Euskadiko Orkestra: Brahms en paracaídas
Crítica de música ·
La Euskadiko Orkestra abrió ayer su temporada y su maratón Brahms, en el que abordará un interesantísimo y amplio abanico de la producción sinfónica del ... compositor, con la última obra de este género que escribió el creador alemán, el 'Doble concierto para violín, violonchelo y orquesta'. Para ello, contó con dos magníficos solistas, el violinista Dmitri Makhtin y el violonchelista Alexey Stadler, en un encuentro prudente y jugoso que se completó con la 'Sinfonía nº 1'.
Euskadiko Orkestra
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Intérpretes: Dmitri Makhtin, violín; Alexey Stadler, violonchelo; Euskadiko Orkestra.
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Director: Robert Treviño.
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Programa: 'Sinfonía en do menor, op.68' y 'Concierto en la menor para violín, violonchelo y orquesta, op. 102' de Brahms.
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Fecha: 28-9-21.
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Lugar: Auditorio Kursaal.
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Asistencia: 600 personas.
Es el 'Doble concierto' de Brahms una composición atípica. Si se tiene en cuenta que fue escrito por un autor romántico, sorprende la relación solista- orquesta, con una sonoridad que parece pensada para un conjunto más pequeño que el habitual a finales del XIX. A esto hay que añadir que tampoco abundan en esa época los conciertos con dos solistas, lo que obliga a contar con dos buenos músicos que tengan muchos rasgos sonoros en común. Bastaron unos pocos compases, escuchar el recitativo con el que el violonchelo abre la obra y su posterior réplica en el violín, para comprobar que la compenetración entre ellos iba a ser una constante. Makhtin y Stadler regalaron una importante fusión rítmica y un evidente balance sonoro, pareciendo acordar incluso el tipo de vibrato, dejando que su pulida conjunción hiciera aparecer el esperado lirismo propio de Brahms y facilitando el trabajo a un Treviño que acertadamente mantuvo a la orquesta en un segundo plano. La lectura general se acercó más al espíritu clásico que impregna toda la producción del alemán que a la pasión interna que también le caracteriza.
La versión de la 'Sinfonía nº 1', que ocupó la segunda parte del concierto, también sorprendió. Treviño volvió a centrarse en aspectos 'objetivos' como la precisión y pareció no querer asumir riesgos por construir un discurso apasionado en exceso. Este control se advirtió en una interpretación más centrada en cuestiones formales, rítmicas o dinámicas que en poner especial ímpetu en los acentos o recrearse en rubatos exaltados. De esta forma, si bien recibimos una lectura impecable, no pudimos llegar a vibrar con emociones como el desconsuelo, el desasosiego o la exaltación. La orquesta dejó claro su altísimo nivel en la sutil instrumentación del 'Andante sostenuto', absolutamente poético y no apto para intérpretes mediocres, y en el precioso cuarto movimiento, que culminó en una coda final impregnada de todo su carácter triunfal.
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