Arqueología de la memoria

Amo ese libro con la paciencia que se le supone a un lector tranquilo. Me gusta su tono confesional, su juego entre lo cercano y lo lejano, la extrañeza ante la rápida -y desestructurada- vida americana, y la tragedia que aparece en el entorno de la vida del autor, su juego autobiográfico y ficcional.

Pero ante todo, me gusta ese gran ejercicio que realiza Atxaga en la búsqueda de lo esencial. La novela cuenta la estancia de un año, en 2008, de la familia del escritor en Nevada. En mi opinión su gran virtud, y lo que le ha llevado a ser galardonado con el Premio Nacional de las Letras, consiste en crear un arqueología de la memoria.

Primero está el territorio, en este caso un espacio doble: Reno y el lugar de la infancia y de la familia en el País Vasco. Y después un ejercicio de escarbar y escarbar, como un arqueólogo que profundiza en los signos, en las acciones que sucedieron en cada uno de los lugares hasta llegar al tuétano del corazón humano.

A la red de relaciones que se crea en Nevada (allí se rodó 'The Misfits' con Marilyn Monroe y Steve Fossett, mientras intentaba romper el récord de velocidad) se unen los recuerdos que le atan a la afectividad de su vida personal y familiar en ese excepcional pasaje de 'Izaskun está en Eibar', de forma que el relato de la vida cotidiana va descendiendo a los símbolos que crean un tupido tejido narrativo cuyo significado adquiere nivel universal.

En este juego de profundización se muestra la mano sabia del escritor que es Bernardo Atxaga y que le hace conectar con lectores de diverso nivel y procedencia.

Cuando acabé mis clases, Mario Santana hizo un encuesta entre los alumnos y les preguntó por la novela que más les había gustado del curso (3 en catalán, 3 en español y 3 en euskara). Los alumnos destacaron 'Días de Nevada' de Bernardo Atxaga. Se adelantaron al jurado que le ha concedido el galardón hoy.