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Los cairotas Islam Chipsy y su banda E.E.K. ofrecieron una muestra de su música 'electro Chaabi'. SARA SANTOS
Egia, el barrio como discoteca global

Egia, el barrio como discoteca global

Kiki Hitomi e Islam Chipsy pusieron la nota exótica en el cierre de Dantz Festival. La primera edición del certamen de música contemporánea y electrónica se despidió ayer sin lluvia y con una amplia y variada oferta

JUAN G. ANDRÉS

SAN SEBASTIÁN.

Domingo, 3 de septiembre 2017, 08:42

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Una discoteca global y con varias pistas. Ese aspecto presentó ayer el barrio donostiarra de Egia gracias a Dantz, el festival de música contemporánea y electrónica que este fin de semana ha estrenado su primera edición. En su segunda y última jornada, bastante más concurrida que la del viernes, el evento congregó a cientos de personas ávidas de catar ritmos exóticos llegados de países como Japón o Egipto y también de seguir bailando al son de numerosos pinchadiscos locales, esta vez sin la intromisión de la lluvia.

La ninja electrónica

En una de las principales pistas de baile, la Sala Patio de Tabakalera, brilló con intensidad Kiki Hitomi, que ofreció una de las funciones más singulares del festival. Sin demasiado público todavía y con algunos problemas técnicos que se resolvieron de inmediato, la artista japonesa desplegó su arsenal sonoro y, cual ninja electrónica, disparó contra todo lo que se movía: dubstep, música industrial, sonidos tropicaloides, pop y rock de amplio espectro, así como una bizarra gama de sonoridades que daban al conjunto un aspecto gozosamente marciano.

Su aguda voz, deudora en ocasiones de la de Björk, voló ágil sobre los tremebundos graves y sobre los ritmos sincopados que emergían de los bafles, que lograron sacudir los cimientos del recinto y hasta provocaron que se desconchara la pintura de alguna pared. Con un aspecto rematadamente cool -kimono florido, falda vaporosa y sobredosis de sombra de ojos-, Hitomi cantó con actitud, meneó la coleta sin separarse demasiado de sus cachivaches e incluso utilizó las maracas en un show sobrado de atmósfera pero al que quizá le faltó un poco de nocturnidad y entrega por parte de la audiencia. En cualquier caso, el espectáculo fue del gusto del respetable, que dedicó un fuerte aplauso a la artista nipona cuando se despidió con un tímido 'Arigato'.

La rave egipcia

Aunque para show, el que ofrecieron Islam Chipsy & EKK, que lograron poner en danza al personal desde el primer tema: no es de extrañar si se tiene cuenta que su música podría hacer que Ramses II y toda su prole se levantaran del sarcófago en un santiamén. Provenientes de El Cairo, en su país son tremendamente populares por haber electrificado el chaabi, un estilo de raíz folklórica habitual en Argelia, Marruecos y Egipto donde, sobre todo, se emplea como música para animar bodas.

Popularizado entre la juventud egipcia tras la revolución árabe, el salvaje electro chaabi de este trío instrumental es sencillo en su concepto y bastante más orgánico que la música que había sonado previamente, pues no necesita más que un teclado Yamaha y dos baterías que se sitúan detrás en posición de altura. Sin embargo, la ejecución en directo no puede ser más explosiva, con Islam Chipsy machacando sin cuartel su piano y Khaled Mando y Mahmoud Refat aporreando con insólita sincronía la batería, ya sea con baquetas o con la mano desnuda.

A medida que iba avanzando la tarde-noche, el sarao iba adquiriendo cada vez más tintes de rave, una juerga en la que los sonidos occidentales fueron sustituidos por una amalgama de escalas y ritmos árabes con los que el público terminó por lanzarse a bailar sin complejos e incluso puso coros a una música a la que sólo le faltó la voz de un(a) cantante.

Caminos menos trillados

Lejos ya de la hora de cierre de este periódico estaba previsto el desembarco de Skip&Die, llamados a rematar la faena en el Patio con su coctelera de ritmos agitados por la lideresa sudafricana Cata Pirata. El festín electrónico continuó en la otra gran pista de baile que acogió la cercana Sala Gazteszena, donde los principales alicientes eran el británico Nightmares on Wax y los alemanes Session Victim y Daniel Haaksman.

Pero además de estos nombres internacionales, Dantz volvió a repartir amplio juego entre los músicos y discjockeys locales, que en su mayor parte actuaron en el exterior de Tabakalera. Como la lluvia brilló por su ausencia, el escenario se instaló en las gradas de la Plaza Nestor Basterretxea, donde hubo animadas sesiones a cargo de Syr, Telmo Trenor, Las Marines y Blami. El único show en vivo lo ofreció la bilbaína Mad Muasel, que vistió con sones de txalaparta sus contagiosos y reivindicativos ritmos de dancehall jamaicano.

Y en el interior, concretamente en la Sala Z, hubo tiempo para disfrutar de la música experimental propuesta por creadores como Miguel A. García o Lehior. Este último actuó y manipuló su propia voz tras una mesa repleta de máquinas de las que brotó un universo sonoro hipnótico que no siempre resultó confortable para el oyente pero que reveló la necesidad de propuestas que transiten por caminos menos trillados de los habituales.

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