«Me gusta escribir sobre lo que todos escondemos bajo nuestros disfraces»

- 'Valium en la vicaria' evoca las novelas de habitación cerrada, en las que el crimen parece a priori imposible.

- Sí, en ese sentido es un homenaje a las novelas policiacas inglesas que leía de niña, fundamentalmente de Ágata Christie, aunque también de Carr, Chesterton…

- La protagonista es 'hija' de la tragedia de Ribadelago, una de tantas que quedaron sepultadas durante la larga noche franquista, y en este sentido, la novela reivindica la memoria histórica.

- La memoria me parece fundamental. Los seres humanos no somos nada sin memoria. La historia es tozuda y se repite una y otra vez. Debemos aprender de ella y ser portadores de la memoria coma en lugar de caer en el silencio. Es una obligación que hemos contraído con las víctimas y también con las generaciones futuras, que tienen derecho a conocer la historia. Como dijo Primo Levi, en referencia al holocausto: «Si comprender es imposible, conocer es necesario». La memoria forma parte de una «pedagogía preventiva» que nos ayuda a mejorar y a tratar de no repetir los errores cometidos.

- La trama se desarrolla a partir del análisis de las emociones y la personalidad de las personas que investiga la protagonista.

- Me fascina tratar de descubrir aquello que las personas no muestran a primera vista, cuáles son sus pensamientos, sus emociones, qué hay debajo de lo aparente. Y me gusta escribir sobre ello: lo que se oculta, lo que escondemos todos bajo nuestros disfraces. Nada es exactamente igual a lo que parece.

- Si el escenario del crimen, la sede del Arzobispado de Madrid, ya es de por sí un 'lugar de poder', con la Iglesia hemos topado, no lo son menos los círculos sociales en los que indagará la protagonista; las familias de un poderoso industrial vasco y de la alta burguesía catalana...

- Es necesario mostrar que en nuestra sociedad hay personas que pertenecen a círculos muy privilegiados y cómo, a pesar de vivir en un estado democrático, la brecha entre unos y otros es muy profunda. No todos somos iguales ante la ley. No todos tenemos los mismos derechos ni los mismos deberes. Y las desigualdades no disminuyen, sino que van en aumento.

- La novela también trata, claro, de algunos tabúes que perduran en torno a la sexualidad y de motores que son perennes, como el dinero y la codicia.

- Afortunadamente en nuestra sociedad hemos avanzado mucho en cuanto a la tolerancia y el respeto a las distintas formas de vivir y expresar la sexualidad. Pero los principales personajes de mi novela nacieron a mediados del siglo XX, en plena dictadura franquista, y vivieron rodeados de tabús y del concepto de pecado asociado permanentemente a la sexualidad. En esa época no es que hubiera personas o grupos homófobos, como los hay ahora, es que la sociedad entera lo era. Muchísimas personas, que no hacían daño a nadie, sufrieron intensamente por algo que hoy está plenamente aceptado, salvo por algunas excepciones muy dolorosas y recalcitrantes. En cuanto al dinero y la codicia humana, creo que no hemos avanzado nada. Hemos vivido en la cultura del pelotazo, estamos viendo actualmente cómo hay personas que siempre se aprovechan de las crisis y del dolor de otras para obtener enormes ganancias económicas. En este sentido, muchas veces pienso que el ser humano no tiene remedio.

- La tragedia de Ribadelago también da pie para una reflexión no sé si pesimista o desencantada de la justicia, que explica en buena parte la acción de los protagonistas de tantas novelas negras, que combaten en solitario la injusticia.

- Sí, la reflexión es bastante pesimista. Estamos viendo continuamente cómo mucha gente que aparentemente ha cometido delitos de evasión de impuestos o de corrupción, como sucedió en Ribadelago, sale indemne. Saben aprovechar los vericuetos de la ley, contratan a grandes bufetes de abogados, provocan errores de forma y mienten descaradamente. La justicia es muy lenta y, además, costosa. Y eso hace que muy pocas veces los de arriba lleguen a pagar por los daños que han cometido.

- Algunas referencias en la novela a Mankell y Poe pueden orientar al lector sobre sus referencias literarias, pero ¿cuáles son realmente?

- He leído a Poe como a un clásico. Creo que fue un genio para su época y uno de los primeros escritores norteamericanos de relato corto, género que yo practico habitualmente. Pero mis referencias en cuanto a la novela negra son más cercanas en el tiempo, Henning Mankell, por supuesto, y también Donna Leon, y, sin lugar a dudas, Manuel Vázquez Montalbán.

- Trabaja como responsable de los proyectos de Salud Mental de Cruz Roja. ¿Cuál es su rutina para la creación literaria?

- Mi trabajo en Cruz Roja es muy intenso y muy extenso. Abarca la mayor parte de mi tiempo, así que no tengo ninguna rutina para la creación literaria. Escribo cuando puedo y desde donde puedo. Sobre todo, los fines de semana y en vacaciones. Y soy una obsesa de la corrección. Lo dejo reposar largas temporadas. Lo vuelvo a retomar y a corregir. Por eso, desde que empiezo un proyecto hasta que lo termino, pasan muchos años.

- ¿Cuales son ahora sus proyectos?

- Estoy continuando la escritura de una novela que inicié hace cinco años. Y tengo varios relatos que quiero reunir en un libro que dará continuidad a 'Una mariposa en el café', publicado en 2019.