La OSE lleva a Estambul un mensaje europeísta y de concordia
La orquesta vasca refuerza su presencia internacional con un concierto que ofreció la rara ocasión de escuchar en la ciudad turca la grandiosidad de Bruckner
Con una «imponente ovación», numerosas salidas del director Hans Graf para recibir los aplausos y dos propinas, la Orquesta Sinfónica de Euskadi cerró en la noche del lunes un concierto en Estambul que refuerza su importancia en el «foco internacional» y llevó un mensaje europeísta y de concordia cultural a la sociedad turca. Y que además se pudo celebrar 'in extremis' después de que los instrumentos de la OSE estuvieran retenidos por distintos problemas con el transporte aéreo, y no llegaran a la sala del concierto hasta el descanso.
La presencia de la Orquesta Sinfónica de Euskadi en la ciudad turca situada a orillas del Bósforo, en la frontera entre Europa y Asia, tenía el interés de «irrumpir en un nuevo circuito musical volcado en recibir grandes formaciones de todo el mundo», destaca la organización de la orquesta. El concierto que tenía como punto principal la interpretación de la 'Novena Sinfonía' de Anton Bruckner, «un compositor que no es fácil de escuchar en Estambul», precisa el director general de la Orquesta Oriol Roch, se convirtió en algo muy especial por diversas razones, tanto artísticas como sociales.
«Fue un concierto en el que la Orquesta estaba mirando hacia occidente, hacia un anhelo de una sociedad turca que quiere programar orquestas de primer nivel europeo, mirarse en un espejo que les represente», explicaba Oriol Roch poco antes de tomar el avión de regreso. Ese anhelo se transmitió, en primer lugar, a través de la exposición que Cem Mansur, director de la sala Cemal Resit Rey Konser Salonu donde se celebró el concierto, ofreció antes del concierto sobre el significado de la obra y la oportunidad que esa cita suponía para «relanzar los valores europeos» en Estambul. Y también quedó reflejado en la diversidad y la implicación total del público. «Fue toda una experiencia comprobar la diversidad cultural del público», destacaba Oriol Roch, «había bastante gente joven, y unas mujeres con velo y otras sin velo, todas unidas». También destaca el director general «el nivel de atención y de cariño en el aplauso de un público ávido y sediento de tener un concierto así. No sonó ni un móvil, y eso en Euskadi no se produce ya».
Fue también extraordinario el dispositivo que hubo que habilitar ante un grave imprevisto: por diversas cuestiones del transporte aéreo, los mil kilos de carga de los instrumentos no pudieron embarcar hasta el mismo lunes y no se sabía si los instrumentos estarían a tiempo en Estambul para celebrar el concierto tal como estaba previsto. La obra de Bruckner exige una instrumentación extraordinaria que incluye cuatro tubas wagnerianas que no se podían encontrar en Estambul. La primera parte estaba protagonizada por el 'Concierto para violín y orquesta nº1' de Max Bruch, con la intervención como solista de Alena Baeva, y la organización de la sala había recopilado instrumentos suficientes de la Orquesta Sinfónica de Estambul y de otra orquesta de jóvenes de la ciudad como para poder interpretarla, aun con las dificultades que supone no contar con los instrumentos propios. En previsión de que el material de la OSE no llegara a tiempo, la formación vasca ensayó durante la tarde la 'Segunda Sinfonía' de Brahms, que se adaptaba a los instrumentos disponibles y no precisa del centenar de músicos necesarios para interpretar a Bruckner. Pero con el cambio, el alcance del concierto tal como estaba previsto, con todas sus implicaciones, hubiera quedado mermado.
El equipo llegó en el último momento y, en el descanso del concierto los músicos de la orquesta vasca pudieron cambiar a toda velocidad los instrumentos prestados por los propios, e incorporar toda la instrumentación necesaria para la 'Novena Sinfonía' de Bruckner. A pesar del estrés, el resultado fue «excelente», asegura Oriol Roch, «porque el equipo técnico-artístico de la OSE funciona a la perfección».
La primera propina llegó de la mano de la solista, que abordó el 'Primer capricho' de Paganini. Tras la grandiosidad de la obra de Bruckner, la segunda parte de este singular concierto se cerró la velada con una «imponente ovación» y la 'Amorosa' de Guridi, sonando a orillas del Bósforo, que fue también muy bien recibida por el público.