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Los vínculos afectivos entre una abuela, una madre y una hija narrados por esta última vertebran 'Tortugas' (Ed. Acantilado), la última novela de Isabel Alba (Madrid, 1959) y en la que la autora afincada en Donostia registra buena parte de las mutaciones que ha registrado ... la sociedad tras la pandemia. A través de los mensajes de voz que envía y se envía la adolescente Sofía a sí misma, Alba aborda las relaciones intergeneracionales, la lucha contra el cambio climático y su negacionismo, las relaciones tóxicas o el acoso escolar.
– Sin destripar nada de la novela: ¿tiene usted poderes adivinatorios? Porque en su novela llueve mucho y algunas calles se llenan de lluvia.
– La que tiene poderes –y no visionarios, sino científicos–, es la Ciencia. Yo había pensado mucho sobre el caos climático y lo que podía pasar, y simplemente reproduje lo que decía la Ciencia. Pensaba que estas cosas pasarían dentro de un tiempo y tenía la esperanza de que las parásemos, pero ya ve... Por desgracia, todo se ha precipitado muchísimo.
– 'Tortugas' empieza allí donde terminaba 'La ventana', su novela sobre la pandemia.
– Efectivamente. En el confinamiento no pude escribir nada, pero en mi cabeza se pusieron en marcha tres procesos a los que llamaba 'la trilogía de la pandemia'. El primero era 'La ventana', sobre el confinamiento; dentro de un año saldrá el cómic 'Coral y Edurne', sobre los trabajadores esenciales invisibilizados, es decir, emleadas domésticas no legales, cajeras y reponedoras; y 'Tortugas' era la tercera pata. Tenía una idea confusa sobre las relaciones entre una abuela y su nieta, y todo lo que había supuesto la pandemia para las personas más mayores y más jóvenes.
– Deliberadamente o no, ¿está retratando esta década del siglo XXI?
– De alguna manera, sí. Tengo la sensación de que en 2020 hay un punto de inflexión y de que el mundo que dejamos en 2019 no tiene nada que ver con el de ahora mismo. Hay muchos factores, pero el detonante fue el covid. Tenía la necesidad de plantear ese mundo postpandémico que estamos viviendo, el de los negacionismos, el caos climático y los discursos del odio de la extrema derecha.
– 'Tortugas' está narrada a partir de mensajes de audio de Sofía. ¿Ya no es posible escribir como si las redes sociales y las aplicaciones de mensajería no existieran?
– Claro que es posible escribir sin recurrir a las redes y a nada de esto, pero yo me encontré con que la voz de mi novela era la de una adolescente que se había criado con ellas y era imposible saltárselas. De hecho, me costó mucho encontrar la forma narrativa porque la escritura y la lectura no son ahora mismo lo más cercano para una joven de esa edad. Y de pronto me encontré tomando notas en audio y me di cuenta de que iba a hacer un libro a base de audios. Y ahí están muy presentes sus vínculos afectivos y de dependencia respecto a su móvil.
– También hay situaciones de acoso escolar en el instituto, unas prácticas que quizás no han aumentado, pero si perfeccionado.
– Con las redes se intensifica el acoso porque se amplifica. Permite que aumente el número de personas que te están acosando y, por otro lado, les permite hacerlo presencialmente y por las redes.
– ¿A qué atribuye la pulsión gregaria de dejarse arrastrar por el acosador?
– Yo tengo la sensación de que eso no ha variado.
– Ha existido siempre, han cambiado los mecanismos para ejercerlo.
– Siento que va con el ser humano. En momentos críticos, damos lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Y como todos los mamíferos, tendemos a juntarnos y a formar comunidad. Lo podemos llamar rebaño en algunos casos, pero la cuestión es que ese grupo se puede formar para hacer el bien y para hacer el mal. En 'Tortugas' se ve que las mismas redes que amplifican un acoso también sirven para luchar contra el cambio climático y para que se generen comunidades que defienden los Derechos Humanos.
– La tecnología es neutra, depende del uso que le demos...
– Exacto, eso es lo que quería dejar muy claro. Evidentemente, la tecnología está dominada ahora por megaempresas que la controlan para beneficio propio, pero es lo que habría que contrarrestar con leyes y desde la instituciones, y a nivel social, con educación. Las redes pueden ser beneficiosas y a la vez, son un reflejo de lo que ya hay en la sociedad, eso no se nos puede olvidar.
– Precisamente, esos chicos de instituto son fuente y objetivo de mensajes negacionistas, reaccionarios o directamente de odio contra el diferente. ¿Cree que vivimos un retroceso?
– Sí que ha habido grandes pasos hacia atrás y es una lucha de todos frenar lo que está pasando. Claro que hay un intento de eliminar derechos. Hay mucha más homofobia, más racismo y una tendencia a restringir los derechos de las mujeres. A partir de la pandemia, esa sensación de incertidumbre y de estar perdidos que tuvimos todos se agudizó mucho y nos hizo ver el sinsentido de nuestras vidas. El covid nos empujó a una búsqueda de lugares en los que sentirnos seguros que, en muchos casos, degeneraron en negacionismos absorbidos por la extrema derecha. Se han buscado chivos expiatorios de nuestros males.
– A la generación de su protagonista se le está contando que no tiene un futuro halagüeño.
– En efecto. Pensaba en que la generación de Sofía era la primera en la Historia de la Humanidad que no sentía por delante un futuro infinito, que es lo que sentimos todos en la adolescencia. El mundo iba a seguir ahí y de pronto llega la sensación de no saber si tendrán futuro. No hay ganas de pensarlo y eso marca a esa generación muchísimo. Por eso toda la lucha contra el cambio climático está protagonizada por las abuelas y por las nietas, en esa búsqueda del mantenimiento de la vida.
– Quizás sea junto al feminismo la lucha colectiva con más pujanza, una vez abandonados otros proyectos de transformación social.
– Así es y creo que son dos luchas muy unidas por conservar la vida, mientras que lo que están haciendo los negacionismos conducidos por la extrema derecha es destruirla. Cuando te sientes mal y necesitas certidumbres, funciona muy bien que te den chivos expiatorios y responsables cercanos a los que puedes atacar con facilidad.
– El personaje de Blanca encarna un agotamiento laboral muy extendido y que afecta a la gestión de las emociones.
– En lugar de salir mejores, hemos salido peores. Se ha aprovechado para recortarnos posibilidades y derechos, y nadie mejor que una médica de urgencias para ejemplificarlo. Si Sofía representa el tiempo que no sabe si tendrá, Blanca encarna el tiempo que corre y nunca alcanzamos. Y Estrella es el tiempo que se agota.
– Sofía se plantea un dilema entre mantener el rencor o ejercer el perdón, y se inclina por lo primero.
– Apoyo la postura de Sofía en el sentido de tener precaución cuando alguien te ha hecho daño en una relación y de no retomarla. Hay tendencia a mostrar a la juventud actual como si nosotros hubiéramos sido mejores, algo que siempre pasa, pero hay lazos que nos unen.
– Hay escritores e intelectuales que confunden su propio final con el fin del mundo. ¿No es su caso, verdad?
– Mantengo la postura opuesta porque tengo muy poco sentido de la individualidad y mucho de lo colectivo. Creo mucho en la memoria como forma de seguir existiendo unos a través de otros y en la belleza que hay en dejar nuestra huella en las generaciones siguientes. Eso es lo que nos hace perdurar de algún modo, naturalmente, no de una manera individual. Y tengo mucha manía a la nostalgia y a esa idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. A mí me parece muy peligroso sobrevalorar el pasado. Te pone barreras para vivir el presente y cambiar el futuro.
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