Transparencia, luz y buenas voces
Abrir la temporada de abono con dos obras tan exigentes como 'Herminie' de Berlioz y 'Daphnis et Chloé' de Ravel no deja de ser una ... apuesta valiente, al no figurar ninguna de ellas en el catálogo del repertorio más interpretado. El 150 aniversario del compositor de Ziboure fue, por tanto, una maravillosa excusa para poder disfrutar en el primer concierto del curso de la Euskadiko Orkestra de la 'sinfonía coreográfica' que Ravel estrenó en 1912 y de otra pieza deliciosa, una cantata para soprano y orquesta llena de matices y sensibilidad.
Euskadiko Orkestra
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Intérpretes Euskadiko Orkestra; Miren Urbieta- Vega, soprano; Landarbaso Abesbatza.
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Director Stefan Blunier.
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Programa Herminie, op. 29' de Berlioz y 'Daphnis et Chloé, Ballet' de Ravel.
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'Fecha 30-9-25.
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Lugar Kursaal.
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Asistencia 1.700 personas.
Pero antes del sugerente 'Daphnis et Chloé' hubo una primera parte cuya protagonista indiscutible fue Miren Urbieta-Vega. La soprano donostiarra volvió a demostrar que es una de las voces más sólidas del panorama actual. Su instrumento, cada día más cálido y potente, le permitió regalar una emocionante 'Herminie', obra que condensa en veinte minutos gran parte de las exigencias que puede encontrar un cantante lírico. Urbieta-Vega dominó las transiciones que aparecen entre los pasajes, llenos de contrastes, que viajan de la ternura, la desesperación o la súplica, al lirismo o la energía vocal más turbulenta, como en el aria 'Arrête! Cher Tancrède!'. Su capacidad de abordar con seguridad y expresividad todo tipo de dinámicas se unió a una perfecta dicción del francés. Conmovió en su interpretación del tema de amor del aria lenta 'Ah! Si de la tendresse' y gracias a su magnífica técnica compitió en peso y potencia con la orquesta en los pasajes de mayor bravura, pero también regaló en otros momentos una increíble pureza en deliciosos 'legatos'. Fue una pena no tener un mayor mimo rítmico por parte de la batuta en el aria final, 'Venez, venez, terribles armes', en la que, sin embargo, fue capaz de transmitir la furia, la desesperación y la determinación esperadas. Resultó mágica también en la plegaria final, en la que regaló un cambio total de color, pasando a un tono de intimidad, vulnerabilidad y misticismo reflexivo. La orquesta, bien trabajada por Stefan Blunier, fue indispensable coprotagonista con la voz y ofreció buenos solos y gran brillantez.
Gran trabajo el de Landarbaso en el Ravel que completó la velada. El coro de Errenteria cumplió con su papel de sumarse a la orquesta y ser con sus voces casi un instrumento más. Su intervención, que no incluye palabras, fue notable, consiguiendo un sonido suave y etéreo que se sumó a ese color pretendido por el compositor en su 'Daphnis et Chloé'. En la creación de esa resonancia plagada de misterio, hecha de un sonido suave y etéreo, tuvo mucho que ver la coordinación entre las voces y los instrumentos de la orquesta -conmovedora y llena de colores- gracias a un director que permitió que la música resultara transparente y llena de luz.
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