Los actos laudatorios a la bondad de las personas, a la categoría humana de la que están revestidas o a sus méritos artísticos, hay que ... hacerlos en vida, ya que 'post mortem' para nada son de utilidad al difunto; tan solo a sus deudos les agrada que a su predecesor se le tribute un homenaje. Pero eso ya se hace en el funeral, donde el oficiante siempre habla bien del que ya no está entre nosotros. El pasado día 20, el concierto que El Diario Vasco ofrece a sus amigos, suscriptores e instituciones, fue una jornada emotiva para el excelente fagotista y mejor persona que es Tomás Ruti, como así le fue reconocido por sus compañeros de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, donde tiene acreditadas entrañables relaciones de amistad y respeto. ¡Era su último concierto! Por tanto, es doble el motivo que me llevan a escribir estas líneas de agradecimiento a su trabajo como músico, fundador del ensamble inicial -hace la friolera de 36 años- de nuestra primera agrupación instrumental y, sobre todo a su silente y entusiasta labor hacia los más necesitados llevando la alegría de la música a los necesitados de afecto, junto con las manos de sus amigos y compañeros de la OSE, Carlos Rosat (flauta) y Mario Telenti (pianista y trompa), entre otros, en la Fundación Zorroaga o en Aspace.
Hombre estudioso, concienzudo en su trabajo, serio cumplidor y siempre con una palabra amable hacia quienes le han pedido consejo (muchos jóvenes), al pie del cañón en los momentos buenos y en los menos buenos de su orquesta, dejando siempre clara su posición firme a la par que conciliadora. Hombre ilustrado y culto con estudios de medicina y en ciencias económicas por la Complutense, de agradable trato y sólida conversación, ahora, desde su jubilación, seguirá con su voluntariado y afán en la ayuda a los que más lo necesitan. ¡Maestro Ruti, estimado Tomás!, gracias mil por cuanto de ti hemos aprendido y que las Musas del Parnaso te sean propicias durante muchos años.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión