Lucas Arizabalo, con la camiseta de la última gira. «Tengo pocas fotos con Joaquín, nunca me he preocupado de eso», dice. Arizmendi

Lucas Arizabalo

Chófer de Sabina
El chófer del 'maestro' es de Errenteria: «Joaquín Sabina ha sido mi segundo padre»

Lucas Arizabalo ha sido durante más de veinte años conductor y confidente de Sabina. Antes lo fue de Los Ronaldos o La Oreja de Van Gogh. Es la otra cara del rock, con un arsenal de anécdotas

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Domingo, 7 de diciembre 2025, 00:07

«Me quedo sin psiquiatra, pero tú también», se dijeron. Lucas Arizabalo y Joaquín Sabina van a echar de menos los largos viajes compartidos en ... más de veinte años de furgoneta, «hablando a veces de tonterías pero haciéndonos terapia mutua muchas otras». Lucas, nacido en el barrio de Zabalbide de Errenteria hace sesenta años, y afincado en Oiartzun, puede presumir de haber sido chófer y confidente del «maestro» en sus giras por España durante más de dos décadas, desde que Iñigo Argomaniz les puso en contacto. «Joaquín es un ser excepcional, como un segundo padre para mi, que me ha enseñado mucho sobre la vida», confiesa ahora Arizabalo. «Bueno, y yo a él: me llama 'mi primo vasco'». Siempre obligado a ser discreto, «porque en la furgoneta se cuece la otra cara del rock», el conductor abre hoy el cofre de las anécdotas después de que Sabina se despidiera de las giras para siempre el pasado domingo en Madrid.

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«Esa noche hice a Joaquín mi último servicio: tras el concierto había una fiesta íntima con sus amigos, pero él me pidió que le llevara discretamente a casa. Estaba cansado después de tantas emociones. Si hubiese sido hace unos años, Sabina habría sido el último en salir», bromea este 'chófer del rock' que hasta ahora ha combinado sus trabajos con músicos con las tareas de transporte de material sanitario para residencias de mayores. «Pero como Joaquín, yo también me voy a retirar de la música: me corto la coleta a la vez», anuncia.

Para Lucas todo empezó con Supertramp. Trabajaba ya en el montaje de conciertos con Tiburon Concerts, la empresa de Santi Ugarte antecesora de lo que luego sería Get In. «Yo era 'torero'», es decir, manejaba el 'toro' o Fenwick. Un día me tocó guiar al autobús de Supertramp, que actuaba en el Velódromo, hasta la gasolinera. Aluciné viendo aquello: un autobús con todas las comodidades para los músicos. Y pensé hacer algo igual en las furgonetas».

«Cambié cuando me tocó guiar a Supertramp y vi su autobús: monté las primeras 'furgos' con todas las comodidades»

«En tantas horas compartidas en carretera Sabina fue mi psiquiatra y yo el suyo. Es un gran tipo, pero ahora está cansado»

Sus amigos dicen que fue un visionario, el primero en poner televisiones o vídeojuegos, además de muchos otros lujos, en las furgonetas donde los artistas consumían las largas horas de viaje. Uno de sus primeros trabajos fue de chófer de Los Ronaldos y el casi debutante Coque Malla («otro tipo estupendo») y resultó revelador: «Supe que quería dedicarme a esto». Luego vendrían Duncan Dhu («solo volvería a la carretera con Mikel Erentxun»), Luz Casal o La Oreja de Van Gogh de los comienzos. «Les llevé a Madrid a una de sus primeras grabaciones: en el coche ya se percibía que la voz de Amaia era única, pero nadie imaginaba que llegarían hasta donde llegaron. Me alegro porque son una gente estupenda».

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Sabina antes y después

Lucas recuerda muchos nombres de aquella Donostia de los conciertos de los 80, como Julen Arregi, Borja Azpiroz, Borja Zulueta o el propio Argomaniz. «Por Iñigo me tocó hacer el primer viaje con Sabina y ahí nació el idilio. Supongo que somos tan distintos que por eso congeniamos. Al principio me tocó el Sabina más nocturno y festivo, siempre dispuesto a liarse, aunque a mí me tocaba el papel de responsable, al volante. Luego se calmó, por salud y por Jimena, su mujer, otro ser humano excepcional de la que también he aprendido muchísimo».

Lucas y sus dos hijos entre Sabina y Serrat, en Donostia.

Porque el trabajo no es solo ser chófer. Sabina mueve multitudes de fieles que le van a esperar a su portal, o le aguardan a la entrada de los recintos donde actúa. «Hay que estar ahí, acompañarle para que no se agobie... Luego, en los viajes en furgoneta, pasa muchos ratos leyendo, que es lo que le gusta, pero también conversando. Es muy humano y a mí me ha ayudado muchas veces en historias personales, e incluso él y Jimena me ayudaron a pagar la casa. Suele decir que no cree en psiquiatras, sino en los amigos o los camareros, y yo tomo nota de eso».

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Porque Sabina solo usa el avión para los viajes al otro lado del mar: aquí prefiere la furgoneta. A Arizabalo le ha tocado no solo transportar al músico, sino a su gran cuadrilla de intelectuales divertidos. «Recuerdo un concierto en Málaga. Joaquín estaba ya en el recinto, pero había un embotellamiento alrededor y su amigo el poeta Ángel González no llegaba. Pedimos ayuda a la policía y nos pusieron dos motoristas. Ángel iba feliz de copiloto, como un niño: 'La ilusión de mi vida era viajar escoltado por la poli', decía». Tristemente años después a Lucas le tocó transportar las cenizas del poeta en su furgo. «Íbamos a un homenaje en Asturias y Joaquín llevaba parte de las cenizas. Yo iba en camiseta, pero me hizo sentarme en una cena elegantísima con todos, y encima me señaló durante la charla: 'este hombre hizo feliz a Ángel aquella tarde en Málaga'».

Todo eso se acaba. «Joaquín está cansado, sin la salud de antes, con ganas de quedarse en casa a escribir y pintar. El domingo pasado, tras el último concierto en Madrid, nos regaló un 'pin' especial a todos sus compañeros. Fue todo un poco caótico, así que me ha pedido que vaya a su casa antes de Navidades para despedirnos debidamente. De él y de la gran Jimena», dice Lucas, padre de dos hijos y, a la vez, «hijo adoptivo de Joaquín por tantas cosas que me ha enseñado, aunque en realidad 'solo' nos llevemos 16 años».

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«Lucas fue un visionario: es el amigo de los músicos»

Para Lucas Arizabalo es un 'trago' hablar con los periodistas, así que viene a la cita con su amigo, y compañero también en giras, Ander Fernández, donostiarra más vinculado al mundo profesional del fútbol pero también chófer de giras cuando Arizabalo ha pedido refuerzos. «Lucas fue un visionario y es el amigo de los músicos, en quien confían siempre», explica Ander. Él también tiene sus propias anécdotas con Paco de Lucía y otros artistas. «Llevarles en una gira, con tantas horas en la furgo, es un aprendizaje: ves que los más grandes son luego los más cercanos, sin tonterías», dice Ander Fernández.

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