«No creemos que la música de nuestra época fuera mejor; lo mismo decían nuestros padres»

– Tras tres décadas separados, ¿es como montar en bicicleta?

– Andoni Basterretxea: Después de treinta años, por mucho que anduvieras antes, hay que ponerse en forma. Pero si ya has pedaleado bastante cuesta menos.

– Haritz Harreguy: Yo he estado tocando en bandas y trabajando como técnico, pero ponerte a tocar con un grupo que en la época fue grande da respeto y más con la meta que nos han puesto de tocar ante tanta gente.

– Haritz, ¿qué recuerda de Delirium?

– H.H.: Que era un grupo especial y muy querido. Tenía una personalidad diferente dentro de todo el punk que había, empezando por el sonido de la guitarra de Andoni y su forma de cantar.

– De hecho, del 'Ikusi eta ikasi' del 89 a este 'Hordago' su voz es tan reconocible como siempre.

– A.B.: Porque no he cantado nada en 30 años (ríe).

– ¿Qué sensación tuvieron aquel 17 de diciembre de 2019 tras el homenaje a Iñigo Muguruza?

– A.B.: Me había llamado Fermín para preguntarme si tomaría parte del homenaje y le dije que sí, aunque fuera yo solo con el ukelele. La verdad es que no pensaba ni llamar a Juantxo, porque no me imaginaba que diría que sí después de 28 años sin tocar la batería y el jaleo que tenía encima. Casualidad que al día siguiente pasó por el taller, nos pusimos al día y le comenté que iba a tocar. Y me dijo enfurruñado: '¿Y por qué no tocamos todos?'. Y yo... 'A ver, a ver'. Pensaba que estaba flipado. Pero después de un 'blabla' cogió el teléfono y... '¡Patxi!'.

– ¿Ahí decidieron volver?

– A.B.: Al terminar aquel concierto empezamos a pensar en juntarnos. Queríamos tener tiempo para rodar, ensayar, componer temas nuevos y publicar un disco.

– ¿A qué se han dedicado todo este tiempo?

– A.B.: Yo me monté un taller pequeñito de serigrafía y ahí aguanto. Patxi empezó a trabajar en un taller de automoción donde lleva mogollón de años. Y Juantxo, después de Delirium, se fue a hacer las Américas a estudiar y a su vuelta ocupó el puesto de su padre en la empresa familiar de conservas.

– ¿Y el fichaje de Haritz?

– A.B.: Desde la casa de management nos recomendaron grabar en el estudio de Haritz y, después de un par de días de grabación y de muy buen rollo, nos lo planteamos. Ensayábamos aquí, grabábamos unos temas, luego bajábamos al bar de abajo y así nos fuimos conociendo.

– El título del disco es una apuesta a echar el resto. Pero también puede entenderse como 'hor dago', como que 'ahí está'.

– A.B.: Es verdad que invita a pensar eso, pero se refiere al juego de cartas. Con los títulos nunca nos hemos comido mucho el coco. Cuando estábamos haciendo las canciones todas tenían nombres de pescado: 'Txitxarro', 'Rodaballo', 'Verdel', 'Anchoa', 'Atún'... Menos una que era 'Tra tum tra' (imita a un baterista). Todo fue culpa del de las conservas, empezó él.

– Y culpa de Haritz ha sido el sonido. Se nota mucha mano en los arreglos y la producción.

– H.H.: Cuando vinieron la primera vez tenían tan claro que volvían como trío que Andoni decía que no iba ni a doblar las guitarras: '¡Una y a tomar por saco!', me decía. Me tocó convencerle porque en el 2022 hay que sonar más actual.

– Vuelven ante 8.000 personas.

– A.B.: El día que fuimos a comer y nos contaron que nos habían ofrecido el BEC para el primero... ¡Para el primero! Nuestra idea era grabar el disco y buscar algunas salas en capitales para ir poco a poco en sitios más pequeños.

– ¿Cómo le explicarían a los chavales de hoy que no les conozcan quienes eran Delirium Tremens?

– H.H.: Yo para un chaval ya soy mayor y tengo 48 años. No puedo ir diciendo que la música que se hacía en nuestra época era mejor, porque era lo mismo que me decían mis padres a mí. No quiero decirle eso a la juventud.