Muere Hermeto Pascoal, la leyenda del jazz brasileño que inició su última gira en Donostia
El chamán de la música fallece a los 89 años, semanas después de su actuación en el Jazzaldia, donde estrenó su último trabajo
Genio brasileño que desbordó etiquetas, grabó con Miles Davis y transformó lo cotidiano en oro sonoro. Ha muerto Hermeto Pascoal, y con él se apaga ... una de las fuentes más libres e inabarcables de la música del siglo XX. El orfebre que soplaba en teteras, hacía cantar al agua y encontraba acordes en lo doméstico se marcha dejando una obra que resiste los géneros, aunque bebía de jazz, folclore, improvisación y juego. Tenía 89 años, según reveló su familia, que no especificó la causa ni el lugar del fallecimiento, aunque sí que cumplieron su última voluntad: regresar a su Brasil natal.
Este verano, en el Jazzaldia, inauguró su última gira europea. Al Kursaal llegó como un chamán cansado y luminoso, rodeado de su banda y de los objetos que convertía en instrumentos: tazas, cuencos y flautas imposibles. La del 25 de julio fue una ceremonia bucólica, un laboratorio de silencios donde cada gesto parecía contener un mundo. Pascoal no solo tocó, también escuchó, guió, sonrió y delegó. Porque confiaba en los suyos, como quien confía en el aire. El público lo ovacionó no tanto por lo que hacía, sino por lo que era: un hechicero de lo invisible.
«Ha muerto el gran Hermeto Pascoal. En el 60 Jazzaldia actuó junto a su grupo en el Auditorio Kursaal, el 25 de julio de 2025. Al finalizar el concierto pudimos grabar el inolvidable momento que se puede ver en el vídeo: el grupo dándole las gracias a Hermeto y celebrando su música. Así queremos recordarlo también nosotros, tristes pero conscientes de que su música nos quedará para siempre, con una cariñosa sonrisa», publicó el festival este lunes en sus redes sociales, sumándose a las numerosas muestras de pésame de instituciones y artistas.
Muestras de pésame
El presidente de Brasil, Lula da Silva, subrayó que la música y la cultura brasileñas le deben mucho a Pascoal, cuyo talento y creatividad inagotable influyeron en generaciones de músicos en todo el mundo. «Hermeto siempre nos enseñó a no dejarnos dominar por la tristeza. Multiinstrumentista, compositor y arreglista, transformaba en música todo lo que tocaba: desde el piano hasta la flauta, desde la trompa hasta instrumentos de cocina improvisados y juguetes. Dialogó con el jazz, la música popular brasileña y las tradiciones regionales. En 2010 tuve el honor de condecorarlo con la Orden del Mérito Cultural», escribió en su perfil en redes sociales.
Por su parte, Caetano Veloso recordó vía Instagram la fuerza de Hermeto, citando canciones que compuso en homenaje al artista. «Es una gran figura de la música brasileña, uno de los momentos culminantes de nuestra historia musical, que se expuso al mundo con tanta claridad y fuerza. Un logro enorme. Lo conocí e incluí su nombre en al menos dos de mis canciones, y tuve conversaciones públicas con él. Pero lo que importa es su grandeza musical», señaló el cantante.
Artesano indomado
Nacido en 1936 en Lagoa da Canoa, en el agreste nordeste brasileño, albino y casi ciego de niño, Hermeto aprendió a escuchar antes que a mirar. Esa condición se volvió destino: el rumor de los animales, el viento entre los árboles y el agua en movimiento se convirtieron en inspiración para sus primeras partituras. De ahí emergió una carrera inclasificable, en la que convivieron Miles Davis, Airto Moreira, Egberto Gismonti o Chick Corea, pero sobre todo su inagotable capacidad de experimentar.
Decía que todo suena, y que de todo se puede hacer música. Con esa premisa edificó una obra torrencial, recogida en discos, conciertos y partituras que parecían recetas alquímicas, propias de laboratorio. Hermeto fue un artesano que se negó a domar la música, porque prefería jugar con ella. Le gustaba perseguirla y dejarse «sorprender por el directo, por el ahora».
El pasado verano, en su fragilidad, todavía miraba a sus músicos con el gesto de quien sigue diciendo: «aún no se ha acabado». Señalaba con el dedo, y daba comienzo una nueva fusión de ritmos sobre el escenario. Quedan ganas, queda música. Y queda, sobre todo, el eco de una lección sencilla y radical que el orfebre del silencio predicó como lema de vida: vivir es escuchar.
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