«Serio, pero afable y nada huraño»: el único donostiarra que ha tratado con Bob Dylan
El traumatólogo Eduardo Escobar atendió el martes al músico en el Hotel María Cristina por una cuestión leve, pero que requirió su servicio
No sólo no hay imágenes del paso del Bob Dylan por Donostia con motivo de sus dos conciertos en el Kursaal. Tampoco hay ... nadie de la infraestructura local que haya mantenido el menor contacto con el músico. ¿Nadie? No: una persona sí que ha compartido unos minutos en privado con el cantante y de la manera más inopinada. Se trata del doctor Eduardo Escobar, traumatólogo cuyos servicios fueron requeridos por Get In para que atendiera una leve incidencia que se queda en el ámbito del secreto profesional, pero que en todo caso está relacionada con la especialidad del facultivativo –traumatología– y que él mismo califica de «banal».
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Fueron unos veinte minutos juntos en una de las habitaciones que el artista y su equipo han ocupado en el Hotel María Cristina durante su estancia en San Sebastián. Este episodio convierte a Escobar en el único donostiarra, que se sepa, que ha interactuado con la leyenda a lo largo de estos días en los que, por lo demás, el hermetismo en torno a la estancia de Dylan ha sido absoluto.
«Lo que menos podía esperar el martes por la mañana, cuando recién llegado a la consulta y atendía a mi primera paciente del día, era que recibiría una llamada de Iñigo Argomaniz para preguntarme si podía acudir al hotel para atender a Dylan», explica Escobar. «Le dije que no podía cancelar mi agenda de pacientes, pero que me acercaría que en cuanto pudiera». Y así lo hizo al cerrar la consulta, a eso de las 13.30 del mediodía.
«Me parecía increíble que estuviera explorando y hablando con quien había sido mi referente musical durante mi juventud»
«Por el camino iba pensando: 'No puede ser que vaya a estar con Dylan!», se repetía Eduardo Escobar a sí mismo. Y aquí aclara: «Es que es mi compañero de estudios, la música que me acopañaba durante las noches en vela con los apuntes y libros, junto a la de Serrat y Moustaki. Pero con preferencia de Dylan. Encima, mi compañero de piso tocaba la guitarra, con la armónica colgada del cuello, como él».
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«Una cosita menor»
¿Y qué se encontró el doctor cuando llegó al hotel, subió a la habitación de una de las plantas del María Cristina que no recuerda y le metieron en una habitación? «Que primero Iñigo Argomaniz me presentó al 'tour asistent' del músico y luego a su asistente. Esta última me trajo a Bob Dylan y cuando entró en la habitación procuré mantener un comportamiento lo más discreto posible porque sé que es muy celoso de su intimidad». Sin embargo, no hubo la esperable frialdad o más bien gelidez. «Inmediatamente, vino hasta mí y me dio la mano. Como dice Iñigo: 'Eres la única persona a la que ha dado la mano en toda la gira española'», cuenta Escobar.
El motivo de que se requiriera al traumatólogo era, en palabras suyas, «una cosita menor que no puedo desvelar, una tontería, pero le atendí con mucho placer. Y él se mostró muy agradecido por el tiempo dedicado». En total, unos veinte minutos de los que, por supuesto, no consta que haya quedado constancia gráfica, dadas las reticencias del cantante a las cámaras. «Tuve la oportunidad de toquitearle mucho y mientras lo hacía, me parecía increíble que estuviera explorando y hablando con quien había sido mi referente musical durante mi juventud».
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Aspecto y edad
De esta interacción con Bob Dylan, el doctor se queda con la sensación de que Dylan «tiene los años que tiene, pero se me quitó la idea de que la edad le haya causado una cierta decrepitud. Me pareció que estaba normal y con un aspecto más joven del que correspondería a su edad cronológica. El timbre de voz y la forma de expresarse era la de un hombre muy sereno, templado y muy activo». Entiende la actitud que mantiene durante sus actuaciones, pero asegura que «nada huraño. Serio, pero afable. Muy simpático».
«Y nada más –concluye Escobar–. Nos despedimos y luego me dijeron que tenía unas entradas en la taquilla. Fui a recogerlas con mi mujer y nos encantó el concierto. Fue superemocionante. Yo me preguntaba cómo este hombre podía aguantar con 82 años este maratón de casi dos horas, declamando, gritando, cantando y tocando el piano. Me pareció increíble». Eso, respecto al concierto.
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En lo que al inopinado encuentro en la habitación de un hotel, «una experiencia que no voy a olvidar nunca». Del motivo que requirió los servicios del doctor no tuvo el menor reflejo durante las casi dos horas de actuación que el músico ofreció en su segunda velada del Kursaal. Y anoche tocaba otro concierto, esta vez, en Logroño.
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