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Agudo comentarista de la actualidad en general y de la literaria en particular, Iban Zaldua (Donostia, 1966) compagina la escritura de ficciones con la de textos en torno al mundillo de las letras. A veces, funde las unas con los otros. Las tensiones entre cuento y novela, la figura del escritor amargado, la moda de la autoficción, la organización de actividades culturales o los chanchullos de la industria editorial son algunos de los asuntos que aborda con fina ironía en 'Panfletario-Manifiestos, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura' (Ed. Pepitas de Calabaza), traducido del euskera por el propio Zaldua.
– Hay mucho humor en este 'Panfletario', aunque es un rasgo no demasiado apreciado en la literatura.
– Me alegro de que me diga eso porque sí hay una intención humorística en muchos de los artículos. El humor es siempre una cuestión del lector al final, más allá de la intencionalidad. Los temas de la literatura se toman con una cierta solemnidad que yo no comparto y a la que no puedo llegar seguramente por falta de instrumental teórico, pero por otra parte, el humor puede poner dedos en llagas de una manera más suave que desde el drama.
– Si le he entendido bien, a veces adopta opiniones más con ánimo de provocar la reflexión que de ganar el debate.
– Sí, claro, yo no acabo de estar de acuerdo conmigo mismo al cien por cien y a medida que cumplo años, cada vez menos. Lo que busco en muchos casos es plantearme preguntas. Por ejemplo, en un texto hago una defensa de los cuentistas y, a la vez, echo piedras sobre mi propio tejado porque parece que somos tan quejicas que damos un poco de pena. No termino de asumir la postura de 'drama-queen' que solemos tener los cuentistas, pero sí quiero subrayar algunas cuestiones sobre este aspecto.
– ¿No quedó satisfecho de sus dos incursiones en el género novelístico?
– Sí, porque mi experiencia lectora me dicta que novelistas y cuentistas somos de razas diferentes. Hay algo que te hace más apto para un campo que para el otro. Igual que a las lesbianas les puede repeler la heterosexualidad, a mí lo que me rebela en este sentido es la novelística obligatoria, que haya que pasar por el peaje de la novela para ser considerado un escritor como dios manda. Por otra parte, he probado y sí tengo la sensación de que doy mi mejor parte como escritor cuando escribo cuentos, más que con las novelas. Debo reconocer que las dos que escribí eran dos cuentos que alargué. Fueron cuentos que me salieron mal y devinieron en novelas. El proceso de escritura también fue menos placentero. Tampoco creo que sean compartimentos estancos: hay escritores que pueden pasar de un género a otro y hacer los dos bastante bien.
– Donde sí que ha triunfado es acuñando el término 'la Cosa' para referirse al conflicto vasco.
– No lo sé, sigo insistiendo porque lo que he aprendido de las redes sociales es que dando la brasa al final las cosas se quedan. Pero bueno, sí, supongo que ya lo puedo utilizar sin necesidad de explicar a qué me refiero.
– ¿Teme que el tema se convierta en una moda literaria?
– Se ha convertido ya, no quizás a la manera del rollo templario o de los vampiros, no hemos llegado a ese nivel, pero estamos en el previo. Es posible que algunas de estas novelas publicadas en los últimos cinco años no se hubieran escrito de no existir el caldo de cultivo y por otra parte, libros a los que antes no se les hubiera dado salida tan fácil la han encontrado ahora. El fenómeno existe y se debe a 'Patria', fundamentalmente.
– ¿Cree que hemos alcanzado ya la meseta o el fenómeno irá a más?
– Es de esperar que con esto ocurra lo mismo que con los templarios y los vampiros. Quizás perdure más a la manera en la que lo hacen los 'longseller', que haya siempre alguna aportación en este sentido. No creo demasiado en el mito de la 'Gran Novela' de nada, ni la americana, ni la española, ni la vasca, pero me da la impresión de que las grandes aportaciones del futuro no tienen por qué venir de la ficción, sino de la memoria, el ensayo, el testimonio... Ahí sí que puede que cosas que se han silenciado durante años por los más diversos motivos vayan saliendo a la luz y ahí habrá aportaciones. Hace poco estuve leyendo 'El miedo del funambulista', las memorias del expreso de ETA Karlos Gorrindo, muy interesante en su planteamiento, pero que literariamente son un horror. Sin embargo, una novela como 'Hondarrak' de Ruben Sanchez Bakaikoa funciona bien a nivel de ficción.
– Comentaba Joseba Sarrionandia que 'Cal viva' de Amedo es más verídico que 'Patria'. ¿Lo comparte?
– No, entiendo la 'boutade' y la carga crítica que quiere expresar Sarrionandia, pero está hablando de cosas muy diferentes. No puedes comparar un testimonio como el de Amedo con una obra de ficción. Se mueven en universos distintos. Entiendo por qué hace un poco de trampa, pero la crítica al fenómeno de 'Patria' no debe ir por la parte política, sino por la literaria, que es donde yo creo que flaquea.
– Hablemos de la crítica: un colega suyo comenta que tiene más repercusión una mala con la foto del autor que una buena sin foto.
– Es posible. Estamos en la era de la poscrítica. El papel que cumplían hace quince o veinte años los suplementos literarios es muy diferente al de ahora. La explosión de crítica aficionada en internet también ha menoscabado mucho la autoridad de la que antes gozaban ciertos críticos y la universidad. Incluso Instagram o Twitter aún han minado mucho más ese campo. Y también lo ha hecho Googlereads, aunque da para muchas risas. Pero además mucha culpa la tienen muchos críticos porque cómo confiar en un instrumento que parece al servicio de oscuros intereses editoriales y que tiende a la reseña o al comentario descriptivo, sin valorar, ni argumentar.
– ¿Existe un 'euskalkitsch' literario, a base de estampas, tipismos y paisajes costeros?
– Sí. Igual exagero un poco porque lo que tenemos es tan pequeño que cuando captas alguna tendencia tiendes a elevarla, pero hay una cierta literatura turística y es normal que exista porque desde las instituciones se envía el mensaje de que lo que nos va a convertir en un país plenamente europeo es la dedicación al turismo. Estos últimos cinco o seis años veo una cierta delectación por la cuestión, con un cierto retraso si pensamos en cuánto le debe la cocina catalana a Vázquez Montalbán. Eso está llegando a lo nuestro y tiene que ver con la orientación turística de nuestra economía, cada vez mayor.
– Resulta revelador el capítulo dedicado a la industria editorial y sus tejemanejes, incluso entre los sellos que llamamos «independientes».
– No es oro todo lo que reluce. Debo reconocer que lo escribí porque desde la propia editorial Pepitas de Calabaza me animaron a hacerlo. Y salió este asunto de la Nobel Louise Glück. Me quedé muy sorprendido cuando hubo todo ese movimiento a favor de Pre-Textos, cuyos libros para empezar son carísimos, lo cual me da mucha rabia. Y por otra parte, se oyen por ahí cosas increíbles sobre chanchullos en materia de premios sobre todo en el mundo de la poesía. Parece que los poetas no se preocupan por esas cosas y luego se están dando navajazos por detrás. Una editorial no deja de cometer crímenes contra la literatura por el hecho de ser pequeña. Es el mundo en el que en parte vivo y me parece raro que no se hable en público más a menudo de estas cosas.
– ¿Se ha ganado algún enemigo con este 'Panfletario'? Quizás alguno que no aparece, más que entre los que salen mencionados...
– Si hay algo mucho peor que poner mal a alguien es no mencionarlo, lo último que perdona un autor. Si te han hecho un elogio alguna vez es posible que lo olvides, pero si te han hecho la menor crítica negativa, aunque sea una nota a pie de página en una revista perdida de provincias, te vas a acordar siempre. Entonces, sé que si hablo con nombres o apellidos o incluso sin hacerlo, te ganas enemigos. Lo que pasa es que en el ámbito de la literatura en euskera la gente no se toma la venganza en público, sino en privado, que es mucho más efectivo en general. Cuando te llega algún golpe, piensas. «Esto debe ser por aquello que dije en su día». Yo preferiría que las cosas se dijeran más a la cara, aunque lo pases mal, pero somos bastante versallescos, quizás porque la distancia es corta y te puedes encontrar a cualquiera en un callejón oscuro... Se tiende a no verbalizar esas cosas en alto, pero en los cenáculos sí: la gente habla muy mal unos de otros.
– Bueno, ¿ha podido dirigir la entrevista en la dirección adecuada, tal y como parece ser que se recomiendan algunos autores?
– Pero hay gente que hace alarde eso. Lo veo cada vez más y no sólo en las entrevistas. ¿No tiene la sensación de que cada vez hay más novelas que llevan una nota al final en la que te dicen cómo tienes que leerla? Y encima se enfada el autor... Tendrás que dejarle alguna autonomía al lector, se trata precisamente de ejercerla como individuo. Esos consejos que se dan para llevar la charla o la presentación por aquí o por allí... Me da la sensación de que estamos infantilizando mucho al público lector. Y a mí me parece que ser lector es una cosa muy seria y necesitas tu independencia.
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