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Sin morriña ni nostalgia, en 2025 Gari cumple 30 años como solista. Si la ocasión merecía ya hacer algo especial, encontrar unas pistas «que había ... olvidado» fueron la clave. Como «poder jugar» en el estudio. Una mirada atrás que ha servido para ordenar, para redescubrir y encontrar. Presentará primero en Legazpi, en casa, el 9 de mayo, aunque ha sido de casualidad, y el 11 en Bonberenea (Tolosa).
– Se cumplen 30 años del disco que lo presentó en solitario, porque en la escena ya era conocido. Siempre ha dicho que no es muy nostálgico, pero el disco tiene algo de mirar atrás. ¿Ha sido desde el cariño?
– Cuando los músicos revisitamos nuestros trabajos siempre tenemos algunas asignaturas pendientes. Al ser cantante, escuchamos nuestra voz de una manera distorsionada, irreal. Nunca estamos a gusto con el sonido que sale de nuestro propio instrumento, es algo muy usual, siempre ha sido así y siempre será. He aprovechado que Elkar me ha dado de entrar en los estudios y darle una vuelta, revisar ese primer trabajo e intentar volver a reclavar esa voz. Jugar con las pistas originales, las nuevas tecnologías, como un niño con juguetes nuevos.
– ¿Y dónde se para? Una vez que empiezas a tocar… ¿Ha sido una única toma o varias?
– Había un trabajo previo importante y la voz se ha grabado enseguida. Sobre todo ha sido redescubrir dónde estaba en aquellos momentos a partir de las pistas originales, sobre todo a nivel creativo. Y he de decir que ha sido una sorpresa muy agradable, porque me encontré con pistas que no esperaba. No me acordaba cómo había sido el proceso, si estaba grabado en analógico o digital, y me puse en contacto con mucha gente: miembros originales de la banda, el técnico de grabación... La sorpresa fue mayúscula, encontré una banda y un registro espectacular, una estética a nivel sonoro muy natural. Con cada escucha tenía más claro que volver debía regrabar la voz. La experiencia en el estudio ha sido bastante sencilla ese nivel. Las pistas de voz han ido todas como si fuesen directos. Hemos disfrutado muchísimo y hemos perdido el tiempo jugando con las aplicaciones nuevas para llevar ese sonido natural a un terreno más contemporáneo.
– ¿Sin esas pistas originales podría haber sido posible?
– No, no, sin esas pistas originales no hubiera sido posible reeditar este disco. Reeditar sin más, con unas remezclas, no me hacía ninguna gracia. Prefería buscar una experiencia nueva para poder ofrecer también al público una experiencia nueva.
– Lo preguntaba porque estas efemérides se aprovechan para proyectos que a veces tienen casi más de marketing: 30 mejores canciones, 30 colaboraciones...
– Hoy en día todo es por marketing (ríe).
– Ha apostado por una intención artística, entonces.
– Sí, en todo lo que hago siempre hay una intención artística. También creo que es por el contexto del mercado en el que yo me muevo, prefiero lo artístico a una idea de mercado y afortunadamente mi contexto es este. Por eso también la carpeta.
– (...).
– Hemos utilizado las sesiones fotográficas de hace 30 años, tanto que se utilizaron para la carpeta como las que utilizamos para el cartel de la gira, así como las fotos de sesiones que hemos recuperado del primer concierto de disco-presentación en el Victoria Eugenia, aquí en Donostia, para intentar hacer un diseño distinto. La foto de portada es lo que queremos señalar, esa mirada atrás. A ese nivel el resultado está bastante cerca de la idea inicial.
– El ejercicio de sinceridad se plasma en la hora de promoción, menciona que siente «una deuda» con aquel disco. ¿Cuál es? ¿Siente que la ha saldado?
– Es una deuda importante tanto a nivel personal como artístico. Aunque parezca mentira, este proceso me ha permitido escuchar mucho las pistas originales y eso me ha servido para colocarme en cómo fue esa experiencia a distintos niveles: personal, artístico, dónde y cómo se encontraba nuestro pequeño país en 1995, etc. Ha sido ver distintas fotografías. Y la verdad, era una situación bastante comprometida.
– ¿Por qué?
– Porque venía de donde venía, venía de la extinción de un grupo que había marcado una etapa importante en Euskal Herria y no era fácil desmarcarse, sobre todo del peso que llevaba implícito. Fue todo muy comprometido, una pelea dura, no fue un camino de rosas, un 'acaba una etapa, empieza otra' de una manera natural. Se mezclaron una situación personal muy inestable y todo lo que eso inestabilizó y desequilibró. Fue un disco complejo, con la negociación con Elkar, crear la banda... Cuando uno tiene una personalidad compleja y oscura, eso genera alrededor un mundo desequilibrado, un mundo complejo, un mundo lleno de aristas, lleno de, entre comillas, mierda.
– (…).
– Ahora he visto que hay una trayectoria de 30 años, llena de altibajos y oscuridades, pero también de luces. En el estudio he disfrutado como un niño, he sido muy feliz mezclando este disco, sintonizando con la gente desde una perspectiva mucho más adulta. Ha sido una experiencia, la verdad, espectacular. Al final, es un reflejo de la vida. Vendemos la idea de que todo es maravilloso, sobre todo en redes sociales. Intento estar fuera de todo eso, afortunadamente yo no tengo redes sociales. Porque en contraposición el mundo es un caos, no hay más que ver lo de ayer -en referencia al apagón- y nos comemos las desgracias ajenas bien envueltas, es increíble.
– En 1995 presentó un cambio de tercio musical. Ahora también ha modificado canciones que son casi himnos como 'Amets', donde los primeros 10 segundos dejan claro que es otra canción: la guitarra, su forma de cantar, el ritmo o la velocidad en la que metes las frases… Alguno igual prefiere el original. ¿Le ha pesado la recepción del público o ha tirado para adelante sin pensar en eso?
– No pienso en esas cosas nunca. Pero una cosa, la velocidad que dices, el tempo es el mismo.
– Me refería a que hay silencios, que a veces la voz entra algo más tarde. Es diferente.
– Cuando se grabó en 1995 todo tenía que ser inmediato, vivía en otro ritmo de vida, fuera del sistema. Todo eran urgencias y traducido al pentagrama significa que mi voz siempre iba por delante. Una voz nunca puede hacerlo. Es mala hostia, ganas de decir cosas, que con la edad se va transformando. Ahora la voz va por detrás del tempo y transmite otra calma. Pero sí, es una canción escrita desde la desesperación, que duele, sobre todo a mí cuando la canto. Con el tiempo he aprendido a distorsionar ese momento que me hacía revivir muchos fantasmas. Pero han aparecido estas pistas con un nervio completamente distinto y la nueva entrada de 'Amets' representa mucho mejor todas esas mierdas que tenía en mi cabeza, esa mala hostia.
– Cierto es que cada vez que se toca una canción en directo es una versión distinta, pero en el caso de 'Amets' es casi otra canción.
– Igual para ti sí, no lo sé. Cuando una canción está relacionada con vivencias personales del oyente, en cuanto hay ciertas alteraciones, no te gusta, prefieres siempre el original. En las pistas había diferentes caminos, con más o menos nervio y tiré por una versión más dócil. Pero estas guitarras reflejan muy bien la fotografía de lo que era yo hace 30 años y para mí el original es este.
– En este proyecto, como en su carrera hay mucho trabajo de preparación. Que el primer directo sea en Legazpi también ha sido buscado para redondearlo?
– Ha sido casualidad. Llevo inmerso muchos años en 'Txikia Eraikitzen', un proyecto que se salió de la nada, que era simplemente trabajar con niños, y que en la gira planteaba un concierto para padres y niños antes de mis directos. De ahí me metí en un proyecto que era tocar en pueblos muy pequeñitos, en formato dúo y en formato solo. Vengo de una escena rock y me ha costado mucho, me daba miedo salir solo con la guitarra, muy desnudo. Es como el miedo que siente uno cuando viajas por el mundo solo. Pero vi que en Euskal Herria había un montón de territorio donde la cultura vasca no llegaba. Que el de los pueblos pequeños era una forma en la que podía defender bien mis canciones. No es tu público el que va a verte, la gente va al concierto. Cuando más desnudo apareces, más grande te haces y se generan unas relaciones emocionales espectaculares.
– (…).
– Y al sacar el disco se me ha dado la oportunidad de tocar en Legazpi, que no he tocado nunca. Fíjate, cuarentaypico años de carrera… Es una sorpresa. Es el pueblo de familia por parte de ama y tocaré también en Zaldibar, que es el pueblo por parte de mi aita. Tiene un significado muy importante que me hace conectar con cosas pequeñas que pasan desapercibidas.
– En un momento que vende el éxito como sinónimo de 'solt out' son ya varias voces que defienden una reflexión parecida. ¿Es el principio de un cambio en la escena?
– Parece que si no haces cosas grandes, si tu trabajo no está envuelto en un halo de grandiosidad, no existes. Lo viví desde primera fila hace tres años con la reunión de Hertzainak y, la verdad, donde estoy ahora es donde me siento artista. En los escenarios grandes me siento otra cosa. Y cada día le doy más importancia, vivimos en un mundo del que cada día estoy más alejado.
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