un mantón flamenco que anticipada lo que se venía: una original mezcla de electrónica de beats enérgicos mezclados con el característico canto melismático de Sole.
Con Brava, las ruinas comenzaron a adquirir un aspecto más tórrido a base de perreo y dancehall. El público más joven se concentró en el lugar para disfrutar de las propuestas más modernas y bailables, como la de Khaled, exmiembro de Pxxr Gvng que arrasó con su trap teñido de influencias árabes y flamencas. «Estáis más a gusto que un niño en brazos», dijo el artista de chanclas negras sobre calcetines blancos. Y no le faltaba razón. A medida que avanzaban las horas las ruinas fueron recibiendo a más y más gente para gozar con Shyhook, Chico Blanco, Alvva y Merca Bae, que confirmaron el éxito de este espacio.
«¡Potato todo el rato!»
Pero si alguien triunfó ayer en Cristina Enea fue Potato, que montó un fiestón y reunió al mayor número de espectadores. «Perdonad que os haya despertado de la siesta», repetía Pako Pkao, único miembro original de estos hijos del rock radical vasco y de la Euskadi tropical que lleva «34 años sin perderse un bolo» de la banda vitoriana. Jaleados al grito de «¡Potato todo el rato!», ofrecieron un concierto lleno de himnos como 'Sube', 'El sultán', 'Sáhara', 'Miguel El Casero', 'Pegamento', 'La clase obrera' y otros muy antiguos pero actuales como ese 'Rula' que reza: «Dicen los gobernantes que el problema solo es ETA / Menuda jeta / jeta, jeta, jeta». El equipo de producción no permitió un bis que Potato y su público habrían agradecido, aunque según confesaron, algunos de ellos debían volver pitando a casa para tocar con la charanga en el arranque de las fiestas de Gasteiz.
The Lookers, desde Ziburu, y Los Estanques, cántabros afincados en Madrid, ofrecieron conciertos también estupendos: los primeros exhibieron ese delicioso viraje que han dado del garaje-rock al pop más melódico con amago de sirimiri incluido y los segundos mezclaron hard rock, pop y psicodelia con inusitado gusto y mucho groove: impresionsante la 'paliza' que le dio el cantante al teclado para cerrar el show.
Pero la audiencia quería bailar y aún pudo hacerlo de nuevo gracias a la inmejorable despedida con The Limboos. Los madrileños salieron en tromba con su insólita fusión de ritmos: la base es de R&B clásico y rock and roll de vieja escuela, pero le añaden unas gotas de cumbia, swing, mambo, rumba apócrifa y hasta tropicalismo galaico. Caía la noche cuando las guitarras, el órgano, el saxo barítono, una elegante batería, un bajo y dos maracas desbocadas pusieron punto y seguido a un sarao que continuó en Le Bukowski y Dabadaba, programadores de esta exitosa cita organizada por Donostia Kultura.
«El reto no es crecer, sino traer más calidad»
Justo después de las 21.00 horas, cuando The Limboos desenchufaban sus instrumentos, Donostia Kultura publicaba el siguiente tuit: «Buen ambiente y música. Mucho público: unos 10.000 espectadores. DYA Gipuzkoa sin apenas faena. Gracias en nombre de la organización y demás colaboradores».
Un año más, la celebración de Glad Is The Day fue un éxito. El responsable de Acción Cultural de Donostia Kultura, Jon Aizpurua, se congratulaba por un festival «redondo» en el que todo salió a pedir de boca: desde los conciertos al mercadillo, pasando por las actividades infantiles. En el apartado musical, se mostró encantado con el carácter de los dos escenarios: el principal para un público más familiar -hubo infinidad de madres y padres con sus hijos en el parque- y el pequeño, para los jóvenes.
En declaraciones a este periódico, Aizpurua confirmó el «compromiso político y técnico» con Glad Is The Day, «uno de los pocos ejemplos» del legado de la Capitalidad Cultural Europea Donostia 2016. Según dijo, «el parque ha llegado a su límite y su capacidad es la que es», por lo que «el reto no es crecer, sino traer cada vez más calidad», como este año, sin desdeñar la participación de los grupos locales combinados con propuestas foráneas con gancho popular.
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