Las mujeres, pilares del consumo cultural
Como compradoras y espectadoras tienen un peso importante, a veces decisivo, en las artes escénicas, la lectura y un determinado tipo de cine
La presencia de las mujeres en el mundo de la cultura depende de cuál sea el plano en el que se fija la mirada. En ... lo que respecta a la creación cultural, aunque a falta de censos precisos no conviene aventurar datos relativos al número de creadores y creadoras, estas últimas se pronuncian con frecuencia acerca de lo que les cuesta obtener visibilidad –la queja puede remontarse en el tiempo tan lejos como se desee– , y es evidente el predominio masculino entre los grandes nombres del cine, la música, la literatura, las artes plásticas o las escénicas.
A diferencia de lo que ocurre con el ámbito de la creación, los hábitos culturales de la ciudadanía se escrutan regularmente, y en los últimos años el resultado del escrutinio tiende a ser el mismo: las mujeres, también esas que muchos califican con animo despectivo de 'marujas', se han convertido en pilares del consumo cultural, sobre todo en áreas como la lectura, las artes escénicas o el ese tipo de cine que, frente al que descansa en el derroche de tecnología y efectos, puede calificarse de culto. En la música, tanto en directo como grabada, y en el ocio tecnológico –videojuegos, plataformas audiovisuales...– los hombres conservan la mayoría.
Las espectadoras más fieles
Pese a que tienen un alcance territorial distinto, tanto la Encuesta de Hábitos y Prácticas culturales en España 2018-2019 del INE como la Encuesta de Participación Cultural en la Comunidad Autónoma de Euskadi 2019, ambas recientes, dibujan un retrato muy parecido que, décima arriba décima abajo, convierte a las mujeres en la parte de la ciudadanía más volcada en el consumo, uso y disfrute de los bienes y servicios culturales. El completo estudio de mercado que realizó Siadeco para Elkar Fundazioa acerca de los hábitos de consumo de libros y música en Euskal Herria también mostraba, en lo que respecta a los libros, que las lectoras superaban en 11 puntos a los lectores: 63% frente a 52%.
Es cierto que las cifras más representativas, que se recogen en el faldón inferior, no registran diferencias abismales entre hombres y mujeres pero, aunque la estadística tiende a homogeneizar, también en este caso lo sustancial está en los detalles.
En lo que respecta a la asistencia al cine, por ejemplo, una diferencia cuantitativa de dos puntos puede parecer irrelevante, pero ese estrecho margen no refleja la importancia que tiene el público femenino en la supervivencia de determinadas salas y de un cierto tipo de cine.
Quién sí la conoce es Iñaki Elorza, responsable de la unidad de cine de Sade, la empresa donostiarra que gestiona la veintena de pantallas que suman los cines Trueba, Antiguo Berri y Príncipe. De las 'señoras del Príncipe', apelativo que puede extenderse a las del Trueba, se dijo en su día que eran «el lobby cinéfilo más influyente de Donostia» y que podían, ellas solas, «sostener una película en cartelera durante semanas».
Las cifras
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69,5%: de las mujeres leen al menos un libro al año en España, frente al 62% de los hombres, según el INE, en la mayoría de los casos por ocio, y en papel.
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50%: de las mujeres de la CAV son lectoras habituales (más de cuatro libros a año). En el caso de los hombres, según Eustat, ese porcentaje es del 38,5%.
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48,4%: de las mujeres de la CAV han ido al teatro el año anterior a la encuesta de Participación Cultural de Eustat, seis puntos más que los hombres.
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43,3%: de las mujeres van al cine habitualmente en la CAV. Aunque la diferencia con los hombres no llega a 2 puntos, lo que varía es el tipo de películas que ven.
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60,5%: de las mujeres han ido a algún concierto en la CAV en año anterior, cinco puntos menos que los hombres. También son menos en el ocio tecnológico.
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7,7: es la puntuación en la que, en una escala de 1 a 10, colocan las mujeres su interés por la cultura, un punto más que los hombres.
Elorza lo constata todas las semanas. «Si no fuera por ellas, entre semana sería muy difícil mantener la oferta cinematográfica de salas que apuestan por películas distintas de las superproducciones que abarrotan los fines de semana los cines de los centros comerciales», afirma.
Sin esas espectadoras fieles, en su mayoría de mediana edad, «que uno o dos días entre la semana quedan con las amigas para tomar un café, ir al cine a las siete o siete y media y volver a casa a buena hora», la biodiversidad cinematográfica de las ciudades, ya bastante comprometida, entraría en zona de riesgo.
Iñaki Elorza menciona otro fenómeno, que tiene que ver con el cine porque se produce en una gran pantalla, pero se extiende a otras disciplinas artísticas: las proyecciones de arte y de música, en directo o diferido. En general, las salas –con hitos como los llenazos que provocó en año pasado un documental sobre Tintoretto– completan los aforos. Y las butacas las llenan las mujeres. «Solemos decir que la combinación ideal del Trueba sería una retransmisión de ópera en una sala y un partido de la Champions en la otra», bromea Elorza, confiando en que de esa manera más hombres se acercaran a las salas.
Lectoras de mente abierta
Cuando hace casi tres años una periodista apasionada por los libros –Ylenia Benito–, decidió abrir en Irun una librería –Brontë–, que recuerda a tres hermanas escritoras, intuía que su público iba a ser predominantemente femenino y, dejándose llevar un poco por el prejuicio, confiaba en que «no me pidieran muchos libros de amor y lujo».
En tiempo que lleva gestionando y dando forma a la librería con la que soñó –«un sitio en el que se puedan tocar los libros, se pueda charlar, preguntar...»– la realidad ha demostrado que sus intuiciones eran más que correctas. «Tengo clientes habituales masculinos, hombres muy aficionados a la lectura, pero diría que el 60-70% son mujeres», afirma.
La mayoría son mujeres adultas, «de 30 o 35 para arriba, las más jóvenes no vienen tanto». Y un número considerable encajaría en ese colectivo de 'señoras' «que han leído siempre y lo siguen haciendo, aferrándose en la mayoría de los casos al papel, o que por fin disponen de tiempo para dedicárselo a la lectura». Además de ser lectoras regulares, expanden y trasladan a las generaciones que les siguen el amor por el libro y la afición por la lectura, porque «su primera opción de regalo siempre suele ser un libro».
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Ha terminado creando en torno a su librería a una comunidad de lectores, sobre todo lectoras, que no se limita a las transacciones comerciales. «Hablamos de libros, comentamos lecturas, piden consejo...», afirma, y reconoce que, sobre todo las mujeres, «se dejan aconsejar y sorprender».
A juicio de la librera irunesa, «está claro que tienes que tener los grandes éxitos del momento, porque te los van a pedir, pero me gusta dar a conocer otros autores, editoriales pequeñas... Las clientas tienen la mente muy abierta y aceptan las nuevas propuestas. Normalmente la única condición que ponen es que no les haga pasar un mal rato. Los hombres, en cambio, son más reacios».
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