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Celia Santos presentará su novela el día 24 en el Palacio Errekalde de Bergara. Tono Embid
«El franquismo en las zonas rurales fue más duro de lo que pintan las películas de Paco Martínez Soria»

Celia Santos | Escritora

«El franquismo en las zonas rurales fue más duro de lo que pintan las películas de Paco Martínez Soria»

La autora bergaresa Celia Santos relata en 'El país del atardecer dorado' la peripecia de las mujeres que participaron en el 'Plan Marta' de emigración a Australia

Alberto Moyano

San Sebastián

Martes, 14 de enero 2025

La peripecia protagonizada por las jóvenes españolas que en los años sesenta emigraron a Australia dentro del 'Plan Marta' sirve a Celia Santos (Bergara, 1972) para narrar en 'El país del atardecer dorado' (Ediciones B) una trama en la que se mezclan el amor y el misterio, y que arroja luz sobre un episodio poco conocido del franquismo. En esta cuarta novela, la autora de 'La niña de Rusia' y 'La maleta de Ana' relata a través del personaje de Elisa, aquella operación diseñada por la Iglesia y los gobiernos para repoblar amplias zonas de Australia y, de paso, procurar una vida ordenada y familiar a los trabajadores españoles de las plantaciones. Nacida en Bergara, Santos marchó con seis años a Salamanca, de donde su familia era originaria, y vive desde los diecisiete en Cataluña. «Pero voy mucho a Bergara porque toda la familia de mi hermano está allí». De hecho, ahí estará para presentar la novela la próxima semana.

– Conoció la historia de las 'Martas' a través del documental 'El avión de las novias'. ¿Qué fue lo que le atrapó?

– La intención oculta de la expedición, es decir, con la excusa de una promesa de trabajo, de futuro y de ganar más dinero para las familias, lo que se escondía era que la intención era repoblar el país y gestar muchos hijos blancos para que Australia fuera un país supremacista. Parece distópico, pero fue muy real, quizás demasiado.

– La otra intención era que los trabajadores españoles se casaran ya que no conectaban con la población australiana.

– No es que no conectaran, es que terminada la II Guerra Mundial, Australia era un país muy joven en el que está todo por construir. Se necesitaba mucha mano de obra y muchos europeos marcharon a Australia a trabajar tanto en la construcción como en la recogida de caña de azúcar, que es en lo que yo me centro en esta novela. Cuando echaron cuentas, descubrieron que había una mujer por cada once hombres y entonces idearon a través de la Iglesia Católica llevar mujeres para procrear y adelantar en número de fieles a la Iglesia Anglicana.

– ¿Cree que 'las Martas' fueron a Australia engañadas?

– Sí.

– Pero también les sirvió para huir de una España terrible.

– Claro, la emigración era escapar del hambre que había en España, como ya conté en mi primera novela 'La maleta de Ana'. La gente se agarraba a un clavo ardiendo y en este caso se iban a la otra punta del mundo. La Iglesia y los gobiernos se aprovecharon de esta situación, con la intención oculta de que se quedaran allí porque volver no era tan fácil como hacerlo de Suiza o de Alemania.

Franquismo

«Los jóvenes que reivindican esa época han tenido mucha suerte y si lo hubieran vivido no podrían decir lo que dicen»

– ¿Le costó mucho crear a esa Elisa que encarna a tantas jóvenes de origen trabajador de la época?

– Elisa es el perfil de las mujeres que se embarcaron en la 'Operación Marta' y que estaba muy claro en los anuncios de prensa: mujeres de entre 23 y 30 años, católicas y solteras. Muchas madres solteras, que en España eran unas parias, vieron ahí una oportunidad para buscar un futuro en un sitio en el que no las conocía nadie. He querido meter a todas en el personaje de Elisa.

– Mezcla amor y misterio a través de una trama de desapariciones en unas plantaciones que no eran precisamente idílicas.

– No, claro que no lo son. Esas plantaciones eran horrorosas. El trabajo del corte de la caña de azúcar es de los más duros que existen, no sólo por el esfuerzo físico, sino porque el riesgo de infecciones era muy alto. Los trabajadores se hacían cortes y esos campos estaban llenos de culebras, gusanos, ratas y las mayores sabandijas que pueda haber. Era un trabajo muy bien pagado, pero muy duro y muchos hombres se engancharon a esa forma de vida, yendo en grupos de plantación en plantación cosechando, pero dejando abandonadas a sus familias.

– Las relaciones laborales, pero también las sociales y familiares, eran muy complicadas.

– Los españoles hacían gala de ser los mejor valorados entre los trabajadores en comparación, por ejemplo, con los italianos. ¿Qué pasaba? Que los italianos venían de una república, sabían lo que eran los sindicatos, y reclamar unos derechos. Los españoles, en cambio, venían de una dictadura de caciquismo puro y duro donde si querían comer, debían agachar la cabeza. Para los dueños de las plantaciones eran los mejores trabajadores, claro.

– ¿Qué piensa cuando ve que un sector de la juventud identifica el franquismo con una etapa de gran prosperidad?

– Es que no han vivido el franquismo, ni la falta de derechos. Me da mucha rabia que reivindiquen todo aquello, además, con mentiras porque no es cierto lo que dicen sobre que Franco inventó la Seguridad Social. No: todo eso ya estaba inventado, Franco aprovechó lo que ya había hecho la II República. Pienso que esos jóvenes han tenido mucha suerte y que si vivieran en la época de Franco no podrían decir lo que dicen.

Escritura

«Algunos escritores dicen que no planifican nada. Eso me da mucha envidia. Yo necesito mis escaletas para tenerlo todo claro»

– No sólo no lo vivieron, sino que ¿se lo han contado mal?

– Muchas veces, sí porque cuando a esas jóvenes les dices que una mujer no podía sin permiso de su marido ni viajar sola, ni tener una cuenta corriente, ni trabajar, te responden incluso que es mentira. Además, en las zonas rurales la vida era mucho más dura, cruel y fría de lo que pintan las películas de Paco Martínez Soria.

– La novela incluye a muchos personajes vascos, incluida la propietaria de una plantación.

– Es un personaje real, aunque no se apellidaba Errazti porque no sé si tiene descendientes. La presencia de vascos en Australia viene del siglo XIX, pero fue sobre todo a principios del XX cuando llegaron allí para trabajar en la caña. Trebonne, la población que aparece en la novela, con un frontón que construyó un italiano, tuvo un alcalde de origen vasco en los años noventa y el propio actor Jacob Elordi es descendiente de uno de los que fue en los cincuenta y lo lleva con mucho orgullo. Ahí los australianos ya sabían que los vascos eran fuertes, trabajadores y con la piel no muy oscura. Al principio ellos querían españoles, sí, pero del norte: vascos, asturianos, gallegos. Luego ya les daba igual.

– ¿Qué aprendió en el Ateneu Barcelonés?

– Aprendí muchísimo sobre cómo hacerle frente a una novela. Todos pensamos que tenemos una historia, pero que no sabemos por dónde empezar. Uno puede ser mejor o peor escritor, y algunos dicen que no planifican nada, sino que se ponen a escribir y van hacia donde les lleve la narración. Eso me da mucha envidia. Yo tengo que planificarlo todo, hacer mis mapas y mis escaletas para tenerlo todo claro. Allí me enseñaron a hacerlo.

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