Chavela contra la oscuridad

Al frente de un elegante conjunto de cámara, Wood irrumpió en la sala descalzo y con su enorme torso al desnudo. Lucía collares, pendientes largos y un faldón blanco que a punto estuvo de caérsele tras comenzar con los himnos 'Marocina' y 'La llorona'. Al conjunto de 'Xavela Lux Aeterna' quizá le faltó el desgarro y la emoción que presidieron la vida y el arte de la homenajeada, pero la voz de Dorian Wood combinó dulzura y majestuosidad, arropada por bellísimos arreglos de cuerda y reforzada por una teatralidad muy gestual.

Tras 'Se me olvidó otra vez' se ausentó unos minutos mientras su grupo flirteaba con ritmos experimentales, pero pronto reapareció enfundado en un vestido rojo de noche para abordar 'No soy de aquí, ni soy de allá', cuya letra fue toda una declaración de principios: «Y ser feliz es mi color de identidad». El «reto» de 'Paloma negra' lo superó con nota y fue de los momentos más sobrecogedores de la noche junto a 'Gracias a la vida' de Violeta Parra, en la que invitó al arreglista Alberto Montero a cantar y tocar la guitarra clásica.

En el tramo más político, Wood reivindicó su género no binario («No soy hombre ni mujer») y recordó que Chavela, de origen costarricense como él y nacida también un 17 de abril, fue «orgullosamente lesbiana». En tiempos tan negros como los actuales, con la ultraderecha resurgiendo en todo el mundo, 'Vámonos' fue un atronador elogio de la diferencia. «¡Estamos 'todes' aquí desafiando a la oscuridad!», proclamó sin perder nunca la sonrisa antes de fusionar 'Me lleva el diablo' con 'Patriótica costarricense', canción tradicional de aquel país. Pareció despedirse con otro clásico, 'Piensa en mí', pero regresó con Moreno para interpretar 'Volver' junto al entusiasta público. La orquesta retornó para un último bis, 'Amor eterno', que puso fin una actuación que, durante hora y media, hizo prevalecer la luz sobre las tinieblas.