El lugar donde Chillida fabricó su sueño
El museo Chillida Lantoki mantiene viva la forma de trabajar del escultor en Legazpi, donde realizó numerosas de sus obras bajo la gran forja de Patricio Echeverría
cristina limia
Sábado, 4 de enero 2020, 20:09
Por un instante, pensemos en nuestros sueños y en ese lugar donde poder hacerlos realidad. Más grandes o más pequeños, algunos materiales, otros sentimentales… pero ... todos tenemos sueños, sentados junto al corazón, esperando su momento... El lugar que hoy visitamos nos habla del sueño de Eduardo Chillida y del sitio donde se hizo realidad. Viajamos hasta la localidad de Legazpi, en la que fueron fabricadas muchas de sus esculturas. Y decimos fabricadas sí, porque fue en una fábrica, bajo la enorme forja del empresario Patricio Echeverría, donde Chillida plasmó su arte en colosales piezas de hierro y acero. El Peine del Viento, Alrededor del Vacío (Washington), Gudari (Berlín) o las puertas del santuario de Arantzazu fueron algunas de las obras concebidas por el artista en Legazpi desde los años setenta hasta su fallecimiento, en 2002.
En aquel tiempo, los operarios de Patricio Echeverría trabajaron mano a mano con él. Dicen de Chillida que era «emoción y precisión». Cuentan que le gustaba pintar una raya en el suelo polvoriento de la fábrica para explicar a los trabajadores su concepción del arte. «Nos decía que nosotros no debíamos superar aquella línea, pero él tenía que estar al otro lado, cruzando hacia lo desconocido», señalan. Chillida era exigente y persistente hasta conseguir el resultado que deseaba, pero también cercano y agradable. «Siempre nos daba las gracias cuando terminábamos un trabajo», describen. Así es cómo lo recuerdan antiguos empleados de Patricio Echeverría.
Hay un lugar donde todo ello continúa vivo. Se trata de la antigua fábrica papelera de Legazpi. Allí, la fundación Lenbur y la familia del escultor crearon el museo Chillida Lantoki, inaugurado en el año 2010. Los titulares de la época hablaban de este nuevo espacio como 'la media naranja' de Chillida Leku. Y es que, si el maravilloso bosque que rodea el caserío Zabalaga de Hernani nos muestra la obra de Chillida tal y cómo él soñó, la antigua papelera de Legazpi nos habla de cómo se hizo.
Pero lamentablemente, pocos meses después de aquella inauguración, era Chillida Leku el que cerraba sus puertas. Sin su media naranja y falto de las sinergias que pudieran haber surgido entre ambos museos en cuanto a visitantes y proyección, Chillida Lantoki continuó en activo. Además de museo, durante estos años ha sido escenario de visitas y talleres infantiles que adentran a los niños en el mundo creativo de Chillida, ha acogido conciertos, eventos como el 'Euskaraldia', jornadas de puertas abiertas para colectivos como las antiguas trabajadoras de la papelera donde actualmente se asienta, congresos de empresas y otros muchos actos sociales y culturales.
Arte e industria forman una maravillosa unión cuando Patricio Echeverría abre su fábrica a Chillida
A comienzos de este 2019 llegaba la buena noticia. Chillida Leku reabría sus puertas y lo hacía con fuerzas renovadas. «Indudablemente, es una gran oportunidad para que ambos museos interactúen y estamos trabajando en ello con mucha ilusión», señalan desde la fundación Lenbur. «Creemos que es muy enriquecedor ver una obra en su plenitud y después, además, poder descubrir cómo fue realizada», indican.
El Peine del Viento
Arte e industria protagonizan una maravillosa unión cuando Patricio Echeverría abre las puertas de su fábrica a Eduardo Chillida. De ella nacieron obras como el Peine del Viento (año 1977).
Para su ejecución, el empresario legazpiarra cedió a Chillida uno de sus grandes pabellones, puso a su disposición a diez de los mejores trabajadores de la empresa y le regaló el material, un total de 25 toneladas de acero. Pero no cualquier acero… sino uno creado expresamente para resistir a la corrosión de una escultura llamada a permanecer junto al mar, que pasó a denominarse acero RECO.
No fue el único reto a superar en la realización de esta obra. La pieza se rompía continuamente durante el proceso de elaboración, hasta que uno de los trabajadores planteó hacerla en partes diferentes que después, serían unidas. Aquello abrió un mundo nuevo de posibilidades a la hora de materializar las esculturas del artista.
Fotografías de Català Roca
Seis grandes imágenes en blanco y negro ocupan toda nuestra atención nada más cruzar la puerta de Chillida Lantoki. Se sitúan en la pared principal. Todas ellas fueron realizadas por el fotógrafo Francesc Català Roca, quien fuera amigo del escultor. Las fotografías muestran a un Chillida enérgico y entusiasta, dando indicaciones, observando y siguiendo de principio a fin las distintas fases de la ejecución de sus obras en la antigua fábrica de Patricio Echeverría.
El museo alberga los talleres de papel y forja que el artista tenía en San Sebastián, así como la maquinaria pesada con la que realizó buena parte de sus esculturas en Legazpi: una prensa de más de 90 toneladas, un martillo, una cuchara y un manipulador. También afloran entre sus contenidos los recuerdos de los fundidores, horneros, forjadores y sopletistas que trabajaron con él. Sus testimonios quedan recogidos en una pequeña pantalla de cine, en la que se han volcado horas de entrevistas, así como el documental realizado por la hija del artista, Susana, sobre las fases de creación de las obras. Otro espacio de pantallas táctiles ofrece todavía más información sobre Chillida, su trayectoria y su legado en el mundo.
El empresario puso a su disposición a diez de los mejores trabajadores para realizar el Peine del Viento
El propio espacio de la antigua papelera de Legazpi cuenta grandes cosas a los visitantes a través de sus inmensas paredes. Durante la construcción del museo, no se quisieron borrar las huellas que el edificio conservaba de su pasado. La fábrica fue adaptada de una forma sencilla y sin excesos, con la idea de que se respirara en ella lo que fue, un lugar de trabajo. Y así ha sido, respetando su esencia, al igual que Chillida hacía con el hierro. «Jamás intentó doblegarlo, una de sus principales virtudes era saber hasta dónde podía llegar sin traicionar al material con el que trabajaba», explican quienes lo conocieron de cerca.
Estos contenidos y muchos más esperan a todo aquel que quiera adentrarse en el fascinante mundo creativo de Eduardo Chillida y por qué no, seguir soñando con él...
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