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'Amigos para siempre' de Daniel Ruiz (Editorial Tusquets)
Críticas Literarias

'Amigos para siempre' de Daniel Ruiz (Editorial Tusquets)

Daniel Ruiz y las fotos de grupo ·

Un cumpleaños reúne a un grupo de amigos y evidencia la inconsistencia de sus vidas

Miércoles, 9 de junio 2021, 18:02

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Pese a que la tendencia autobiográfica sea una de las más marcadas en la actual narrativa española y haya dado lugar a la tan traída y llevada 'autoficción', hay escritores que persisten en una concepción flaubertiana de la novela que oculta al autor de la acción argumental para dejar que los personajes discurran huérfanos y hagan posible ese saludable tópco de cobrar vida propia. Uno de esos novelistas es el sevillano Daniel Ruiz, que obtuvo el Premio Tusquets en 2016 con una conseguida novela ('La gran ola') que precisamente era una foto de grupo fiel a dicha fórmula: la de los empleados de una empresa de jabones en la que aterrizaba un motivador profesional, un 'coach', para sumirlos en una competitiva y delirante dinámica que sacaba lo peor de ellos como personas y lo mejor como personajes: el superviviente nato, el eterno trepa, la venenosa mosquita muerta, la implacable directora de marketing…

Amigos para siempre

Autor Daniel Ruiz
Editorial Tusquets
Páginas 292
Precio 21,90 euros

En 'Amigos para siempre', su nueva entrega novelística, Daniel Ruiz logra repetir aquella hazaña literaria sirviéndose de un esquema muy similar. La foto de grupo en este caso ya no es la de una plantilla de precarios asalariados sino la de una pandilla de amigos que se conocen desde el instituto. Los protagonistas de 'Amigos para siempre' son ya cuarentones, o sea, rondan la edad del propio autor nacido en 1976, y encuentran la excusa para verse en el cumpleaños de Pedro, que es algo mayor que el resto y que ha llegado a la cincuentena.

Este personaje es el que representa de forma estereotipada el éxito en la vida: es director ejecutivo de una sólida empresa, está casado con una chica bien, anímicamente voluble, tiene dos hijos y colecciona caras piezas de arte que decoran el chalé que posee en un buen barrio de la ciudad. Es esa casa la que va a servir de principal escenario para la celebración que constituye el cuerpo de la novela y a la que van acudiendo los miembros del grupo: desde Jesús, un abogado al que sus amigos se refieren por el apellido (Lorite) y Aurora, su esposa, que tiene una familia y una mentalidad conservadoras,hasta Sebas, el soltero gay que aún no se ha repuesto de una complicada relación que acabó con la muerte de su compañero, pasando por Marcelo, un profesor de enseñanza secundaria que fantasea eróticamente con sus alumnas y cuya filiación progresista ya ha dado juego para alguna discusión agria a la que se hace referencia; por Luci, la indiscreta cónyuge de Marcelo, o el Rubio, que es el artista y que tiene por pareja a la deseada y desclasada Noelia.

Daniel Ruiz sabe ir administrando la presentación de ese colorista reparto de personajes ante el lector. Sabe ir poniendo a este en situación así como disponiendo sigilosamente los cebos que servirán de resortes técnicos para desencadenar un desenlace melodramático con grotescos tintes de astracanada: el perro al que uno de esos matrimonios atropella nada más llegar a la fiesta, el puticlub al que los varones del grupo se desplazarán para pegar unos tragos; el alcohol y la cocaína que contribuirán a ir enrareciendo ese reencuentro en un malévolo crescendo que hará que la reunión acabe como el rosario de la aurora.

La novela está diseñada en su estructura como un travieso artefacto que funciona a la perfección para escenificar la inmadurez de esos personajes, sus rencores y envidias, su machismo, su resistencia a asumir el paso del tiempo o su rendición ante ese hecho obvio como una exagerada fatalidad digna de una nostalgia inhibidora que no sirve para conducir la propia existencia. De todos esos rasgos psicológicos y dramas personales va teniendo noticia el lector de forma gráfica, pero también tácita y gracias a unas conductas exentas de reflexión. Uno de los valores del texto reside en la naturalidad plástica de las situaciones, la agilidad de los diálogos y la flexibilidad con la que el autor sabe mover a esa panda de tarados por la casa o las cercanías de la urbanización. Daniel Ruiz se plantea esta novela con un humor gamberro, pero también con una honestidad ajena a la corrección política, que, como se sabe, es el mayor enemigo de la literatura.

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