Treinta años de 'New York', la foto más certera de Lou Reed
El fallecido rockero capturó la decadente imagen de una ciudad devastada por la delincuencia, la droga, el sida y la corrupción Se cumplen tres décadas de la publicación del considerado por muchos como el mejor disco de su carrera en solitario
En los últimos años de su vida, Lou Reed (1942-2013) cultivó con ahínco la fotografía, una de sus grandes pasiones junto a la ... música, la poesía y el taichí. Cuando dejó de publicar discos con asiduidad, sustituyó los conciertos por exposiciones que incluso recalaron en varias ciudades españolas. Pero en realidad, Reed llevaba décadas ejerciendo de fotógrafo, aunque en vez de su cámara Leica empleaba letras y melodías con las que capturaba como nadie el instante decisivo del que hablaba Cartier-Bresson. En ese sentido, el álbum 'New York' (1989), publicado hace ahora tres décadas, es quizá su instantánea más certera y emocionante, una decadente fotografía del momento convulso que vivía una ciudad muy alejada de la imagen idílica que presentaba Sinatra en su canción homónima.
Según la opinión generalizada, los 80 fueron el período menos atractivo del antiguo miembro de The Velvet Underground. De aquella década datan trabajos que no han envejecido con la necesaria dignidad como 'Legendary Hearts' (1983), 'New Sensations' (1984) o 'Mistrial' (1986), el más irregular de todos. Pero justo cuando parecía haber tocado fondo artístico, el viejo zorro -tenía ya 47 años, aunque llevaba media vida en el oficio- se redimió con creces gracias a 'New York', considerado por muchos como el mejor disco de su carrera en solitario, tanto en el aspecto lírico como en el musical. Y tal aseveración no es baladí si se tiene en cuenta que para entonces ya había firmado obras obras maestras como 'Transformer' (1972) o 'Berlin' (1973).
«Sueno a Lou»
«Por lo general, tengo que decir que la mayoría de mis discos dejan bastante que desear, no me representan de la forma en que hubiera querido. Pero con 'New York' no me ocurre lo mismo, está todo ahí, todo lo que soy capaz de hacer, dice todo de mí». La confesión la recoge Anthony DeCurtis en 'Lou Reed. Una vida' (Libros Cúpula, 2019), la traducción al castellano de su biografía de 2017. Dicho trabajo abarca los 71 años de su existencia y, por supuesto, dedica un extenso e interesante capítulo a recordar cómo se gestó 'New York'.
DeCurtis recuerda que Lou creía tener algo grande entre manos y pensó en coproducir el trabajo junto al joven Fred Maher, que también se ocuparía de la batería en una banda completada por el guitarrista Mike Rathke y el bajista Rob Wasserman. En la primera jornada grabaron el tema que abre el disco, 'Romeo Had Juliette', y tan complacido quedó el rockero neoyorquino que al día siguiente telefoneó al batería para decirle: «Fred, es Lou. Suena a Lou Reed por primera vez en muchos años. Te quiero como productor, hagámoslo».
Lo registraron en el estudio B de Media Sound, en Nueva York, durante seis semanas en las que el disco se construyó «de los cimientos al tejado, del material pelado al mezclado». Sabedor del carácter difícil del líder, Maher se preparó «psicológicamente» para la grabación, que finalmente fue como la seda. Lou había enterrado ya sus adicciones y estaba en muy buena forma. «Hasta bromeaba acerca del alcohol. Lo recuerdo sosteniendo una botella grande de agua mineral Evian, a punto de grabar, y decir al respecto: 'Mmm, ¡vodka!' antes de bebérsela», rememora el batería y coproductor, que desechó sintetizadores y cualquier deje ochentero para apostar por un sonido pulcro, directo y clásico: dos guitarras -la de Rahtke en el canal derecho y la de Reed en el izquierdo-, bajo y batería.
«Una ciudad bajo asedio»
El autor de la biografía de Lou Reed define 'New York' como «la temeraria mirada de una ciudad bajo asedio» y marcada por la delincuencia, la droga, el sida y la corrupción política. «En serio, es el octavo año consecutivo bajo el mandato de (Ronald) Reagan. Intento que se entienda la situación en la que nos encontramos. Sobre eso trata el álbum», dijo Reed del disco en el que su ciudad natal es una suerte de microcosmos o reflejo de EEUU en general.
El artista aparece retratado por partida quíntuple en la portada de un álbum «pensado para ser escuchado en una sesión de 58 minutos (¡14 canciones!) como si fuera un libro o una película», según la recomendación que el propio Lou incluyó en el libreto. El primer fogonazo, 'Romeo Had Juliette', parece la sección de sucesos de un periódico: sobre un riff y una melodía memorables se narra la historia de Romeo Rodríguez y Juliette Bell en las malas calles de Nueva York, donde se dan cita traficantes de crack, matones italianos y policías que terminan con sus sesos esparcidos en la acera de Harlem.
Prosigue con 'Halloween Parade', que casi dos décadas después podría verse como el reverso oscuro de 'Walk On the Wild Side', con una letra que recuerda a los miembros de la comunidad gay que sucumbieron a la plaga del sida. En 'Dirty Blvd.', otra de las gemas de un disco repleto de grandes éxitos, Lou invitó al cantante de rock and roll y doo-woop Dion DiMucci a incluir unos maravillosos coros soul cuando Pedro, el niño protagonista, encuentra un libro de magia en un cubo de basura y sueña con escapar de la sordidez que le rodea para «volar lejos» del sucio bulevar. A continuación, bajo una melodía de apariencia amable, 'Endless Cycle' esconde otra terrible historia sobre el ciclo infinito del maltrato infantil traspasado de padres a hijos.
«No es momento para discursos políticos / Es el momento de actuar / Porque el futuro está a nuestro alcance», canta en la urgente 'There Is No Time', un llamamiento a pasar a la acción como también lo son 'Busload of Faith' o 'Sick Of You', con visionaria mención a la familia Trump.
Después, 'Last American Whale' funciona como alegato ecologista -«A los americanos no les importa mucho la belleza / Se cagarán en el río, tirarán el ácido de las pilas en las aguas / Contemplarán las ratas muertas que la corriente trae a la playa / Y se quejarán si no pueden bañarse»- y en la jazzy 'Begining of a Great Adventure' ironiza sobre el deseo de su entonces esposa, Sylvia Reed, de tener hijos: «Criaré mis propios portadores de féretros para que me entierren / Y me hagan compañía cuando sea un patán arrugado y desdentado / Un viejo farfullando a solas en su silla y babeándose la camisa». Reed nunca llegó a ser padre ni con Sylvia ni con Laurie Anderson, que fue su siguiente pareja.
En la violenta 'Hold On' ejerce nuevamente de cronista urbano y denuncia el racismo con frases como «No existen los derechos humanos cuando paseas por las calles de Nueva York» o «Los afortunados y los desposeídos se desangran en el metro / Es el futuro de Nueva York, no el mío», mientras que en 'Good Evening, Mr. Waldheim' abunda en la materia cuestionando el concepto de interés común del reverendo Jesse Jackson.
'Xmas in February', otra melodía suave que esconde una letra lacerante protagonizada por un abandonado veterano del Vietnam, da paso a la enérgica 'Strawman', en la que se pregunta irónicamente si «alguien necesita otro cantante de rock pretencioso cuya nariz apunte directamente a Dios».
Moe Tucker, la exbatería de The Velvet Underground, colabora en dos canciones: en la citada 'Last American Whale' y en 'Dime Store Mistery', que cierra el disco abordando cuestiones divinas y humanas con alusiones a 'La última tentación de Cristo' (1988), el filme de Martin Scorsese. Además, Reed introduce una referencia al entierro de su antiguo mentor, Andy Warhol, fallecido en 1987. A él le dedicaría su siguiente disco, 'Songs For Drella' (1990), urdido en colaboración con su excolega John Cale, el otro cerebro de la Velvet.
Cápsula del tiempo
En definitiva, 'New York' supuso el disco de la resurrección de Lou Reed, un artista que después entregaría trabajos excelentes como 'Magic and Loss' (1992), 'Ectasy' (2000), 'The Raven' (2003) o incluso su canto de cisne junto a Metallica, 'Lulu' (2011), que últimamente está siendo objeto de reivindicación.
En un reciente especial publicado por la revista 'Billboard', Ron Hart escribía que aquel disco «se siente como una cápsula del tiempo de la ciudad de Nueva York a finales de los años 80», mientras que en su libro, Anthony DeCurtis, recordaba lo que escribió hace tres décadas para 'Rolling Stone': «En cualquier futuro cercano, para cualquiera que desee escuchar el sonido de los años 80 colisionando sobre los años 90 en la ciudad de los sueños, tendrá que dirigirse a 'New York'».
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