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Vicente Ferrer y Begoña Lobo, delante del ilustrador Taro Miura, en la exposición que ha hecho Las Naves sobre los 20 años de Media Vaca. IRENE MARSILLA
Orfebres del papel

Orfebres del papel

La editorial Media Vaca cumple 20 años convertida en una rareza: tres libros destinados a niños y adultos al año. Sus propietarios miman cada paso del proceso

FERNANDO MIÑANA

Martes, 1 de enero 2019, 10:45

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Cuando Vicente Ferrer (Valencia, 1963) era adolescente, su madre le hizo un regalo que hubiera sido la envidia de medio colegio: una moto. Pero Vicente no era un chico corriente y le pidió a su madre que la devolviera: él prefería usar ese dinero para hacer una publicación. Más tarde conoció a Begoña Lobo (Bilbao, 1963) y se casó con ella. La lista de bodas tampoco contenía ajuar ni obsequios convencionales: estaba en la librería Railowsky, en el centro de Valencia, para que el invitado dejara el sello de su personalidad eligiendo un libro para ellos.

Juntos fundaron, el 18 de diciembre de 1998, la editorial Media Vaca, dedicada a pergeñar libros ilustrados dirigidos a lectores de todas las edades. Los hacen con esmero, cuidando de manera obsesiva cada detalle, respetando cada paso de la edición y sin prisas. Sobre todo, sin prisas. Tres libros al año. Tres. Salvo alguna excepción. Vicente y Begoña cumplen 20 años como orfebres del papel y 65 libros encuadernados.

El aniversario ha desembocado en una exposición sobre su obra en Las Naves, centro de innovación del Ayuntamiento de Valencia. Un tributo a veinte años ensalzando a escritores y dibujantes, eligiendo la mejor imprenta, el papel más oportuno, intentado burlar las trampas del sistema, los colmillos de una industria editorial que consideran demasiado preocupada por el dinero.

Su inspiración es otra. Por eso, antes que libros, empezaron editando unas publicaciones, las primeras medias vacas, que no eran mucho más que una hoja doblada en cuatro para ofrecer ocho páginas. «Esto sale de una idea muy bonita de Cesare Zavattini, el guionista del neorrealismo italiano, que decía que el dinero que había ganado en el cine quería gastarlo en contar la vida de las personas anónimas. Y que si todos conociéramos la vida de esas personas, todo sería más fácil», recuerda Begoña Lobo.

«Después de ese banco de pruebas -prosigue Begoña- tenemos muchos amigos ilustradores porque Vicente es ilustrador y veíamos que había mejores proyectos de estas personas en los cajones que lo que estaba en el mercado». Así que deciden hacer algo para cambiar este despropósito. «En 1998 los libros para niños son tamaño bolsillo con reproducciones de las ilustraciones en blanco y negro. Queríamos meter en el mundo los trabajos de ilustradores imposibles de hacer porque las editoriales no estaban dispuestas a arriesgarse».

Vicente selecciona mucho las palabras. «Muchas veces partimos de textos que ya existen, que conocíamos de cuando éramos niños lectores, que tienen vigencia y que deberían ser conocidos por un público nuevo. Y para animar a ese público nuevo, los vestimos con otro traje. Encargamos nuevas ilustraciones a gente que puede hacer bien ese trabajo. Y cuando digo 'textos que ya existen' me refiero a que, a veces, son textos del siglo XIX. Jules Renard escribió 'Pelo de zanahoria' (1894), que tuvo incluso una edición para niños que se llama 'Zanahorio', pero era un libro raro que quedó perdido y nos pareció interesante recuperarlo porque cuenta cosas de la infancia que deberían interesar a cualquier niño de la edad del protagonista.

80.000 nuevos libros al año

'Pelo de zanahoria', con ilustraciones de Gabriela Rubio, completó la primera terna de Media Vaca, en 1998, junto a 'No tic paraules' (un libro sin palabras, solo con imágenes) y 'Narices, buhitos y volcanes' (una antología de poemas). Vicente y Begoña emprendían un camino alternativo a la gran autopista de las editoriales que solo quieren el 'best seller', el autor consagrado y las novedades. «Hay que buscar la racionalidad en el trabajo y quién lo hace mejor y más cuidado. Pero el mundo del libro es una vorágine condicionada por la venta únicamente de la novedad. España es uno de los países del mundo donde más títulos nuevos se producen, del orden de 80.000 cada año».

Ellos pagan por adelantado los derechos de autor de sus ilustradores, llevan su obra a una imprenta (Brizzolis) que utiliza criterios ecológicos, sostienen el oficio del corrector y hacen un esfuerzo por divulgar la obra de estos dibujantes por todo el mundo a través de las ferias literarias.

En los países de habla hispana, encontraron el alivio económico que sostiene un proyecto como este, con tres ediciones al año y una tirada de 2.000 ejemplares.

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