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Chumy Chúmez, retratado durante una entrevista en su casa en 1997. Fotoprensa
Chumy Chúmez: una inocencia salvaje

Chumy Chúmez: una inocencia salvaje

La editorial Pepitas de Calabaza recupera el relato asilvestrado y onírico 'Una biografía', que el creador donostiarra confeccionó a base de grabados y textos, y publicó en 1972

Alberto Moyano

San Sebastián

Domingo, 10 de diciembre 2023, 06:37

He aquí la historia de un libro cuya gestación y publicación es un cúmulo de improbabilidades: una apoteosis vanguardista en pleno tardofranquismo; un atropello a las leyes de la narración; un monumento a la transgresión que sorteó la censura; un artificio a base de textos y grabados que se adaptó al cine en Grecia; y un autor ya bajo la lupa de las autoridades. El previsible destino de 'Una biografía', del humorista donostiarra Chumy Chúmez (1927-2003), era completar su recorrido en el mercado literario para luego desaparecer. No fue así: medio siglo después de su publicación, el volumen ha conocido ya dos reediciones, la última, a cargo del sello Pepitas de Calabaza.

Leída hoy, esta inclasificable obra de Chúmez se antoja más vanguardista que nunca, con su relato onírico de una vida antiautoritaria, nihilista y sexualmente complicada. En su salvaje inocencia, su humor quizás resulte hoy demasiado fuerte para los estómagos delicados. No hay institución que no sea concienzudamente demolida por el humorista donostiarra: la familia, la patria, la propiedad, la iglesia y la moral dominante. Todo narrado en unos términos crudos: «Fueron años de felicidad inolvidable para los que entonces éramos niños. Saltábamos sobre los charcos de sangre para salpicarnos unos a otros y coleccionábamos ojos que arrancábamos a los muertos que se quedaban tiesos en las esquinas», escribió en sus páginas un Chumy Chúmez, de cuya muerte se han cumplido en este 2023 veinte años.

La soberbia edición con la que Pepitas de Calabaza recupera ahora cuenta con una introducción a cargo del donostiarra Felipe Cabrerizo y de Santiago Aguilar, que ayuda a poner las cosas en su contexto. Por un lado, quién es Chumy Chúmez en 1972, cuando manufactura semejante artefacto literario. «Había entrado en La Codorniz a finales de la década de los cuarenta, apenas cumplidos los veinte años. Un rifirrafe con la justicia a cuenta de una viñeta provocó la prohibición de que su firma apareciera en la revista, pero como necesitaba trabajar siguió publicando bajo seudónimo», explican los autores del prólogo. Abandonó su estilo habitual para no ser identificado y se pasó a los recurrentes collages típicos en la época.

  • Una biografía Chumy Chúmez

  • Estilo collage

  • Editorial Pepitas de Calabaza

  • Páginas 112

  • Precio 27,90 euros

Además, se da la circunstancia de que «Chumy acaba de hacer un 'viaje de estudios' por todo el planeta y acaba de conocer y tratar con los autores que estaban llevando el humor hacia su veta más underground, desde los artífices de Hara-Kiri en París hasta Robert Crumb en San Francisco. 'Una biografía' es el cóctel que resulta de mezclar todos estos elementos, como lo será Hermano Lobo, la revista que funda con Manuel Summers por estas mismas fechas».

Cabrerizo y Aguilar definen la obra como una «'autobiografía onírica' pensada y realizada desde una libertad absoluta, sin ningún tipo de freno ni cortapisa: estamos a principios de los setenta, cuando nadie debatía sobre los límites del humor y se entendía que su existencia era signo de salud social y que los únicos que ansiaban ponerle fronteras eran los curas y los sectores franquistas más carcas». Atravesado por «una poética turbia y oscura como pocas», el libro se puede leer también como «una crónica corrosiva y un tanto delirante de la España del siglo XX».

Atravesado por «una poética turbia y oscura», el libro se puede leer como «una crónica delirante de la España del siglo XX»

A la manera de Marx Ernst, Chumy combina grabados extraídos de viajes revistas rescatadas de El Rastro que funcionan a modo de ilustraciones de sus asilvestrados textos. En esta búsqueda invirtió dos años y otros tres, en la composición de una narración que, «a base de tijeras y pegamento, ordenaba el caótico mundo de la realidad ajena para plasmar la propia, según decía».

Pesimismo vital

Si algo caracteriza el libro es su carácter profundamente onírico, más propio del sueño que de la vigilia, y que al igual que «el humor negro, el antiamericanismo, el marxismo y el freudianismo, era inherente» al Chumy Chúmez de principios de los setenta, ya inmerso en las teorías psicoanalíticas. Por supuesto, el pesimismo vital, una sexualidad bastante atormentada y un Edipo galopante puntúan el tono del relato. «No olvidemos que Chumy siempre dijo que la única frustración que le produjo la Guerra Civil fue que su padre sobreviviera, lo que le hizo perder una oportunidad única para cumplir la norma de cualquier freudiano que es casarse con su madre», recuerdan aquí los autores del texto introductorio.

Tampoco falta otra de sus obsesiones vitales: un resentimiento de clase indomable y, como consecuencia de lo anterior, cierta inquina hacia los poderosos. «Continua e iracunda -confirman Cabrerizo y Aguilar-. Las relaciones de poder eran su pan de cada día en las viñetas que publicaba desde mediados de los sesenta en el diario Madrid y en el semanario Triunfo, dos de los grandes pilares de la prensa antifranquista del momento». Tampoco le abandonó nunca aquella incurable nostalgia por una infancia perdida que siempre recordó como «la edad de la inocencia y la libertad. Durante la guerra, que pasó en el barrio de Egia antes de comenzar un largo periplo de desplazado, disfrutó de la profanación de cadáveres y de la convivencia con una muerte que de tan cotidiana se convirtió en juego. De ahí que el gran bajón llegara cuando acabara la contienda y tuviera que someterse a la represiva educación católica».

Un Edipo galopante, una sexualidad atormentada y la nostalgia por la niñez son constantes también presentes en esta obra

Todo esto está presente en sus otros dos libros de corte autobiográfico, especialmente en el 'Yo fui feliz en la guerra' (1986) y, en menor medida, en la crepuscular 'Vida de maqueto' (2003). «Lo más sorprendente es la coherencia que presentan sus tres libros autobiográficos pese a estar separados por más de tres décadas. 'Una biografía' es el que más se despeña hacia el onirismo y lo paranoico. Pero aunque el segundo, 'Yo fui feliz en la guerra', es en principio una narración de sus recuerdos de infancia en el San Sebastián de la Guerra Civil, está repleto de vetas de un imaginario que no desentonarían aquí: Stalin desarrollando unos grandes pechos femeninos para amamantar a los niños del mundo, Popeye como luchador que nos salvará del fascismo, los juegos de bolos hechos con tibias y calaveras con los que se entretienen las criaturitas en Polloe…»

«Una felicidad inolvidable»

Tal y como recuerdan los dos estudiosos de la obra de Chúmez, «fueron años de felicidad inolvidable», en palabras del propio humorista. Una etapa «dominada por el salvajismo y la diversión en la que los niños se movieron en su salsa y además liberados de la asistencia al colegio». Por el contrario, el tercer volumen, 'Vida de maqueto', «es el de lectura más árida, escrito en sus últimos años y ya comido por la enfermedad, pero en el que también aparecen como destellos múltiples fogonazos».

De la repercusión que incluso fuera de España alcanzó 'Una biografía' da cuenta el hecho de que no sólo se publicara en Francia, Alemania e Italia, sino también que fuera adaptado al cine de la mano de director griego Thanasis Rentzis. Y la cinta no sólo fue premiada en el Festival de Rotterdam, sino que pasó por el certamen donostiarra en 1977, aunque nunca llegó a conocer un estreno comercial en España.

«Imaginamos que la suma de una historia tan corrosiva con el aura de un cineasta experimental como lo era Thanasis Rentzis fue un cóctel que los distribuidores juzgaron excesivo. Y a partir de ahí, la nada: la película fue desapareciendo hasta convertirse en invisible a la espera de que alguien la rescate del archivo en el que debe estar conservada», concluyen Cabrerizo y Aguilar.

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