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La exposición se podrá ver hasta el 30 de mayo.

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La exposición se podrá ver hasta el 30 de mayo. MICHELENA

La maleta negra de Margaret Watkins sale a la luz

Kutxa Kultur Artegunea reúne en 'Black Light' más de 150 imágenes rescatadas del olvido de la fotógrafa canadiense, cuya carrera se interrumpió de forma abrupta por los avatares históricos

alberto moyano

Jueves, 4 de marzo 2021, 12:21

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Poco antes de morir en Glasgow en noviembre de 1969, Margaret Watkins entregó a su vecino, Joseph Mulholland, una caja negra sellada, repleta de fotografías y negativos. Este gesto testamentario es el germen de 'Black Light', la exposición retrospectiva de la fotógrafa canadiense que por primera vez se pondrá ver en la sala Kutxa Kultur Artegunea de Tabakalera desde mañana y hasta el 30 de mayo. Más de 156 fotografías y diversos documentos conforman el itinerario expostivo, que toma el relevo de otras muestras con las que este espacio ha reivindicado a otras grandes fotógrafas clásicas, como Berenice Abbott o Vivian Maier.

Aunque un tanto olvidada hoy en día, cuando Margaret Watkings (Canadá, 1884-Escocia, 1969) entregó su maleta negra a un joven vecino que se había convertido en uno de sus escasos contactos con el mundo exterior, aatesoraba una amplia trayectoria. Su carrera se recoge a través de 156 fotografías de las cerca de 7.000 que conforman su archivo histórico, en una muestra que permite recorrir a través de cinco apartados dos décadas de trabajo. El joven vecino de Watkins no sólo conservó el contenido de aquella maleta negra, sino que contribuyó a la difusión de su contenido y eso permite ver hoy en Kutxa Kultur Gunea la mayor exposición realizada nunca sobre su obra, con un 95% de imágenes nunca vistas hasta ahora.

La directora de las salas de exposiciones de Kutxa, Ane Abalde, ha presentado junto al director de Kutxa Fundazioa, Ander Aizpurua, y la comisaria de la muestra, Anne Morin, esta exposición, producida por diChroma Photography. 'Black Light', reivindica la carrera independiente de Margaret Watkins, pionera que desarrolló su carrera profesional por libre y que abrió el camino a otras colegas que vinieron después. Su nombre está vinculado al de figuras clave como Clarence H. White, Gertrude Käsebier, Alice Boughton, Margaret Bourke-White, Alfred Stieglitz o Georgia O'Keeffe.

Su rutilante carrera como fotógrafa publicitaria en Nueva York, con múltiples exposiciones y publicaciones en Harpeer's o The New Yorker, se vio abruptamente interrumpida en 1928, cuando viaja a Glasgow para visitar a cuatro tías y se las encuentra en un estado deplorable. Watkins se ocupa de su cuidado, pero antes emprende un viaje por Colonia, Berlín, Postdam, París y Moscú, antes de retornar a la ciudad escocesa. Ya nunca volvería a Nueva York y su carrera fotográfica encontraría ahí punto final. Atrapada por los acontecimientos históricos, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Watkins abandona cualquier intento de seguir con su carrera. Murió en 1969 en la miseria y aquejada de agorafobia. Tal y como apuntó Morin en la presentación de la muestra, «es la figura idónea para decir, en vísperas del Día Mundial de la Mujer, que es posible reparar lo que los incidentes de la Historia» hicieron con la vida de Watkins.

Fue entre 1914 y 1937 cuando desarrolló una breve, pero intensa carrera fotográfica en la que se anticipó a los movimientos que vendría después: del pictorialismo a la nueva objetividad, pasando por el modernismo y la vanguardia. La trayectoria de Watkins se desarrolla a ambos lados del Atlántico y por delante de su cámara desfilaron escritores como William Butler Yeats, Eugène O'Neill, Robert Louis Stevenson, Henry James, así como numerosas personalidades de otras disciplinas artísticas.

Su aprendizaje con Clarence H. White, en el ámbito de la fotografía pictórica, marcaron profundamente su lenguaje fotográfico y su carrera, y la muerte de su mentor en 1925 –en México, en brazos de una de sus múltiples amantes– marca el inicio del declive de Watkins.

La exposición de la sala de Kutxa en Tabakalera se articula en torno a cinco etapas diferentes, que van del génesis de su obra (1908-1915) y sus retratos neoyorquinos en los que fue su época de formación, hasta sus trabajos en la 'Gran Manzana', entre 1915 y 1928. Un cuarto apartado se dedica a las imágenes que obtuvo durante su viaje por Europa, antes de concluir con los fotomontajes en los que trabajó de 1930 a 1937. Son composiciones creadas a partir de su propio archivo que recuerdan curiosamente a los test de Rorschach, formados por una mancha de tinta depositada de manera aleatoria sobre un papel, que al plegarse duplica la figura y se convierte en un motivo simétrico.

En opinión de Morin, la evolución natural de Margaret Watkins le hubiera conducido a convertirse en directora de cine, pero se trata tan sólo de una intuición.

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