No rendirse
La música y las letras de Springsteen han sido siempre para mí la mejor medicina
África Baeta
Periodista
Jueves, 19 de junio 2025, 02:00
Tres de agosto de 1988. Esa noche del caluroso verano barcelonés supuso un punto de inflexión en mi relación con la música, y en particular, ... con Springsteen. Era la primera vez que le veía en directo, en un Camp Nou a rebosar. 80 mil almas y un solo latido: el de un hombre que bajo los inconfundibles tonos del 'Tunnel of Love' se miraba en nosotros preguntándose sobre el sentido de la vida, del amor y sobre quién era realmente.
Yo era una adolescente inquieta de 17 años, desbordada de preguntas sin respuesta y allí estaba Springsteen, frente a mí, poniendo voz y música a cada una de mis inquietudes. Sus acordes resonaban en todos los allí reunidos sin saber que ese instante marcaría el comienzo de una complicidad que aún hoy nos une.
El de New Jersey, desbordado por la vorágine del éxito y de su nueva vida en Los Ángeles, parecía extrañar a aquel hippie y surfero que fue y que recorría con su inseparable banda, los locales más humildes para convertir en arte su canto a la vida.
Springsteen y la E Street Band encarnaban el sinsentido de la existencia, la lealtad de la amistad, las frustraciones, la voz de la clase trabajadora, de los invisibles, el inconformismo, el amor verdadero o la necesidad de huir por una carretera de truenos en busca de los propios sueños. Nadie como Bruce ha sabido resumir mejor, convertir en música y en poesía, el sentir de generación tras generación. Sus canciones habían sido la banda sonora de mi juventud, pero en Barcelona tomaban cuerpo frente a mí.
«Springsteen invita a abrir las jaulas emocionales para liberar los sentimientos ocultos»
Es difícil describir los primeros minutos de aquel concierto. Los músicos fueron apareciendo en el escenario, entregando en una taquilla improvisada el ticket simbólico que nos daría acceso al 'Túnel del Amor'. Y entonces, él. Surgió entre las penumbras, con gesto tímido y a la vez provocador gritando: «Ja sóc aquí», dando pie a cuatro horas inolvidables. 'Everybody's got a hungry heart', cantaba observando nuestros corazones hambrientos a la vez que nos invitaba a dar un paso más para buscar juntos la verdad. Era la primera vez que sentía que, con su música, el líder de la Street Band, nos invita a un viaje interior que va más allá de los acordes o de las palabras. Descubrí cómo en cada concierto Bruce te da su mano y te guía a través de ese túnel, donde no hay mente, ni identidad y donde todos conectamos con nuestra esencia mientras cantamos esas letras únicas que se han convertido en himnos esenciales.
Springsteen nos abría incluso la puerta a abrazar nuestras imperfecciones. 'You ain't a beauty, but you're alright' susurraba en Thunder Road. Pero a la vez, el rockero, nos preguntaba: 'Is a dream a lie if it don't come true, or is it something worse?' en su desgarrador 'The River'.
El músico compartía sus miedos y reflexiones sabiendo que nosotros hacíamos lo mismo. A medida que avanzaba el concierto, se iba transformando en un espejo que ponía palabras a lo que sentíamos. Springsteen no solo canta canciones, nos invita a abrir nuestras propias jaulas emocionales para liberar los sentimientos más ocultos a ritmo de rock. Desde entonces, reconozco que su música y sus letras han sido la mejor medicina en cada etapa de mi vida. Desde ese concierto del 88 muchos hicimos una promesa: «Aunque nuestros rostros se vayan volviendo viejos y tristes, juramos que siempre estaríamos listos para volvernos jóvenes de nuevo». No Surrender, un 'no' a la rendición, una promesa que renovamos en cada uno de sus conciertos.
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